A una persona sentimentalmente sabia y públicamente admirada, le oí decir recientemente: “Desde luego que me da mucha rabia morirme”. Así tal cual, sin dramatizar ni las palabras ni el gesto. Lucidez y economía verbal. Y capacidad de síntesis. Ausente de miedos. Claro que con una cierta amargura biológica que, de inmediato, me hizo pensar en una de las funciones, casi la principal, del arte y la poesía: intentar ponerle trampas a la muerte. Procurar engañarla, distraerla.

Es este un escamoteo secular para intentar combatir a nuestro propio destino y esclarecerlo. Y el de todos. Recuerden El séptimo sello (1956) de Bergman o el núcleo fundamental de la poesía de Espriu. Las danzas macabras de la cultura popular o el gusto morboso del Romanticismo por la muerte… y toda la costosa y universal obsesión del hombre por la parca, el género de las vanitas … Sí, el arte y la ciencia siguen caminos paralelos que nunca llegan a tocarse, pero les une un mucho en común: la permanente enemistad de la vida contra la muerte. Misión imposible para un final ya resuelto. E inapelable.

La afirmación inicial me retrotrae a lo que comentó Semprún a propósito de, cuando fuere, su defunción: “Lo que más me perturba es que el mundo siga sin mí”. El asunto jode, pero sobre todo a nuestro, más o menos, inflamado ego. ¿Cómo puede este inmenso tinglado proseguir sin nosotros? Estos interrogantes que muchas veces son el preludio de la angustia: hieren como el blanco puro y amargo de la nada. De la incógnita que nos acecha. El vacío y todo aquello que es imposible de escribir, pintar o contar. También nosotros, hombres y mujeres, somos seres insondables habitando, reconozcámoslo, ahora más que nunca un planeta y un paisaje de atrocidad moral, de guerras y crueldades. De un duelo, camino de enquistarse, entre asesinos en serie. ¿Hacen falta nombres? Nos planea una espesa nube de cuervos.

Perdida ya la exquisita felicidad de ser jóvenes y de que el espejo, poco piadoso, nos devuelva la imagen de nuestro padre ya mayor, el futuro se precipita. De golpe: la vida va en serio. Valga este pesimismo como un acto de exorcismo. Lo terrible en familia es menos terrible. Aparentemente. Sí, aparentemente.

QOSHE - ¿Y cómo continuará? - Joan-Pere Viladecans
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¿Y cómo continuará?

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10.03.2024

A una persona sentimentalmente sabia y públicamente admirada, le oí decir recientemente: “Desde luego que me da mucha rabia morirme”. Así tal cual, sin dramatizar ni las palabras ni el gesto. Lucidez y economía verbal. Y capacidad de síntesis. Ausente de miedos. Claro que con una cierta amargura biológica que, de inmediato, me hizo pensar en una de las funciones, casi la principal, del arte y la poesía: intentar ponerle trampas a la muerte. Procurar engañarla, distraerla.

Es este un escamoteo secular para intentar combatir a nuestro propio........

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