Callejeaba a la salida del trabajo, ya de noche, ilusa, pensando el clásico artículo descompresor, que cuenta que no es para tanto. Que los ánimos no están tan revueltos aquí, en la ciudad de Madrid, epicentro mediático del enfado nacional. Porque las personas de a pie se dedican a sus cosas, como es natural. Bastante tienen con lo suyo.

No es que fuera a pasar por alto, o sí, que justo anoche me tuve que comer toda la fuente de setas, en una velada que acabó con mis dos amigas sin probar bocado y sin hablarse, quizás para siempre, arrastradas por el torbellino emocional que provocó el tema de la amnistía, que saqué sin mala intención. A mí (como al curioso taxista, por cierto, de esta mañana), me asombra que este tema, irrelevante en nuestras vidas, levante pasiones. Invisible en medio del griterío, saboreé cada seta exquisita, con mi opinión tibia: ¿cuántas veces no podemos escoger aquello que nos gustaría, sino solo el mal menor?

Pero decía que callejeaba, pensando escribir aquí que la gente sigue a sus cosas, en cada ventanita iluminada, en esta ciudad variopinta. Y justo me encuentro, en un semáforo, con una mujer y un hombre que, al parecer, están dispuestos a todo para acabar con esta dictadura de izquierdas que nos han colado por detrás (tal como informó el otro día la presidenta de la Comunidad). No he asimilado la frase cuando veo pasar, con mis propios ojos, dos camiones empapelados con la bandera nacional y la cara del presidente, atravesada por la palabra traidor . Me pregunto qué clase de mercancía transportan ahí dentro. ¿Huevos? La pareja aplaude su paso y ríe sonoramente. Aunque traidor les parece un insulto flojo.

Calle abajo, se debaten entre rata asquerosa o cosas peores que sería un fracaso dejar por escrito en este artículo descompresor. Fallido, por un error espacial: caigo en la cuenta de que ando demasiado cerca de la calle Ferraz. Suerte que no he tropezado con una muñeca hinchable. Ha sido un despiste, o un exceso de confianza. Las cosas estarían retratadas aquí de otro modo, como es natural, si estas líneas me pillan por ejemplo en Lavapiés. Incluso en el barrio de Chamberí. En Atocha. No digamos en Vallecas. O en Usera, que también forma parte de esta variopinta ciudad, con sus farolillos rojos o sus platos picantes de Sichuan.

QOSHE - Madrid Sichuan - Clara Sanchis Mira
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Madrid Sichuan

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25.11.2023

Callejeaba a la salida del trabajo, ya de noche, ilusa, pensando el clásico artículo descompresor, que cuenta que no es para tanto. Que los ánimos no están tan revueltos aquí, en la ciudad de Madrid, epicentro mediático del enfado nacional. Porque las personas de a pie se dedican a sus cosas, como es natural. Bastante tienen con lo suyo.

No es que fuera a pasar por alto, o sí, que justo anoche me tuve que comer toda la fuente de setas, en una velada que acabó con mis dos amigas sin probar bocado y sin hablarse, quizás para siempre, arrastradas por el torbellino........

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