Ya podemos afirmar que una de las batallas culturales que se están librando en Euro­pa es quién determina el uso del tiempo de los ciudadanos; una batalla que lleva a una colisión entre los intereses de los estados, las empresas, las grandes corporaciones tecnológicas y las personas. En este conflicto por tener el control y fijar en qué usa el tiempo el ciudadano, la izquierda política busca liberar al hombre de la carga y explotación del trabajo de un asalariado o un autónomo, mientras que las grandes corporaciones tecnológicas, como Amazon, Meta u Open AI, aspiran a controlar la máxima atención de los ciudadanos/usuarios a través de algoritmos. Y las empresas tradicionales, de sectores como el de los servicios, necesitan que sus empleados estén comprometidos con el tiempo requerido para realizar su trabajo.

Si en el pasado la lucha de clases se centró, en gran medida, en combatir contra la explotación física de los trabajadores, ahora la lucha se centra en evitar la explotación del tiempo de las personas para que puedan recuperar su vida fuera del trabajo. La batalla por definir el uso del tiempo de los ciudadanos se acentúa porque desde diferentes sensibilidades intelectuales se advierte que al ser humano ya no le queda tiempo para evitar la catástrofe. El filósofo Pascal Chabot, en su ensayo Tener tiempo: Ensayo de cronosofía observa: “El tiempo conquistado por el progreso moderno se escapa del control del hombre bajo el efecto de las ultra fuerzas tecnocientíficas y financieras, impulsadas por la globalización”.

Nos movemos entre las promesas de los estados, como el español, que tiene entre sus objetivos poner en marcha una ley del uso del tiempo: “Una ley de usos del tiempo que permita avanzar hacia una organización del tiempo más equilibrada entre mujeres y hombres fomentando el bienestar de las personas, la eficiencia del tejido empresarial y asociativo” y el de las corporaciones tecnológicas, que buscan estimular al ciudadano/usuario para que oriente su tiempo pasando del mundo físico al mundo virtual.

Tener tiempo, regalarse tiempo, sentir el tiempo son las razones para activar una revolución social que permita a los hombres y mujeres recuperar sus vidas, ahora que pueden vivir muchos más años. En el último encuentro entre Yolanda Díaz y el Papa, el 2 de febrero de este año, la vicepresidenta primera del Gobierno indicó: “Hemos tenido una larga conversación sobre la necesidad del tiempo de vida, del tiempo de descanso y del tiempo de trabajo”. Díaz declaró que la legislatura “será la de los derechos de los trabajadores, del derecho al tiempo de vida, al tiempo de trabajo y a la estabilidad laboral”.

Reducir la jornada laboral semanal a 37,5 horas es el primer paso para llegar a las 29,5 horas de los Países Bajos, que es el objetivo de fondo que se persigue. Nos orientamos hacia un marco de discusión y debate público donde se buscará definir la recuperación del tiempo perdido por las personas, entendido como un imperativo no solo político sino moral y se utilizarán el tiempo y su defensa a favor de los ciudadanos como la medida que definirá ser de izquierdas o derechas. Veremos que se buscará erosionar la noción que se tiene del trabajo desde la antigüedad como forma de autoconocimiento y aprendizaje del mundo, convirtiéndolo en una de las principales razones que causan enfermedades y que nos impide vivir plenamente.

Hoy ya estamos inmersos en la discusión sobre los límites de flexibilidad laboral y los horarios adaptados a la vida familiar. Se pretende racionalizar los horarios de apertura o cierre de los bares o restaurantes y plantear políticas para erradicar la “pobreza del tiempo”. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 24, establece: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una duración razonable de la duración del trabajo y vacaciones periódicas pagadas”. Se trata de pasar de un tiempo colectivo a un tiempo propio como objetivo de la política que llevará a legislar sobre cómo se debe usar el tiempo.

La lucha por el control del tiempo de las personas y la necesidad económica y política por liberar a los ciudadanos de la carga de trabajo, gracias a la irrupción de la robótica y la inteligencia artificial, es la razón que guiará a los estados a impulsar leyes del uso del tiempo más ambiciosas y que nada tienen que ver con las necesidades reales de las personas.

QOSHE - El ministerio del tiempo - Fèlix Riera
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El ministerio del tiempo

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26.03.2024

Ya podemos afirmar que una de las batallas culturales que se están librando en Euro­pa es quién determina el uso del tiempo de los ciudadanos; una batalla que lleva a una colisión entre los intereses de los estados, las empresas, las grandes corporaciones tecnológicas y las personas. En este conflicto por tener el control y fijar en qué usa el tiempo el ciudadano, la izquierda política busca liberar al hombre de la carga y explotación del trabajo de un asalariado o un autónomo, mientras que las grandes corporaciones tecnológicas, como Amazon, Meta u Open AI, aspiran a controlar la máxima atención de los ciudadanos/usuarios a través de algoritmos. Y las empresas tradicionales, de sectores como el de los servicios, necesitan que sus empleados estén comprometidos con el tiempo requerido para realizar su trabajo.

Si en el pasado la lucha de clases se centró, en gran medida, en combatir contra la explotación física de los trabajadores, ahora la lucha se centra en evitar la explotación del tiempo de las personas para que puedan recuperar su vida fuera del trabajo. La batalla por definir el uso del........

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