El nacionalpopulismo, como ya ocurrió en el pasado con el fascismo, ha surgido como consecuencia de haberse resquebrajado la confianza de los ciudadanos en el liberalismo, el socialismo y el progreso para afrontar los problemas del presente y dar respuesta a los retos que se deben abordar para encarar con garantías el futuro. Son en los momentos de profunda crisis, tanto económica como existencial, cuando los movimientos reaccionarios encuentran las condiciones para desplegar sus propuestas políticas basadas en el patriotismo y en garantizar más orden y seguridad.

Abascal, líder de Vox, el domingo en un acto de su partido en Galicia

Los partidos, a su vez, son movimientos políticos como Vox, Aliança Catalana, Hermanos de Italia, Partido por la Libertad (Países Bajos), Alternativa para Alemania, Reagrupamiento Nacional (Francia), que ven esperanzados que sus propuestas políticas­ van dominando el debate público y sumando electores. Han conseguido, incluso, arrastrar a los partidos tradicionales hacia sus planteamientos políticos hasta lograr que formaciones, como el Partido Conservador en el Reino Unido, Junts per Catalunya, el PP y Renacimiento de Emmanuel Macron en Francia asuman parte de sus tesis y diagnósticos políticos.

A cinco meses de las elecciones europeas debemos preguntarnos cuál es la razón por la que los discursos que apelan a ir contra la inmigración, a exigir más seguridad y más orden social, se van apoderando del discurso de partidos políticos que no hace mucho criticaban al nacionalpopulismo y lo combatían. La principal razón de este viraje a la tesis nacionalpopulista se debe a la capacidad que han tenido de ser apoyados por los ciudadanos y conseguir sus votos. El escritor Emil Ludwig, que tuvo la ocasión de entrevistar a Benito Mussolini, observó al presenciar uno de sus multitudinarios mítines: “Cuando Mussolini habla en la piazza hace penetrar en la multitud con martillazos su sistema me­tálico en frases simples. La gente se va diciendo­: ‘Le hemos entendido, y tiene razón­’”.

Si trasladamos a la actualidad el impacto que producía a los italianos en los años veinte del pasado siglo la retórica fascista, vemos que hoy produce el mismo efecto en muchos ciudadanos escuchar a Meloni, Orriols, Abascal o Le Pen hablar sobre sus problemas y los retos de que debe afrontar su nación. En la aseveración “le hemos entendido, y tiene razón” está la base de la fascinación que despierta en los partidos tradicionales el discurso populista; consigue que la gente comprenda lo que dicen los políticos y, lo que es aún más importante, que consideren que tienen toda la razón cuando emiten sus postulados y posiciones. Si nos centramos en la afirmación “le hemos entendido”, nos percatamos de que lo que están expresando es que antes no entendían a los partidos tradicionales y, principalmente, a los partidos de la izquierda política. Con esta ­afirmación, el ciudadano expresa que, por fin, entiende lo que proclama un partido político.

La seducción nacionalpopulista se basa en oponerse a lo políticamente correcto, decir sin complejos lo que se piensa, aunque esto pueda ofender o herir al que lo escucha, porque ha llegado el momento de que se oiga la verdad . Supone el triunfo de las emociones sobre el lenguaje críptico y cínico de los políticos de siempre.

Si nos centramos en la segunda parte de la afirmación “y tiene razón”, advertimos que los ciudadanos, ya seducidos por el nacionalpopulismo, no solo entienden lo que se les dice sino que, además, consideran que tienen razón en sus planteamientos. Consideran que tienen razón en querer expulsar a los inmigrantes porque comportan delincuencia, violencia, terrorismo y no se adaptan al país que los acoge. Consiguen dejar de estar acomplejados por lo que piensan y así poder expresarse libremente.

De este modo, el ciudadano que votaba a partidos socialdemócratas, democristianos, liberales o conservadores queda seducido por un programa político que prioriza el retorno al orden, a costa de la justicia y las leyes que podrían suponer un freno para restablecerlo. La seducción nacionalpopulista empieza a afectar no solo a muchos ciudadanos, también a los partidos tradicionales que esperan ganar votos o, como mínimo, no perderlos, apropiándose de parte del discurso. Los partidos tradicionales no reparan en que, una vez se entra en la lógica política que plantea el nacionalpopulismo, se puede acabar aceptando el culto al líder, estimular los sentimientos identitarios, avivar las emociones y dejarse arrastrar por el autoritarismo y la intolerancia.

QOSHE - La seducción nacionalpopulista - Fèlix Riera
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La seducción nacionalpopulista

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30.01.2024

El nacionalpopulismo, como ya ocurrió en el pasado con el fascismo, ha surgido como consecuencia de haberse resquebrajado la confianza de los ciudadanos en el liberalismo, el socialismo y el progreso para afrontar los problemas del presente y dar respuesta a los retos que se deben abordar para encarar con garantías el futuro. Son en los momentos de profunda crisis, tanto económica como existencial, cuando los movimientos reaccionarios encuentran las condiciones para desplegar sus propuestas políticas basadas en el patriotismo y en garantizar más orden y seguridad.

Abascal, líder de Vox, el domingo en un acto de su partido en Galicia

Los partidos, a su vez, son movimientos políticos como Vox, Aliança Catalana, Hermanos de Italia, Partido por la Libertad (Países Bajos), Alternativa para Alemania, Reagrupamiento Nacional (Francia), que ven esperanzados que sus propuestas políticas­ van dominando el debate público y sumando electores. Han conseguido, incluso, arrastrar a los partidos tradicionales hacia sus planteamientos políticos hasta lograr que formaciones, como el Partido Conservador en el Reino Unido, Junts per Catalunya, el PP y........

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