Vamos a la presentación de Cancelados, un libro contra la cultura woke, por ser excluyente y basada en dividir a la gente entre “nosotros” y “los otros”. En el primer capítulo, Umut Özkirimli habla de la gran marcha de mujeres en EE.UU. conocida por los pussyhats, unos gorros de punto de color rosa que denunciaban la frase de Trump “cuando eres una estrella puedes (…) cogerlas por el coño (pussy en inglés). Te dejan”. Los gorros fueron boicoteados por colectivos de inmigrantes, que los consideraban racistas porque no todos los coños son rosas; grupos trans, que los consideraban tránsfobos porque no todas las mujeres tienen coño; grupos anticapitalistas, que decían que el punto es ocio de mujeres burguesas... Pero fueron un éxito.

Abre la presentación el filósofo Manuel Cruz, que dice que hay que crear alianzas entre las izquierdas, con diálogo y dispuestos a cambiar de opinión. Siguen sabias intervenciones sobre cómo construir una izquierda amplia a nivel global. Levanta la mano una joven universitaria. Dice que no debemos hablar más de derecha e izquierda. Que la derecha tiene mala imagen, pero la izquierda también. Que los dos extremos han sido igual de nocivos. Que cuesta encontrar diferencias entre gobiernos de izquierda y derecha. Caras de consternación.

—¿Qué se han creído los jóvenes? ¿Cómo se atreven a cuestionar palabras tan profundas como izquierda o progreso?

—¿Qué te molesta?

—Denigran conceptos con mucha historia. Por ejemplo, dicen que lo de héteros y gais es antiguo. Que ellos son fluidos. ¡Si hay un montón de países donde te encarcelan o matan por ser gay!

—Quizás vale la pena escucharles. Hay palabras que ya no tienen el significado que nosotros les dábamos. Si el pacto es mantener las ideas y cambiar el nombre, ¿por qué no?

—¿Ah sí? ¿Y cómo le llamamos a la izquierda? ¿Qué proponen?

—No sé —digo levantando la mirada de las mejores albóndigas de Barcelona y leyendo el cartel del bar de enfrente—. ¿La cobra?

—Ideología ¿La cobra? Partido ¿La cobra?

—Hombre. Si pudiera funcionar, valdría la pena pensarlo...