Madrid, la ciudad que soñó con Eurovegas y unos Juegos Olímpicos, tiene ya su gran premio de Fórmula 1 (aunque en el 2026, hasta entonces al menos Montmeló seguirá organizando el Gran Premio de España). Una buena noticia si se tiene en cuenta la promoción que recibirá la ciudad a nivel internacional, de eso no hay duda. Carlos Sainz senior se sentía ayer “muy orgulloso”, dijo, “como madrileño y como español”. El problema es que experiencias recientes como la de Valencia no invitan a ser optimistas. La pregunta que circula en las redes sociales es: ¿está es, de verdad, una prioridad para la ciudad?

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, con un mono de piloto

Por partes. Francisco Camps fue el principal promotor del gran premio de la ciudad del Turia. Prometió que el evento iba a tener un coste cero para los valencianos. Pero algo falló. Las cinco carreras que se disputaron alrededor del puerto “acabaron costando más de 230 millones; se han acabado de pagar las últimas facturas en 2023, más de una década después de que se celebrara el último gran premio”, recordaba @nenedenarie . Quince años después de la promesa de Camps, Ayuso ha repetido el “ni un euro” de coste para los madrileños. El tiempo dirá si la historia se repite.

Fórmula 1 en Madrid, sí. Pero despilfarro de dinero como pasó en Valencia, no. pic.twitter.com/2BX0xPYJJG

Pero lo que más chirriaba ayer en el patio digital castizo era, sin duda, que Madrid se está convirtiendo en una ciudad con cada día más contrastes y desigualdades. Uno de los principales retos a los que se enfrenta la capital, y que no es ajeno a otras ciudades españolas, es algo que ya ha ocurrido en grandes urbes como París, Londres y Nueva York: la escasez de vivienda está expulsando a las rentas medias y bajas, que no pueden competir en subastas de propiedades.

En Madrid se dan casos sangrantes como el que relataba @belenremacha hace unos días: “Fuimos a ver un piso, estaba bien de precio el metro cuadrado. La misma tarde en que salió en [un conocido portal inmobiliario], un “inversor” ya había llamado al propietario ofreciéndole un 20% inmediato, sin verlo, y subiéndole 50.000 euros al precio de salida. ‘Entendedme, qué haríais en mi lugar’, fue el comentario del vendedor”.

El problema de convertir Madrid en una especie de parque temático es que provoca una diáspora de las familias más modestas, que no pueden optar, salvo que hereden, a seguir residiendo en una ciudad que siempre fue de acogida. Cada vez son más los ciudadanos que quieren seguir viviendo “a la madrileña”, pero que se tienen que conformar con vivir “a la toledana” o “a la alcarreña” porque no tienen otra opción.