Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia. Contaba con una mayoría confortable de 62 diputados, pero la colosal manifestación del Onze de Setembre de 2012 le pareció peligrosa y apetitosa a la vez. Quiso liderarla anticipando elecciones. Que no le salieron bien (12 diputados menos). Para disimularlo afirmó que el independentismo en su conjunto había triunfado. Ponía su cabeza en la guillotina, que la CUP, cuatro años más tarde, activaría.

Convergència abandonaba la ambigüedad ideológica que a Pujol le había permitido sumar votantes de todo tipo (del independentismo prudente al franquismo sociológico). Había comenzado el procés, que transfiguró Catalunya. Fracturada, se deslizó por un tobogán sin fondo: derrota política, drama judicial, crisis existencial.

Quizás para superar el callejón sin salida, ahora Junts hace hincapié en el hecho migratorio. Ya hace meses que la vía ripollesa se ha convertido en un polo de atracción para los sectores más amargados por el final decepcionante del procés. En las redes, los agitadores independentistas señalan a los recién llegados. Los acusan de la inseguridad y de la pérdida de peso específico de la lengua catalana.

No es ningún error poner sobre la mesa el fenómeno migratorio. Pero la migración no puede separarse de la demografía (exhuberante en África, Asia y Latinoamérica; decadente en Catalunya, como en el resto de España y Europa). Los conflictos armados, las crisis americanas (en estos momentos: Ecuador, Argentina) y el cambio climático desplazarán en pocas décadas a la población mundial.

Catalunya es uno de tantos polos de atracción. Somos una de las poblaciones más viejas de Europa y nuestros jóvenes preparados deben irse. Tener hijos está penalizado. Se han descuidado las políticas de apoyo a la familia y a la natalidad. De postre, las culturas de moda (individualismo, hedonismo, animalismo, queer) favorecen la bajada de la natalidad. Plantearse la importancia de la demografía es urgentísimo.

Ahora bien, llamar la atención sólo sobre la problemática que genera el fenómeno migratorio (eclipsando los beneficios que reporta) es un error muy grave. El fantasma que ahora recorre Europa se alimenta del miedo de las clases medias. ¿Atravesará Junts ese Rubicón? A corto plazo, puede ser exitoso; a la larga, es suicida. Ninguna pequeña nación cultural resistiría una batalla demográfica contra el mundo.

La lengua catalana no existiría ya sin el prestigio derivado de la fuerza económica que el país obtuvo de la revolución industrial (s. XIX). Y esa fuerza económica sin la inmigración no habría existido. Sin migraciones, Catalunya tendría dos millones de habitantes y habría sido asimilada muy fácilmente hace un siglo (como ocurrió con las regiones occitanas). La inmigración es a la vez una solución y un reto. Los catalanes estábamos preparados para afrontarlo. Estábamos acostumbrados a la mezcla, que diluye y cambia, pero ayuda a preservar lo esencial.

El procés exasperó la identidad romántica. Ahora la parte central del país está resentida y desolada. Puede caer en la tentación de derivar hacia los débiles de la sociedad (los inmigrantes) el resentimiento de una identidad desconcertada por la herida del procés.

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Catalunya: crisis existencial

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15.01.2024

Parece que Convergència o, como se dice ahora, Junts per Catalunya, quiere atravesar el segundo Rubicón. Siempre que esto ocurre, Catalunya da un gran vuelco. El primer Rubicón fue, recordémoslo, la decisión de Artur Mas de invitar a los votantes de clase media de Catalunya a un tren de destino único: independencia. Contaba con una mayoría confortable de 62 diputados, pero la colosal manifestación del Onze de Setembre de 2012 le pareció peligrosa y apetitosa a la vez. Quiso liderarla anticipando elecciones. Que no le salieron bien (12 diputados menos). Para disimularlo afirmó que el independentismo en su conjunto había triunfado. Ponía su cabeza en la guillotina, que la CUP, cuatro años más tarde, activaría.

Convergència abandonaba la ambigüedad ideológica que a Pujol le había permitido sumar votantes de todo tipo (del independentismo prudente al franquismo sociológico).........

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