Me encuentro a un viejo amigo en la calle. Hace años que no nos vemos, puede que ya seamos otros. Se hace un silencio incómodo y sonriente. Como no sé qué decir le pregunto si es feliz. “¿Qué tal?, ¿eres feliz?”. Mi amigo se enfada sin soltar la sonrisa. “¿Qué pregunta es esa?”. “Perdona”, reculo. “¿Cómo que si soy feliz?”, vocifera, siempre ha sido un tipo un poco pasado de rosca, una de esas personas que no sabes si levanta la voz en serio o en broma. O porque es muy alto, y cree que no se le oye desde ahí arriba. “No se puede ir por ahí preguntándole eso a la gente”. “Ya, déjalo”. “¿Y tú? –me devuelve vengativo–, ¿eres feliz?”.

Intento distraerlo hablándole de esas imágenes que salen en el telediario de familias arrasadas por enorme bolas navideñas que escupen felicidad, junto a sus casas. “Esa gente desayuna aplastada por cantidades ingentes de vatios y decibelios de alegría fanática, entrándole por la ventana”, comento, apuntándome a su club crítico. “Discuten, o hacen el amor, acosados por músicas que ya no son casi nunca villancicos sosos, sino himnos chis­pean­tes que sugieren la llegada a la meta de una carrera apoteósica. Debe de ser muy angustioso”. Pero mi amigo se ha enganchado: “¿Y tú?”, me señala, “¿eres feliz?”.

.

Saco el móvil con un gesto de urgencia, para ganar tiempo. “Perdona –digo tecleando un falso watsap–, tengo que contestar”. Noto que mi amigo me observa desde lo alto. “Estoy enganchada al móvil”, me excuso. “Yo también”, dice, y saca el suyo. “Lo reconozco, soy un adicto. Al menos algunos empezamos a reconocerlo. Chupamos móvil como el alcohólico se amorra a su botella”. Frente a frente, nos enfrascamos en los dispositivos, sin dejar de comentar que esto es veneno para las neuronas.

“Algunas noches –dice mirándome de pronto a los ojos–, cuando me veo con este bicho enganchado a la mano, como una garrapata metálica que me chupa las horas y el alma, pasando de una red social a otra, de un vídeo a un mensaje y a una noticia…, me pregunto qué ando buscando”. Nos miramos la mano con el móvil enganchado, ahora parece una cucaracha gigante. “¿Qué ando buscando ahí?”, repite, y se hace un silencio denso. Como no sé qué decir. le pregunto qué anda buscando. “¿Y tú?”. Nos sumergimos de cabeza en los dispositivos a buscar la respuesta.

QOSHE - Un encuentro feliz - Clara Sanchis Mira
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Un encuentro feliz

7 1
30.12.2023

Me encuentro a un viejo amigo en la calle. Hace años que no nos vemos, puede que ya seamos otros. Se hace un silencio incómodo y sonriente. Como no sé qué decir le pregunto si es feliz. “¿Qué tal?, ¿eres feliz?”. Mi amigo se enfada sin soltar la sonrisa. “¿Qué pregunta es esa?”. “Perdona”, reculo. “¿Cómo que si soy feliz?”, vocifera, siempre ha sido un tipo un poco pasado de rosca, una de esas personas que no sabes si levanta la voz en serio o en broma. O porque es muy alto, y cree que no se le oye desde ahí arriba. “No se puede ir por ahí preguntándole eso a la gente”.........

© La Vanguardia


Get it on Google Play