Algún día un escritor de una lengua cooficial española ganará el premio Nobel de Literatura. Y lo más probable es que lo haga por vía hispánica. Me explico: entre los caños que llevan al Nobel literario, hay en Estocolmo, desde hace más de un siglo, una consistente tubería española. De vez en cuando se abre el grifo y sale el chorro de un nuevo Nobel de las letras hispánicas. Saramago también se benefició de este canal. Durante décadas los portugueses lo intentamos por nuestra cuenta con buenos autores, como Miguel Torga, pero sin éxito. Mientras tanto, hubo un momento en la carrera de Saramago en que, viviendo en Lanzarote, casado con una periodista española y simpatizando con la unión ibérica, él era casi tan español como portugués. Y ahí salió el Nobel.

De hecho, existe en este momento una política real, por parte del Instituto Cervantes y de sectores del actual y del precedente Gobierno de España, de defensa de las lenguas cooficiales. No se trata solo del cálculo generado por la archisabida necesidad de los votos catalanes, gallegos y vascos. Estamos ante una estrategia de fondo: asumir la pluriculturalidad del país. Y un corolario hermoso de este proyecto sería que algún día un autor de una de las lenguas cooficiales se viera premiado en Estocolmo.

Dicho esto, la literatura en catalán ya se ha ganado, hace mucho tiempo, el premio que verdaderamente interesa: el de ser una importante y consistente realidad. Eso lo debe, no a laureles escandinavos, ­sino al hormigueo maravilloso de tanta gente que, a lo largo de los siglos, no cesó de usar esta lengua para contarnos su vida y su alma. Grandes escritores, que todos conocemos, pero también autores menos célebres que son el humus real de una ­literatura: gente entregada a su arte y capaz de muy hermosas obras.

Hoy ­pretendo hablarles de tres ejemplos presentes de esos incansables constructores de la literatura en catalán. En primer lugar, Àlex Susanna, alguien reconocido en Catalunya, pero, en mi opinión, no lo bastante. Se trata de un gran poeta, cuyo ideal consiste en formar con sus versos columnas de arte románico. Sobriedad y hondura, por consiguiente. Después de la antología Dits tacats (2018), donde el lector se encontraba con un panorama de toda su obra lírica desde 1978, Susanna se prepara para sorprendernos con un nuevo poemario previsto para septiembre: Tot és a tocar. El autor se destaca, igualmente, por sus magníficos dietarios, sobre todo la más reciente serie formada por Paisatge amb figures (2020), El món en suspens (2022), que se completará con La dansa dels dies, previsto para este mes de enero, y L’any més inesperat, que llegará en septiembre.

Otro autor infatigable, pero que se sitúa en baremos completamente diferentes: Sebastià Bennasar, un escritor mallorquín afincado en Catalunya. Con él, nos zambullimos en el mundo de la novela negra y de los géneros considerados más populares. Bennasar nutre un amor desaforado por la literatura y, en sus narrativas, incluso en las policíacas, siempre hay alguien que intenta labrarse una carrera de escritor, dialogando con personas a las que les encanta leer.

Su escritura es de una claridad meridiana y posee la misma energía de reactor nuclear propia de la obra de Pla: siempre están saliendo nuevas obras suyas. Además, el autor siente y practica un exquisito amor por Portugal. Tres obras para conocer a este escritor: Nocturn de Sant Felip Neri (2013), L’amant secreta (2023) y el conjunto de relatos Macondo Beach (2019).

Y un gran autor más: David Jou, excelente poeta y ensayista muy estimulante, sobre todo por el modo como trata las relaciones entre la ciencia, la experiencia religiosa y la poesía. Jou tiene un perfil renacentista: es un hombre de ciencia con carrera universitaria, pero al mismo tiempo alguien capaz del mejor lirismo, a lo que se suma el calado de su aventura espiritual. Sin duda, haría buenas migas con Leonardo Da Vinci.

Y, sin embargo, se le desconoce bastante en la Catalunya del siglo XXI. Como puerta de entrada a su obra, recomiendo la lectura del poemario Cant espiritual (2017), que funciona como uno de los últimos y más brillantes eslabones de una cadena mística que, desde Ramon Llull y pasando por Jacint Verdaguer y Joan Maragall, recorre toda la literatura en lengua catalana.

Creo que el lector, como me pasa a mí, ya estará algo amostazado por el ambiente de regateo, a veces casi obsceno, que se ha instalado en la actual mayoría parlamentaria. Y es una pena porque este Gobierno puede presumir de estar construyendo la España plurinacional, uno de los retos ocultos de la Constitución de 1978 y un hermoso horizonte colectivo. El Gabinete de Pedro Sánchez no insiste mucho en ello porque sabe que, entre su misma mayoría, hay grupos para los que ese ideal nada significa. Junts, por ejemplo, se puede comparar con esa señora, ese caballero que se acuestan con alguien aclarando de entrada que no se trata de una relación seria y que solo van a por los goces (beneficios) del momento.

El panorama del bloque político que rige hoy España consiste en una mezcla de cinismo corrosivo y contaminante, por una parte, y, por otra, de terco y admirable idealismo, una aleación con la que no resulta fácil congeniar. Uno les pediría a los actuales gobernantes que no olvidaran que, a la larga, lo que los salvará será el idealismo generoso porque eso es lo que da real sentido y vigor a lo que están realizando.

En ese marco más luminoso, si el Estado español fuera capaz de promocionar con éxito hacia el Nobel a autores de las lenguas catalana, gallega o vasca, se abrirían brillantes rumbos de esperanza para la convivencia nacional. Puede sonar raro ahora, pero creo que ocurrirá.

QOSHE - Un Nobel para las lenguas cooficiales - Gabriel Magalhães
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Un Nobel para las lenguas cooficiales

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15.01.2024

Algún día un escritor de una lengua cooficial española ganará el premio Nobel de Literatura. Y lo más probable es que lo haga por vía hispánica. Me explico: entre los caños que llevan al Nobel literario, hay en Estocolmo, desde hace más de un siglo, una consistente tubería española. De vez en cuando se abre el grifo y sale el chorro de un nuevo Nobel de las letras hispánicas. Saramago también se benefició de este canal. Durante décadas los portugueses lo intentamos por nuestra cuenta con buenos autores, como Miguel Torga, pero sin éxito. Mientras tanto, hubo un momento en la carrera de Saramago en que, viviendo en Lanzarote, casado con una periodista española y simpatizando con la unión ibérica, él era casi tan español como portugués. Y ahí salió el Nobel.

De hecho, existe en este momento una política real, por parte del Instituto Cervantes y de sectores del actual y del precedente Gobierno de España, de defensa de las lenguas cooficiales. No se trata solo del cálculo generado por la archisabida necesidad de los votos catalanes, gallegos y vascos. Estamos ante una estrategia de fondo: asumir la pluriculturalidad del país. Y un corolario hermoso de este proyecto sería que algún día un autor de una de las lenguas cooficiales se viera premiado en Estocolmo.

Dicho esto, la literatura en catalán ya se ha ganado, hace mucho tiempo, el premio que verdaderamente interesa: el de ser una importante y consistente........

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