Tenemos por delante un año políticamente intenso. Antes del verano se votará en Galicia y en el País Vasco, y el 9 de junio se celebrarán las elecciones europeas. Son citas electorales que ayudarán a medir la temperatura política en España en una legislatura marcada por los pactos y la dependencia del PSOE de los partidos catalanes y vascos, y también por las trifulcas de sus socios de Sumar con Podemos.

Pero en Catalunya será un año todavía más intenso. Desde el primer momento, igual como le ocurre ahora a Pedro Sánchez, se reprocha a Pere Aragonès que está en minoría en el Parlament. Es cierto que ERC no tiene un pacto de legislatura con ningún partido y, desde que Junts decidió salir del Govern, ha optado por la geometría variable, pactando con unos y otros en función de los temas. ERC y PSC están empatados a 33 diputados, pero Aragonès ha conseguido sacar adelante sus principales proyectos sin más coste que algún rasguño en el Parlament. Ha logrado, por ejemplo, aprobar los presupuestos del 2021 y el 2022 y va camino de sacar las cuentas del 2023 si hay un trueque con el PSOE para los presupuestos del Estado. Hacía 15 años que no se aprobaban tres presupuestos consecutivos en Catalunya.

Pere Aragonès y Salvador Illa en el Parlament

Desde la oposición se repite como un mantra que el Gobierno presidido por Aragonès está en minoría, pero curiosamente nadie exige elecciones. El president, que ya ha sido propuesto por su partido como candidato de ERC, acaba de hacer retoques en el Govern para lanzar un mensaje claro: las elecciones serán cuando toquen. Desde el 2010, ninguna legislatura había durado cuatro años. Así, será en febrero del 2025 cuando se cumplirán los cuatro años de mandato del president Aragonès y parece que está dispuesto a poner todo su empeño para llegar a la cita con una hoja de servicios que le permita lucir el trabajo hecho.

Los adversarios políticos más directos, por razones distintas, no reclaman elecciones inmediatas en Catalunya. En el caso del PSC, que lleva tres años alimentando la idea de una victoria segura y contundente en Catalunya, no le salen los números. Es cierto que ha conseguido generar una opinión favorable en torno a sus posibles resultados, pero las encuestas, ni las que se publican ni las internas, ninguna catapulta a Salvador Illa hacia la presidencia de la plaza Sant Jaume. Ni los sondeos más optimistas dan al PSC un resultado que supere los 40 diputados, muy lejos de los 68 necesarios para forjar una mayoría.

La suerte del PSC depende, en buena medida, de la suerte del PSOE en la Moncloa. Y entre el electorado socialista, los pactos de Pedro Sánchez para salvar los muebles, enarbolando la bandera de la amnistía, repudiada hasta hace cuatro días, están pasando factura. Y la dependencia del PSOE de los imprescindibles votos de ERC en el Congreso obliga a Salvador Illa a poner sordina a las críticas para desgastar a Pere Aragonès.

Al PSC le iba mejor presentarse como la alternativa moderada del ruidoso Govern de coalición entre ERC y Junts. Pero Aragonès es un presidente riguroso, que comete pocos errores y gobierna sin dar volantazos, y esto desdibuja el perfil de Salvador Illa.

Y en el caso de Junts, hoy siguen ordenando su espacio político, tratando de conciliar las posiciones que representa Laura Borràs, presidenta del partido, y las posiciones de los sectores más pragmáticos, que han apadrinado un cambio de discurso que ha desembocado en los pactos con el PSOE. Además, hay cierto malestar entre parte de su electorado, que se sentía más cómodo en posiciones más retóricas. Si mañana hubiese elecciones en Catalunya, Junts tendría que escoger con urgencia un candidato y gestionar las contradicciones de apuntalar la gobernabilidad del Estado, que hasta hace pocos meses abominaba.

Sea como sea, todos van calentando motores con el foco puesto en las elecciones y no hay nada decidido. Los dados no están echados. En función de cómo se sucedan los acontecimientos, de los resultados de las europeas, de los efectos de la ley de Amnistía, de los pactos con el PSOE y de los éxitos o fracasos en la gestión, habrá más o menos incentivos para llamar a los catalanes a votar.

En este contexto, quien probablemente tendrá que esperar para reforzar su gobierno es el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. Ni Junts ni ERC pueden ver ninguna virtud electoral en llegar a la campaña de las elecciones catalanas como socios del PSC en el Ayuntamiento. Luego, ya se verá; todo pueden ser cromos para intercambiar.

QOSHE - Calentando motores - Carles Mundó
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Calentando motores

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02.02.2024

Tenemos por delante un año políticamente intenso. Antes del verano se votará en Galicia y en el País Vasco, y el 9 de junio se celebrarán las elecciones europeas. Son citas electorales que ayudarán a medir la temperatura política en España en una legislatura marcada por los pactos y la dependencia del PSOE de los partidos catalanes y vascos, y también por las trifulcas de sus socios de Sumar con Podemos.

Pero en Catalunya será un año todavía más intenso. Desde el primer momento, igual como le ocurre ahora a Pedro Sánchez, se reprocha a Pere Aragonès que está en minoría en el Parlament. Es cierto que ERC no tiene un pacto de legislatura con ningún partido y, desde que Junts decidió salir del Govern, ha optado por la geometría variable, pactando con unos y otros en función de los temas. ERC y PSC están empatados a 33 diputados, pero Aragonès ha conseguido sacar adelante sus principales proyectos sin más coste que algún rasguño en el Parlament. Ha logrado, por ejemplo, aprobar los presupuestos del 2021 y el 2022 y va camino de sacar las cuentas del 2023 si hay un trueque con el PSOE para los presupuestos del........

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