¿Portugal se rompe? Después de la dimisión de António Costa, primer ministro y uno de los pilares de la política del país que se ha visto salpicado por sospechas de corrupción, es el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, primera figura de la nación, quien se ve metido en un buen lío. Dos bebés gemelas brasileñas recibieron en el hospital Santa Maria de Lisboa un tratamiento puntero de cuatro millones de euros, y hay indicios de trato de favor, pues los cables de este enchufe pasaron por el palacio presidencial y el electricista fue el propio hijo de Rebelo de Sousa. La historia la lleva la cadena televisiva CNN/Portugal y, desde que han hincado el diente en la pantorrilla del presidente, lo zarandean sin piedad, aunque Rebelo de Sousa ya haya dado explicaciones detalladas.

Como si esto no bastara, el presupuesto del Gobierno conservador de la comunidad autónoma de las Azores no ha sido aprobado y también allí habrá elecciones anticipadas. Portugal no se romperá, pero ha entrado en una fase de turbulencia, y el ciudadano de a pie está algo enfadado porque le han estropeado el sosiego portugués que le gusta paladear.

Es un enfado silencioso, cuyas consecuencias son aún difíciles de calibrar. En enero del 2022, la gente le dio la mayoría absoluta a António Costa –y no tanto, de hecho, a su Partido Socialista– porque les parecía un tipo sensato para llevar la cosa pública, y ahora pasa esto. Además, la economía duele en la vida de las personas. El gestor Costa ha logrado excelentes resultados con la deuda pública. Portugal tiene en Moody’s un rating superior a España: A3 para los lusos, Baa1 para los españoles. Pero casi todo lo demás es muy sufrido. Hay 1,7 millones de portugueses malviviendo con menos de 551 euros al mes. Las familias se sienten machacadas por la tortura de las hipotecas. La vida no es fácil.

En este marco, el resultado natural de las elecciones anticipadas del próximo 10 de marzo sería el regreso de la derecha al poder, después de ocho años de gobiernos socialistas. No obstante, no vale la pena ponerle un fondo musical de Verano azul a esta situación. La derecha portuguesa ha tomado buena nota de lo ocurrido en España. El principal partido de esta corriente, el PSD, no quiere ser el PP y ha decidido centrarse, intentando darle a la gente la suavidad que tanto aprecia.

Su líder, Luís Montenegro, rechaza alianzas con los extremistas de Chega. E intenta, además, borrar la memoria del Gobierno de Passos Coelho, el político de su partido que presidió al gabinete más crudo de los tiempos de austeridad, después del rescate financiero del 2011. Se recuerda a Passos por fuertes recortes de pensiones y salarios. Montenegro ya ha anunciado que subirá las pensiones y que los profesores, uno de los mayores grupos de funcionarios públicos, recuperarán derechos salariales. Se rumorea que el PSD prepara una coalición electoral, subrayando más aún este perfil consensual. Suavidad, suavidad, suavidad.

La derecha, sin embargo, es un tridente, y las otras dos puntas no formarán parte de esa posible coalición. Los vibrantes políticos de Iniciativa Liberal tienen un sueño: un país menos encerrado dentro del Estado, con menos impuestos, más libertad para la iniciativa privada, más riqueza, acabando de una vez con la emigración endémica de la juventud. Encandilados por su propio mesianismo económico, quieren presentarse solos a las elecciones. Dicen que la diversidad de oferta movilizará al electorado conservador.

A quien las cosas le van mejor de momento en las encuestas es a la extrema derecha de Chega, la tercera punta del tridente. Hace más de un año ha puesto en las rotondas de las ciudades portuguesas un cartel donde se lee “Portugal necesita una limpieza”, denunciando la corrupción. Los portugueses se han cansado de toparse con ese cartel, se han sonreído irónicamente, pero ahora, al verlo, quedan meditabundos. Chega, sin embargo, no quiere ser Vox y ha moderado su discurso. André Ventura, su líder, ha inventado una curiosa técnica: sigue gritón y aspaventoso en el Parlamento, pero lo que dice suena cada vez más consensual. También aquí la suavidad impone su ley. Si logra mantener este perfil, Chega puede ser la gran sor­presa del 10 de marzo. Además, amortiguándose, este partido no compromete el destino del conjunto de la derecha y no enardece y compacta a la izquierda.

Una izquierda que conocerá a su líder el próximo fin de semana. El Partido Socialista elige a su nuevo secretario general. Inicialmente, el favorito era Pedro Nuno Santos, antiguo ministro de Infraestructuras, que gasta una barba bastante marxista y plantea una nueva geringonça, un gabinete de izquierdas. El Bloque de Esquerda y el Partido Comunista se han transformado en vagones que se acoplan a otra cosa: ya no tienen locomotora propia. No obstante, la solución Santos parece poco suave y ha surgido otro candidato socialista más moderado, José Luís Carneiro, responsable de la cartera de Administración Interna, alguien que luce un impecable afeitado ministerial. Carneiro no parte como favorito, pero ha recuperado terreno y es sin duda más templado que Santos. Siempre la suavidad. Liderado por Carneiro, el Partido Socialista extendería pasarelas de diálogo en todas las direcciones.

Llegan las fiestas navideñas y la gente guardará este tema en el cajón. Será sobre todo en febrero que se recuperará el asunto. Ocurrirán los debates en televisión, normalmente de todos contra todos, en retos de uno contra uno: un largo campeonato político que los lusos suelen acompañar con la pasión que los japoneses dedican al sumo. Y ahí veremos cuál es la suavidad más convincente. Descubriremos entonces a quién se le encargará reconstruir la calma en este palacio de la bella durmiente que es Portugal.

QOSHE - La ley de la suavidad - Gabriel Magalhães
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La ley de la suavidad

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11.12.2023

¿Portugal se rompe? Después de la dimisión de António Costa, primer ministro y uno de los pilares de la política del país que se ha visto salpicado por sospechas de corrupción, es el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, primera figura de la nación, quien se ve metido en un buen lío. Dos bebés gemelas brasileñas recibieron en el hospital Santa Maria de Lisboa un tratamiento puntero de cuatro millones de euros, y hay indicios de trato de favor, pues los cables de este enchufe pasaron por el palacio presidencial y el electricista fue el propio hijo de Rebelo de Sousa. La historia la lleva la cadena televisiva CNN/Portugal y, desde que han hincado el diente en la pantorrilla del presidente, lo zarandean sin piedad, aunque Rebelo de Sousa ya haya dado explicaciones detalladas.

Como si esto no bastara, el presupuesto del Gobierno conservador de la comunidad autónoma de las Azores no ha sido aprobado y también allí habrá elecciones anticipadas. Portugal no se romperá, pero ha entrado en una fase de turbulencia, y el ciudadano de a pie está algo enfadado porque le han estropeado el sosiego portugués que le gusta paladear.

Es un enfado silencioso, cuyas consecuencias son aún difíciles de calibrar. En enero del 2022, la gente le dio la mayoría absoluta a António Costa –y no tanto, de hecho, a su Partido Socialista– porque les parecía un tipo sensato para llevar la cosa pública, y ahora pasa esto. Además, la economía duele en........

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