A nuestra escalera ha llegado un bebé. Con ese grito penetrante que la naturaleza regala a las crías humanas, para que las encontremos si se pierden en el bosque. En mi pequeño bloque de pisos sabemos dónde anda esta criatura. Su presencia sonora es tan intensa que se ha merendado unos temas de actualidad rabiosa que trataban de abrirse paso aquí. La rabia del bebito arrasa. O la alegría o la desolación o lo que sean esos gritos locos. Esa vocecita fiera que aún no articula palabras. Los vecinos malencarados de esta escalera hacía tiempo que no oíamos algo así. Como mucho, en los últimos años habrá llegado a nuestros oídos el maullido de un gato en celo desnortado.

Somos un vecindario mal avenido. Soy la única que casi se habla con todos, no sé cómo acabé convirtiéndome en un casco azul de escalera. Las cosas estaban muy mal. Un día, el de abajo, a pesar de su ancianidad, pegó al joven de enfrente por dar portazos. Parece que se le abalanzó. El joven agredido puso una denuncia. Vinieron dos policías uniformados a la escalera. Esto no sé si lo vi o si me lo contó prolijamente otra vecina que tampoco se habla con nadie, por temas de bicicletas o perros. No quiero pensar que seamos un retrato de la sociedad contemporánea. No quiero acordarme de un día que fui a casa del denunciado, para alguna misión, y me echó furioso. Te he visto hablar con los otros, gritaba con los ojos rojos. Hace unos meses, el vecino agredido, silenciosamente, tuvo un bebé. Ahora grita él.

Lo oímos a través de la pared, con el corazón rebrotado. Algún amanecer, sus alaridos entran en mis sueños y me traen el recuerdo vivísimo de los sonidos de mi hijo cuando era bebé. Lo puedo oír. El tiempo me recorre el cuerpo como una chispa eléctrica. Otro día, en el duermevela, los aullidos del crío vecino despiertan una correspondencia rara con los de la cría que fui incluso yo. La oigo y no sé qué noto. Luego, en alguna siesta interrumpida por la pequeña fiera, tiro del hilo hasta oír los llantos o las risas de la bebé que antes fue mi madre. Sonidos que inexplicablemente nunca se me habían pasado por la cabeza. Tu madre bebé es un pozo sin fondo. El poder de este crío del vecino es bestial. No llego a la bebita aulladora que fue mi abuela, en los locos años veinte, porque hay que saber parar.

QOSHE - La importancia de ser un bebé - Clara Sanchis Mira
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La importancia de ser un bebé

6 0
03.02.2024

A nuestra escalera ha llegado un bebé. Con ese grito penetrante que la naturaleza regala a las crías humanas, para que las encontremos si se pierden en el bosque. En mi pequeño bloque de pisos sabemos dónde anda esta criatura. Su presencia sonora es tan intensa que se ha merendado unos temas de actualidad rabiosa que trataban de abrirse paso aquí. La rabia del bebito arrasa. O la alegría o la desolación o lo que sean esos gritos locos. Esa vocecita fiera que aún no articula palabras. Los vecinos malencarados de esta escalera hacía tiempo que no oíamos algo así. Como........

© La Vanguardia


Get it on Google Play