El exceso de oferta está provocando un movimiento de desertores en el campo de la decisión. No se puede más. Hay gente en retirada radical. Decídelo todo tú, me dice un colega con el que preparo un viaje de trabajo. Me abandona frente a cinco compañías aéreas, cuatro de trenes, más de 500 hoteles, miles de restaurantes, con toda su combinatoria. Después está el problema del ocio. Gente a la carrera que, además de competir cada día hasta con su sombra, tiene que pasárselo bien porque es idiota no hacerlo disponiendo de una variedad infinita de diversiones y placeres. Que lo disfrutes, te dicen camareros ojerosos cuando te sirven un bollo. O lo disfrutas o eres una inútil.

La mujer del pañuelo en la cabeza, en la puerta del súper, no decide nada. Un día le cae un plátano, otro cuatro monedas. Aunque monedas ya casi no hay. La mujer del pañuelo podría morder mi Visa, con razón. En vez de eso, sonríe. A veces le doy manzanas. Puede que le dé manzanas para que coma algo sano. No sé lo que pienso sobre esta idea. Ni lo que siento. Yo se las doy, sigo mi camino y prefiero no saber lo que siento.

Cuatro personas queremos ir a cenar algo después de un concierto. Hemos escuchado la Novena de Beethoven a conciencia. Paralizadas ante un semáforo, ninguna quiere decidir el restaurante. Dejación general. El himno de la alegría resonando en la cabeza. Se puede cenar ahí enfrente, aunque parece caro, o en uno recomendado, pero hay que andar mucho, o en otro a tiro de taxi y tal vez hay atasco. El semáforo se pone en verde y no avanzamos. Un hombre nos pide monedas o comida. Otra vez el problema de las monedas, la miseria no se adapta al datáfono. Recuerdo el plátano que llevo en el bolso y se lo ofrezco. El hombre saca otro plátano de su bolsillo y me lo enseña. Son dos plátanos tan parecidos que podrían ser el mismo. No más plátanos, por favor, todo el mundo me da plátanos, no puedo más, dice. Y se va. Lo persigo con una galletita que también encuentro en el bolso, creo que la coge para que lo deje en paz. Demasiadas cosas en la gran ciudad.

En el concierto, en cambio, todo iba miel sobre hojuelas. El mundo estaba en manos de la directora de orquesta. El sentido de esos 60 minutos de nuestras vidas lo decidió Beethoven, nota a nota, hace 200 años. Gracias, amado. Pero ahora qué.

QOSHE - Demasiadas cosas en la gran ciudad - Clara Sanchis Mira
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Demasiadas cosas en la gran ciudad

7 0
20.01.2024

El exceso de oferta está provocando un movimiento de desertores en el campo de la decisión. No se puede más. Hay gente en retirada radical. Decídelo todo tú, me dice un colega con el que preparo un viaje de trabajo. Me abandona frente a cinco compañías aéreas, cuatro de trenes, más de 500 hoteles, miles de restaurantes, con toda su combinatoria. Después está el problema del ocio. Gente a la carrera que, además de competir cada día hasta con su sombra, tiene que pasárselo bien porque es idiota no hacerlo disponiendo de una variedad infinita de diversiones y placeres. Que lo........

© La Vanguardia


Get it on Google Play