A medida que avanzamos en el primer tercio del siglo XXI, vamos tomando conciencia, como consecuencia de la globalización, de que los retos y problemas que viven nuestros países vecinos acabarán por alcanzarnos. El mayor de los retos que están viviendo Francia, Italia, Grecia, Alemania y el Reino Unido son las olas migratorias y el papel que tiene la inmigración en el fortalecimiento o debilitamiento de las sociedades occidentales que las han acogido.

El moderado Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, se vio sorprendido en el 2021 por la publicación de un manifiesto firmado por mil militares en la revista conservadora Valeurs actuelles, que alertaba sobre la desintegración de Francia con estas palabras: “Desintegración que, con el islamismo y las hordas suburbanas, lleva al desprendimiento de múltiples parcelas de la nación para transformarlas en territorios sujetos a dogmas contrarios a nuestra Constitución. Sin embargo, todo francés, sea cual sea su creencia o no, se siente como en casa en todas partes de Francia; no puede ni debe existir ninguna ciudad o distrito donde no se apliquen las leyes de la República”.

Macron, en TF1 y France 2, estableció con claridad la doctrina francesa ante las olas migratorias que llegan a Francia: “Euro­pa es el continente que hace más, los franceses cumplimos con nuestra parte, acogiendo cada vez a más niños… Pero debemos ser rigurosos, tenemos un modelo social generoso, no podemos acoger toda la miseria del mundo”. Macron lleva meses intentando desbloquear un proyecto de ley para acelerar la expulsión de migrantes sin papeles. Si bien los argumentos de los militares y de Macron no coinciden sobre cómo abordar el reto, sí convergen en el diagnóstico de que Francia se enfrenta a uno de los mayores problemas, tanto dentro como fuera de sus fronteras, ya que la migración afecta a la cultura, la seguridad, la convivencia y la economía del país.

Giorgia Meloni, primera ministra italiana, impulsó hace unos meses el proceso de Roma para atajar la inmigración ilegal, los conflictos fronterizos y acabar con los traficantes ilegales. Estas medidas suponen un giro a su visión negativa y combativa contra la inmigración, al constatar la grave situación demográfica que vive Italia, ya que su población, cercana a 59 millones de habitantes, ha caído 1,7 millones desde su máximo en el 2014. Italia, como otros países de gobiernos de extrema derecha, busca combatir la inmigración estimulando los prejuicios, arengando al patriotismo para no perder su identidad y, al mismo tiempo, estos gobiernos advierten que no es posible sostener económicamente a sus países sin la aportación de los inmigrantes.

Países como el Reino Unido, Grecia, Turquía, y ahora también España, deben afrontar las olas migratorias producidas por guerras o desastres naturales, teniendo que poner en equilibro el ideal de la hospitalidad universal con el de la seguridad nacional.

En todos los casos citados, el reto de la inmigración y las olas migratorias debe ser observado como hizo Zygmunt Bauman en el 2016: “Los problemas generados por la actual crisis migratoria y agravados por el pánico de las migraciones pertenecen a la categoría de los más complejos y controvertidos: en ellos, el imperativo categórico de la moral entra en confrontación directa con el miedo a lo desconocido, personificado por las masas de extraños congregados a nuestra puerta”. Los partidos nacionalpopulistas estimulan una visión negativa de las crisis migratorias, relacionando al inmigrante con la delincuencia, el terrorismo o la debilitación de la cultura, para potenciar su discurso electoral.

Ahora que Catalunya ha alcanzado la cifra de ocho millones de habitantes y va asumiendo, como en Italia, que empieza a tener un problema demográfico, es necesario no perder de vista que tendremos que abordar los mismos problemas que viven otros países. En las próximas elecciones autonómicas, el debate público y político se abrirá de par en par, donde un partido como Aliança Catalana, liderado por Sílvia Orriols, actual alcaldesa de Ripoll, se presentará con argumentos que estimularán el miedo a los otros. Una de sus promesas electorales es: “Promoveremos aquellas políticas que beneficien a los catalanes, no a los extranjeros”.

Si las instituciones públicas catalanas no observan con detenimiento lo que ocurre en otros países, podemos estar a las puertas de dejar de oír “España nos roba” y oír “Catalunya es para los catalanes”, como ocurrió hace unas décadas en Francia.

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El nuevo reto o problema catalán

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07.11.2023

A medida que avanzamos en el primer tercio del siglo XXI, vamos tomando conciencia, como consecuencia de la globalización, de que los retos y problemas que viven nuestros países vecinos acabarán por alcanzarnos. El mayor de los retos que están viviendo Francia, Italia, Grecia, Alemania y el Reino Unido son las olas migratorias y el papel que tiene la inmigración en el fortalecimiento o debilitamiento de las sociedades occidentales que las han acogido.

El moderado Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, se vio sorprendido en el 2021 por la publicación de un manifiesto firmado por mil militares en la revista conservadora Valeurs actuelles, que alertaba sobre la desintegración de Francia con estas palabras: “Desintegración que, con el islamismo y las hordas suburbanas, lleva al desprendimiento de múltiples parcelas de la nación para transformarlas en territorios sujetos a dogmas contrarios a nuestra Constitución. Sin embargo, todo francés, sea cual sea su creencia o no, se siente como en casa en todas partes de Francia; no puede ni debe existir ninguna ciudad o distrito donde no se apliquen las leyes de la........

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