Los progresistas más engreídos suelen transformarse en teólogos de la realidad política. Dictaminan que los avances sociales solo pueden nacer desde la izquierda: esa nueva divinidad. Pero esto no es cierto. También hay una gran derecha, capaz de nuevos panoramas. Una derecha que descoloca a estos izquierdistas. En Portugal, el 25 de abril de 1974, una revolución que, visualmente, parece una epifanía de rojos claveles, no habría tenido éxito sin la participación de una parte importante de la derecha lusa que entonces existía. En los cruces de la ciudad de Lisboa donde las cosas se podrían haber descontrolado entre los líricos capitanes y las fuerzas del régimen, hubo una palabra mágica que todo lo solucionaba: “Spínola”.

António de Spínola, el general de perfil tradicionalista que defendía la vía política para el problema colonial, había estado en la Alemania nazi, en 1941, en una misión del ejército portugués; había visitado la España franquista, en 1947, integrado en otra misión de estudio. No tuvo problemas con Salazar. Pero cuando, en 1968, se le encargó la dirección de la guerra colonial en la Guinea lusa, este militar se dio cuenta de que el régimen del Estado Novo había iniciado un viaje a ninguna parte. En Angola y Mozambique, la situación bélica no era catastrófica, pero Guinea se estaba transformando en un Vietnam portugués. Su libro Portugal y el futuro fue una de las palancas del 25 de abril.

Cuando, ya en las primeras horas del día 26 de abril de 1974, con sus medallas alineadas en la pechera del uniforme, Spínola leyó por televisión una declaración de tres minutos, una parte del Portugal conservador comprendió que la revolución también podría ser suya. Sin la presencia de este general, que funcionó como una bisagra perfecta entre el Estado Novo y el Portugal de los claveles rojos, todo habría sido distinto y, probablemente, menos pacífico.

Un mural en una calle de Lisboa

Al contrario de Adolfo Suárez, otro de los rostros de esta gran derecha que molesta a la izquierda, y también a la derecha más carpetovetónica, Spínola no fue un político hábil. No obstante, en el 25 de abril estuvo a la altura de las circunstancias: fue él quien visitó a Marcelo Caetano, el último presidente de gobierno del Estado Novo, sitiado en el Convento do Carmo, en Lisboa. Evitó así que Marcelo se diera un tiro en la sien, que era lo que tenía pensado, y, después de un apresurado traspaso de poderes, lo encaminó, junto con el presidente de la República, Américo Tomás, hacia Madeira y, después, hacia Brasil. No hubo, pues, venganzas, juicios revolucionarios o fusilamientos exprés en el patio trasero de algún palacio. Spínola fue el primer presidente de la república después del 25 de abril.

Este artículo no es una semblanza de Spínola. El objetivo es plantearles esta pregunta: ¿Dónde está hoy esta derecha valiente de verdad y que sabe abrir horizontes? No vemos a nadie que se parezca a Merkel, por ejemplo, capaz de arriesgar la aceptación en Alemania de un alud migratorio. Nuestros líderes de derecha más impactantes supuran, en muchos casos, un pus peligroso, como ocurre con Donald Trump, Javier Milei y tantos otros. Los evangelizadores de izquierdas se crecen y afirman que el conservadurismo siempre es así, lo que no es cierto. Pero es verdad que estamos, hoy por hoy, ante una derecha asustadora, tenebrosa, y España ha dado, desgraciadamente, unas pinceladas muy suyas en ese lienzo oscuro.

Pero, desde Portugal, podemos darles una buena noticia: en las generales del 10 de marzo, los electores lusos podrán votar entre tres derechas, y una de ellas parece ser esa que muchos echamos en falta. Por una parte, está el frío radicalismo económico de Iniciativa Liberal; por otra parte, Chega, una versión tenebrosa de la extrema derecha más siniestra; finalmente, Alianza Democrática, una coligación de centroderecha que incluye al PSD, al CDS-PP y al PPM, partidos que acaban de plantarse con rasgo y valentía ante las exigencias de Chega.

Luis Montenegro

Esto ha ocurrido en las islas Azores, donde se realizaron elecciones autonómicas el pasado 3 de febrero: a Alianza Democrática, que salió ganadora, le faltaron tres diputados para la mayoría absoluta. Chega contaba con cinco decisivos escaños. Inmediatamente, André Ventura, el líder de esta formación, salió por televisión exigiendo que su partido participara en el gobierno de la región. La tentación era enorme, pero los de Alianza no cedieron. Puede haber acuerdos, pero Chega no estará en el ejecutivo autonómico. Todo lo contrario de lo que ha pasado en España, donde los gobiernos regionales funcionaron como pistas de despegue para un gabinete nacional, que después no salió.

De esta forma, Alianza Democrática se presenta a las elecciones del 10 de marzo como otra derecha, mucho más centrada. Para entender la bravura de esta actitud, anotemos que, en algunos sondeos, Chega saca, en este momento, el 20% de los votos. Los periodos electorales suelen ser un gran teatro de todo tipo de espejismos, pero parece que esta decisión de los de Alianza va muy en serio y será una de las claves de su campaña.

Luís Montenegro, el líder de la coligación, no quiere que su viaje hacia el gobierno se haga con un remolque extremista, ante el cual se levantaría el muro, con patente española, de la mayoría de la sociedad portuguesa. Probablemente, se ha dado cuenta además del real peligro histórico que Chega­ representa. Su objetivo es ganar las elecciones y gobernar en minoría: un rasgo más de valor. Todo esto es otra manera de ser de derechas, que todavía existe. Los muros contienen al radicalismo conser­vador. Pero quizá solo nos libraremos de verdad de la extrema derecha cuando la derecha misma se enfrente a ella y la aplaste. Eso ya ha empezado a ocurrir en Portugal.

QOSHE - Otra forma de ser de derechas - Gabriel Magalhães
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Otra forma de ser de derechas

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12.02.2024

Los progresistas más engreídos suelen transformarse en teólogos de la realidad política. Dictaminan que los avances sociales solo pueden nacer desde la izquierda: esa nueva divinidad. Pero esto no es cierto. También hay una gran derecha, capaz de nuevos panoramas. Una derecha que descoloca a estos izquierdistas. En Portugal, el 25 de abril de 1974, una revolución que, visualmente, parece una epifanía de rojos claveles, no habría tenido éxito sin la participación de una parte importante de la derecha lusa que entonces existía. En los cruces de la ciudad de Lisboa donde las cosas se podrían haber descontrolado entre los líricos capitanes y las fuerzas del régimen, hubo una palabra mágica que todo lo solucionaba: “Spínola”.

António de Spínola, el general de perfil tradicionalista que defendía la vía política para el problema colonial, había estado en la Alemania nazi, en 1941, en una misión del ejército portugués; había visitado la España franquista, en 1947, integrado en otra misión de estudio. No tuvo problemas con Salazar. Pero cuando, en 1968, se le encargó la dirección de la guerra colonial en la Guinea lusa, este militar se dio cuenta de que el régimen del Estado Novo había iniciado un viaje a ninguna parte. En Angola y Mozambique, la situación bélica no era catastrófica, pero Guinea se estaba transformando en un Vietnam portugués. Su libro Portugal y el futuro fue una de las palancas del 25 de abril.

Cuando,........

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