No encuentro las notas que tomé para este artículo. Fueron pocas; la situación dificultaba la escritura. O la grabación. No estoy segura del soporte en el que traté de describir lo sucedido aquella noche, hará un mes. Lo mismo me veo escribir en una libretita mal apoyada en un portal, que balbucir palabras al móvil con la respiración acelerada. Así que ni sé dónde buscar esas frases que mejorarían estas otras. De eso estoy segura: lo que anoté contenía las palabras exactas, la enjundia. Porque estaban escritas en la tormenta. Pero las horas pasan, buscando entre libretas, de un montoncito de papeles a otro, vuelta a revisar el móvil, y así. Eso me pasa por forzarme a ordenar papeles, la última vez hace una semana. Es probable que la cosa se perdiera ahí; hay personas que cuando ordenamos, desordenamos. Hay caos que contienen un orden natural, intentar estructurarlo es una falta de confianza que tiene consecuencias. Son las dos de la madrugada, la redacción del periódico espera un texto, ya no hay más remedio que contar lo sucedido a pelo.

Recuerdo que salí a caminar por el paseo marítimo, confiada. El mar se removía en la noche, brumoso, tratando de recuperar la calma con inmensas respiraciones, después de la batalla de los rayos y los truenos. La recepcionista del hotel había asegurado que ya no iba a llover más, con una firmeza tan reconcentrada que no me atreví a coger el paraguas. Me encontraba a una hora del hotel cuando empezó a chispear. El encanto del norte, debí de pensar, e inicié el regreso disfrutando de unas gotitas en la cara. Al poco, los goterones me dificultaban la visión. Me chorreaba el pelo. Aceleré el ritmo, en una carrera contra la lluvia que, a cada paso, se apoderaba de mis pantalones, y más.

Aquí es donde empecé a anotar, en algún sitio, que avanzaba buscando cornisas y esquivando charcos, para luchar contra el agua inevitable, que ya me calaba por todas partes. Procurando que alguna zona de mi piel se mantuviera en un mundo seco, conocido. Al menos los pies, me decía dando saltitos. Al menos estas notas. Cuando un autobús me duchó hasta el ombligo, renuncié a todo. Y empezó lo bueno. Calada hasta los huesos, caminé bajo la lluvia, hasta el hotel y su recepcionista, amablemente vencida. La vida, me dije. Más o menos.

QOSHE - Lluvias - Clara Sanchis Mira
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Lluvias

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16.12.2023

No encuentro las notas que tomé para este artículo. Fueron pocas; la situación dificultaba la escritura. O la grabación. No estoy segura del soporte en el que traté de describir lo sucedido aquella noche, hará un mes. Lo mismo me veo escribir en una libretita mal apoyada en un portal, que balbucir palabras al móvil con la respiración acelerada. Así que ni sé dónde buscar esas frases que mejorarían estas otras. De eso estoy segura: lo que anoté contenía las palabras exactas, la enjundia. Porque estaban escritas en la tormenta. Pero las horas pasan, buscando entre........

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