Si no te abuchean no eres nadie. El país evoluciona a su manera y, hoy, un abucheo es un signo de relevancia, que da lustre. Y sobre todo visibiliza. Otra de esas cosas que la sociedad del espectáculo ha sacado de los teatros a la calle. En los teatros ya no abuchea ni Dios –lo que allí ocurre dejó de levantar pasiones–. Sin embargo, en un mundo cada vez más competitivo, disponer de grupos de gente gritona, a tu paso, es ya un impulso indispensable para la proyección personal y profesional. Sea a la entrada del lugar de trabajo, de un concesionario de coches, una fiesta o un velatorio. Gracias a la creatividad del mercado, es fácil imaginar que ya existan empresas innovadoras preparándose para ofrecer este servicio de abucheo que, injustamente, no a todo el mundo le llega de gratis.

La cosa es que en casa hemos entendido que el abucheo es un valor en alza. De presidentes, por así decir. Personalmente, para no quedarme atrás, tiro de un grupo de becarios que me insultan, de lunes a viernes, en la puerta de casa, a cambio de un bocadillo. Una docena de chicos recién licenciados, sin rumbo, que gritan que da gusto, y tienen a mi vecindario impresionado. Los chicos se desahogan de sus cosas. Mis vecinos me miran con respeto. Mi familia también. Soy un tipo importante.

Antes de la idea de los becarios, descarté subcontratar a unas jubiladas precarias, de esas que apenas han cotizado, gracias a su amor al cuidado familiar. Me dio aprensión. Probé entonces con un grupo de indigentes nigerianos que resultó ineficaz, gritando, con su mejor intención, en lenguas como el yoruba o el hausa, sinceramente inútiles para el insulto nacional. Un follón. No se entendía nada. Todo lo contrario que el dominio del taco español de estos becarios, jóvenes autóctonos sin futuro, capaces de berrear insultos espeluznantes.

Alguna vez he estado a punto de tomármelo a mal. Pero me sujeto. Disfruto del ruido que provoca mi persona visibilizada, y hasta les pongo menos queso en el bocadillo, para que me insulten con más ganas, empuje y credibilidad. Un truco del que no conviene abusar. Porque me ha parecido ver, entre el grupo de abucheadores, algo así como a mi propio hijo, licenciado en Medicina recientemente, creo, con migas en la camiseta, insultándome despistado.

QOSHE - Abucheados - Clara Sanchis Mira
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Abucheados

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09.12.2023

Si no te abuchean no eres nadie. El país evoluciona a su manera y, hoy, un abucheo es un signo de relevancia, que da lustre. Y sobre todo visibiliza. Otra de esas cosas que la sociedad del espectáculo ha sacado de los teatros a la calle. En los teatros ya no abuchea ni Dios –lo que allí ocurre dejó de levantar pasiones–. Sin embargo, en un mundo cada vez más competitivo, disponer de grupos de gente gritona, a tu paso, es ya un impulso indispensable para la proyección personal y profesional. Sea a la entrada del lugar de trabajo, de un concesionario de coches, una........

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