El viejo teléfono fijo ha enmudecido. Qué lástima. A través del móvil, tras horas de musiquitas y charlas imposibles con robots telefónicos, logro hablar con un ser vivo. Es excitante oír un sonido animal. Esa corriente de aire pasando entre sus cuerdas vocales, unidas en vibrantes y delicados pliegues de auténtica carne. No me importaría que tosiera un poco, qué encanto. El humano teleoperador, con una bonita voz, quizás de barítono, opina que no hay más remedio que hacer venir a casa a un técnico, vivo también.

Antes, ha intentado despertar en mí unas habilidades que no tengo, incitándome a un toqueteo teledirigido de teclas y pestañitas, en rincones oscuros del viejo teléfono, y un curso acelerado como de antenista subliminal. Y nada. No sirvo. Bastante tengo con haberme convertido en directora sin sueldo de mi oficina bancaria online, cajera voluntaria del súper o auxiliar gratuita de facturación de maleta. Es normal que algo se me resista. Yo tampoco voy por ahí exigiendo a la gente que me toque el piano, por así decir.

El caso es que la avería del fijo no se va a solucionar sin un manoseo profesional. Ahora se trata solo de concertar la visita del técnico. Una cosa aparentemente tonta que resulta una encrucijada; el teleoperador carece de potestad para concertar la cita, a pesar de su voz de barítono, y se va a limitar a solicitar la solicitud. “Le voy a ser sincero”, me amenaza antes de dejarme sola, “ahora le pueden pasar tres cosas”. Tiemblo. “Puede que le llame el propio técnico para quedar directamente con usted”. Intuyo que eso sería un golpe de suerte que no merezco. “Puede que le llegue un mensaje de texto con un link”. Noto en su tono que falta lo peor. “Pero también puede ocurrir que se comunique con usted un robot”. Dios. “En ese caso, escúcheme bien, si le habla un robot, sobre todo acepte la hora y el día que le diga, inmediatamente”. No le pregunto qué me pasará si vacilo o desobedezco.

Espero nerviosa una de las tres comunicaciones. Se lo cuento a un amigo que me dice que, además del móvil, vigile mis electrodomésticos: “Cualquiera podría empezar a hablarte”. Pienso que su definición de robot es muy liberal, pero miro con desconfianza al aspirador cabizbajo. Y al exprimidor, que podría lanzarme zumo a los ojos. Hemos perdido el control.

QOSHE - Cuidado con el exprimidor - Clara Sanchis Mira
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Cuidado con el exprimidor

7 0
23.12.2023

El viejo teléfono fijo ha enmudecido. Qué lástima. A través del móvil, tras horas de musiquitas y charlas imposibles con robots telefónicos, logro hablar con un ser vivo. Es excitante oír un sonido animal. Esa corriente de aire pasando entre sus cuerdas vocales, unidas en vibrantes y delicados pliegues de auténtica carne. No me importaría que tosiera un poco, qué encanto. El humano teleoperador, con una bonita voz, quizás de barítono, opina que no hay más remedio que hacer venir a casa a un técnico, vivo también.

Antes, ha intentado despertar en mí unas habilidades........

© La Vanguardia


Get it on Google Play