Visto el impacto de las palabras del presidente Sánchez en Israel, puede ser interesante recordar las que pronunció Biden también en Tierra Santa poco después del salvaje ataque de Hamas. El viaje relámpago del anciano presidente norteamericano fue interpretado, en general, como testimonio de apoyo y cariño. Lo demostraba el fuerte abrazo a Netanyahu (a quien los demócratas no soportan por su insolencia con Obama). Ahora bien, sin excluir el cariño fraternal (Israel es mucho más que un aliado de EE.UU.), el viaje también era una prueba explícita de desconfianza del Gobierno americano en la capacidad de Netanyahu para gestionar con inteligencia la respuesta al ataque.

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Biden no es buen comunicador, pero aquel día dio un buen discurso. Expresado el apoyo a Israel ante la tragedia y afirmada la necesidad de hacer justicia, quiso darles un consejo: la rabia es mala consejera. Biden confesó que, después del 11 de septiembre, EE.UU. estaba tan rabioso que el afán de hacer justicia los llevó a cometer errores. Hay que tener claros los objetivos, concluyó Biden (lo que era una manera implícita de preguntar: ¿sabéis qué haréis con Gaza después de arrasarla? Y de los palestinos que allí vivían, ¿qué?). Resumen del consejo de Biden: no se puede combatir el terrorismo con una guerra.

Es sabido que la reacción norteamericana fue mucho peor de lo que reconocía Biden. La dolorosísima y humillante destrucción de las torres gemelas desató la hibris, es decir, la desmesura, la prepotencia, la violencia desbordante. Es legítimo, en las relaciones internacionales, castigar ojo por ojo, diente por diente. Pero perseguir a los que te han causado dolor (unos terroristas) no te da derecho a destruir a todo un país. Con la excusa de perseguir a Bin Laden, los norteamericanos emprendieron una costosísima (en dinero y vidas) campaña militar que duró años, una guerra inacabable que el propio Biden, hace dos años, concluyó con una retirada vergonzosa. Una retirada que puso en evidencia la gran fatiga norteamericana, incapaz de llevar sobre sus hegemónicos hombros todas las tensiones del planeta.

Pese al sensato consejo de Biden, Israel repite en Gaza el error de EE.UU. en Afganistán. Un error que perjudica al Israel futuro. Dejando a un lado la insoportable devastación (que Pedro Sánchez y el belga Alexander de Croo han denunciado), la desmedida venganza israelí pone en riesgo varios objetivos estratégicos norteamericanos. Evitar un alargamiento del conflicto. Impedir que Irán entre directamente en esta guerra. Consolidar un entendimiento económico y tecnológico entre Turquía, Israel, Egipto y Arabia.

EE.UU. defenderá siempre a Israel, pero la hibris que encarna Netanyahu puede poner en riesgo incluso el entendimiento con vecinos como Egipto o Jordania. Mientras, Rusia y China ganan puntos en el mundo árabe; y EE.UU. vuelve a tener demasiados frentes abiertos: Ucrania, Indopacífico, Oriente Próximo. Biden sabe que Israel y EE.UU. comparten una misma debilidad: una terrible conflictividad interna. Conflictividad que también en España se calienta. Estamos en plena pandemia de conflictividades internas y externas.

El papa Francisco, que no siempre acierta cuando habla de política, dio en la diana en los primeros meses de la invasión rusa de Ucrania al referirse a una “guerra mundial a pedazos”. Esperemos que la tensión entre China y EE.UU. no enmarque un día todos los conflictos repartidos por el mundo, porque entonces el mundo entero arderá en llamas.

QOSHE - Cuidado con la hibris - Antoni Puigverd
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Cuidado con la hibris

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27.11.2023

Visto el impacto de las palabras del presidente Sánchez en Israel, puede ser interesante recordar las que pronunció Biden también en Tierra Santa poco después del salvaje ataque de Hamas. El viaje relámpago del anciano presidente norteamericano fue interpretado, en general, como testimonio de apoyo y cariño. Lo demostraba el fuerte abrazo a Netanyahu (a quien los demócratas no soportan por su insolencia con Obama). Ahora bien, sin excluir el cariño fraternal (Israel es mucho más que un aliado de EE.UU.), el viaje también era una prueba explícita de desconfianza del Gobierno americano en la capacidad de Netanyahu para gestionar con inteligencia la respuesta al ataque.

Biden no es buen comunicador, pero aquel día dio un buen discurso. Expresado el apoyo a Israel ante la tragedia y afirmada la necesidad de hacer justicia, quiso darles un consejo: la rabia es mala........

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