Diariamente, hojeo algunos diarios de Madrid, no solo como ejercicio de empatía (siempre necesario, incluso en los momentos de máxima tensión, cuando se dicen tantas cosas que, en verdad, no se piensan, pues han sido dictadas por la ira), sino sobre todo para sondear el clima de la capital que, como es sabido, determina el humor político de casi toda España. En estos días el clima es inefable. No sabría describirlo. Para hacerse cargo de los ataques a Pedro Sánchez citaré unas frases de un artículo de prosa bruñida, “El día de la bestia”, que he leído en un diario de acento liberal. En él, se narran “los alaridos de euforia y aterradores de ‘La Bestia’ encerrado en su búnker de la Moncloa”. [Sánchez] “brama y se aporrea el pecho, como si fuera el mismísimo King Kong tras haber derrotado a Godzilla, para convertirse en ‘Señor de las Tinieblas’ que en las últimas horas han nublado y ennegrecido el cielo español”. A continuación, el periodista describe cómo será el bajel del próximo gobierno: “Un galeón español con velas pardas que enarbola en lo más alto de la mesana una canina con dos tibias cruzadas y plateadas sobre un retal de paño negro”.

Sánchez acumulaba ya todo tipo de acusaciones. Ególatra, desalmado, voluble, cínico, traidor. Si ya antes de aceptar el pacto con Puigdemont era descrito como un político sin escrúpulos capaz de vender la patria para mantenerse en el poder, parece lógico que Sánchez haya pensado: “Ya puestos, me lío la manta a la cabeza”. Si, inventor del gobierno Frankenstein, ya había encabezado un “gobierno ilegítimo”, si ya era un “enfermo de ambición”, ¿qué más da que ahora, además, lo describan como un pirata o como el señor de las tinieblas? ¿Qué más da que digan –palabras de Ayuso– que es un dictador?

Para sus numerosos enemigos, Pedro Sánchez es ya, ahora mismo, la reencarnación de Ricardo III, el usurpador, uno de los personajes más odiosos de Shakespeare. Con una diferencia. El personaje shakespeariano era un tullido “deforme, inacabado”, un “sapo repugnante”, un jorobado tan feo que los perros ladraban a su paso. En cambio, Sánchez es una de las mejores perchas de la política mundial, lo que lo hace aún más perverso a ojos de quienes querrían aplastarlo, pues encarna la belleza diabólica. Más de media España, exasperada con el pacto de legislatura, espera que, en alguna de las muchas batallas que se avecinan, Sánchez muerda el polvo pronunciando la famosa frase: “¡Un caballo, mi reino por un caballo!”.

Ahora bien, una visión menos apasionada nos ayudaría a observarlo con mayor precisión. Parece evidente que ahora el presidente de la resistencia a quien se parece realmente es a Julio César, desobedeciendo al Senado y atravesando el Rubicón para iniciar la guerra civil. César se impuso a su adversario Pompeyo Magno con la ayuda, entre otros, de la diosa Fortuna. Tuvo mucha suerte. Las espadas de Pompeyo no consiguieron derrotar a César; pero sí el puñal de su hijo adoptivo, Bruto. Cinco años después de cruzar el Rubicón, César mordió el polvo ante las puertas del Senado desangrado por 35 puñadas.

Pese a esa analogía, a mí, Sánchez, ahora mismo, me recuerda a otro César. El hijo del papa Alejandro VI, César Borgia, que con su audacia estuvo a punto de cambiar la historia de Italia. Su lema es muy claramente sanchista: “O César o nada”. A Sánchez le llaman usurpador. Él se describe como un resistente. Quizá sea más preciso identificarlo con un formidable apostador. O todo o nada.

QOSHE - ‘Aut Caesar, aut nihil’ - Antoni Puigverd
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‘Aut Caesar, aut nihil’

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13.11.2023

Diariamente, hojeo algunos diarios de Madrid, no solo como ejercicio de empatía (siempre necesario, incluso en los momentos de máxima tensión, cuando se dicen tantas cosas que, en verdad, no se piensan, pues han sido dictadas por la ira), sino sobre todo para sondear el clima de la capital que, como es sabido, determina el humor político de casi toda España. En estos días el clima es inefable. No sabría describirlo. Para hacerse cargo de los ataques a Pedro Sánchez citaré unas frases de un artículo de prosa bruñida, “El día de la bestia”, que he leído en un diario de acento liberal. En él, se narran “los alaridos de euforia y aterradores de ‘La Bestia’ encerrado en su búnker de la Moncloa”. [Sánchez] “brama y se aporrea el pecho, como si fuera el mismísimo King Kong tras haber derrotado a Godzilla, para convertirse en ‘Señor de las Tinieblas’ que en las........

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