No es oro todo lo que reluce. En la actual legislatura española no es lo mismo pactar con el PSOE cuando el cumplimiento de los acuerdos depende del gobierno que preside Pedro Sánchez que cuando depende de la mayoría de votos del Congreso. Cuando se trata de aprobar o cambiar leyes hay que echar mano de la calculadora, porque la mayoría depende de un solo voto. Para sumar 176 diputados son igual de necesarios los 121 escaños socialistas como el resto, sean los de Sumar, Podemos, ERC, Junts, Bildu o PNV. En esta legislatura no hay geometría variable posible. O votan todos o los acuerdos a dos bandas pueden quedar en papel mojado.

Superada la investidura, hemos vivido el primer capítulo del culebrón político español, marcado por el azar de la aritmética. El Gobierno de coalición ha tenido que hacer grandes contorsiones para intentar convalidar sus primeros decretos ley. No fue posible. Uno de ellos, vinculado a empleo y subsidios, descarriló porque los cinco diputados de Podemos votaron en contra. En su cálculo, estaba dejar claro que existen y, por el mismo precio, hacer tropezar a su excompañera, la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz. Es solo un aperitivo de lo que vendrá.

Pero lo que marcó el debate fueron los supuestos acuerdos entre el grupo parlamentario del PSOE, con 121 diputados, y el de Junts, con 7, para delegar las competencias en materia de inmigración a Catalu­nya, que ahora ejerce el Estado. Este cambio legislativo, de gran calado, necesitará el apoyo del resto de los grupos para que salga adelante, sin excepción. Veremos cuál será la posición de los 31 diputados de Sumar y Podemos, por ejemplo.

Los únicos pactos que el PSOE puede cumplir sin excusas son los que dependen de los acuerdos del Consejo de Ministros y se pueden publicar en el BOE al día siguiente. Aquí, ni siquiera hace falta acordarlo con Sumar. El resto de los pactos dependerán siempre de cuadrar el círculo con los otros grupos, y habrá contradicciones ideológicas y oportunismos que impedirán asegurar mayorías estables.

Otro ejemplo de gran acuerdo que sigue en el tintero es la oficialidad del catalán en Europa, que sirvió a Junts para facilitar la investidura de Sánchez. Dijeron que el PSOE no era de fiar, que la novedad era cobrar por adelantado y que se tenía que aprovechar la presidencia española de turno de la UE, pero el tema sigue atascado. Dicen que se está a la espera de informes técnicos, pero en un tema eminentemente político eso parece una excusa.

Está por ver lo que da de si el traspaso de competencias sobre inmigración. Eso sería cantar bingo. Pero para Junts ha sido cantar línea poner el debate de la inmigración en la agenda política. Calculadora en mano, está contrastado que este asunto da votos. El ejemplo más claro es Vox, García Albiol en Badalona o Aliança Catalana en Ripoll, igual como en su día dio votos la fallida Plataforma x Catalunya, que en el 2010 casi se cuela en el Parlament y en el 2011 consiguió cerca de 70 concejales en las elecciones municipales.

Abordar el debate sobre la inmigración es algo ineludible. Y es necesario hacerlo sin eufemismos y sin ingenuidad si no se quiere seguir alimentando el populismo y la demagogia de la extrema derecha. Hasta ahora, la inmigración se ha utilizado para dar miedo, siempre asociada a una amenaza. Se hace con los menas, los menores no acompañados, y se hace con los delincuentes multirreincidentes, confundiendo delincuencia e inmigración y pidiendo expulsiones del país. Para poner coto a los multirreincidentes basta con modificar el Código Penal, fijando reglas más estrictas, sin necesidad de mezclar debates y sin populismos oportunistas.

En Catalunya, uno de cada cuatro ciudadanos, el 23%, es de origen extranjero, y esta realidad conlleva problemas en muchos ámbitos, sobre todo cuando se asocian a situaciones de marginalidad y pobreza, y se tensan sobremanera los servicios públicos. Hay que decirlo y hay que seguir afrontándolo, como ya hacen los ayuntamientos y el Govern. Igual que hay que decir que sin la inmigración muchos sectores de la industria y los servicios tendrían que bajar la persiana por falta de personal.

Será una gran noticia si la Generalitat puede gestionar de forma plena las competencias en inmigración y se le transfieren los recursos necesarios para ello. Veremos dónde acaban las promesas y dónde empiezan los hechos. De momento, lo único­ que saca humo es la calculadora electoral.

QOSHE - Política con calculadora - Carles Mundó
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Política con calculadora

8 0
19.01.2024

No es oro todo lo que reluce. En la actual legislatura española no es lo mismo pactar con el PSOE cuando el cumplimiento de los acuerdos depende del gobierno que preside Pedro Sánchez que cuando depende de la mayoría de votos del Congreso. Cuando se trata de aprobar o cambiar leyes hay que echar mano de la calculadora, porque la mayoría depende de un solo voto. Para sumar 176 diputados son igual de necesarios los 121 escaños socialistas como el resto, sean los de Sumar, Podemos, ERC, Junts, Bildu o PNV. En esta legislatura no hay geometría variable posible. O votan todos o los acuerdos a dos bandas pueden quedar en papel mojado.

Superada la investidura, hemos vivido el primer capítulo del culebrón político español, marcado por el azar de la aritmética. El Gobierno de coalición ha tenido que hacer grandes contorsiones para intentar convalidar sus primeros decretos ley. No fue posible. Uno de ellos, vinculado a empleo y subsidios, descarriló porque los cinco diputados de Podemos votaron en contra. En su cálculo, estaba dejar claro que existen y, por el mismo precio, hacer tropezar a su excompañera, la........

© La Vanguardia


Get it on Google Play