Se abre un nuevo campo de observación de los platos de comida en la mesa de las personas que comen. Que somos lo que comemos va muy en serio. No solo en el sentido político al que se refería el autor de la frase, Ludwig Feuerbach, al parecer, padre intelectual del humanismo ateo, a mediados del siglo XIX, centrado especialmente en el hambre insatisfecha (“Si quieren mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados, denle mejores alimentos”). También por los avances alucinantes en neurociencia. La microbiota está en el ojo del huracán, ya no tanto por un tema evidente de salud física, sino mental.

Algunos experimentos con nuestras hermanas ratas han puesto en evidencia que una mala alimentación tiene unas repercusiones psicológicas bestiales. Se ha visto a ratas con la microbiota eliminada, o perturbada, manifestar un comportamiento alterado, desplazándose sin rumbo dentro de la jaula. La hermana rata nos pone frente al espejo, una vez más. Sin rumbo dentro de la jaula.

La relación entre la dieta, el estado de ánimo y, por tanto, la toma de decisiones, empieza a ser una evidencia científica que pone sobre la mesa, nunca mejor dicho, una pregunta inevitable: ¿qué comen, últimamente, esos representantes políticos que ( si no estamos locos los que observamos el espectáculo) andan revolcando en el barro de sus emociones sus obligaciones laborales y, con ellas, las vidas de la ciudadanía que paga sus salarios con el sudor de su frente?

Más allá de las decisiones incomprensibles, el electoralismo despiadado, las descalificaciones y los insultos públicos, las cámaras nos ofrecen, en primer plano, un espectáculo de miradas cargadas de rencor. Ira reconcentrada. Rabia masticada. Pequeños gestos ardientes. Hay algo demasiado íntimo, que preferiríamos no ver, en los ojos de algunos de nuestros representantes políticos. No hace falta que nos enseñen sus tripas, gracias.

Si no estamos ante una nueva raza de actrices y actores descomunales, descarnados, desplegando dudosas estrategias electorales (de momento, los partidos que demuestran más control emocional se llevan el gato al agua), los usuarios estamos entonces representados por algunas personas cegadas por sus pasiones, borrachas con visión de túnel. ¿Comen pocas manzanas? Ellas y nosotras, prisioneras de las vísceras.

QOSHE - Manzanas al Congreso - Clara Sanchis Mira
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Manzanas al Congreso

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13.01.2024

Se abre un nuevo campo de observación de los platos de comida en la mesa de las personas que comen. Que somos lo que comemos va muy en serio. No solo en el sentido político al que se refería el autor de la frase, Ludwig Feuerbach, al parecer, padre intelectual del humanismo ateo, a mediados del siglo XIX, centrado especialmente en el hambre insatisfecha (“Si quieren mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados, denle mejores alimentos”). También por los avances alucinantes en neurociencia. La microbiota está en el ojo del huracán, ya no tanto por un tema evidente........

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