No nos engañemos. Vaciado el saco de los buenos ­deseos, de la educada y ­convencional felicitación –incluso online–, a propios y lejanos; de la retórica de las alegrías ­obligadas y de los regalos con el ticket de devolución, e instalados, ya, en la resaca de unas fiestas que ni fu ni fa, pero con el legado de todos los egos fijados en ­Instagram o en el TikTok del engrei­miento superlativo, el año nuevo empieza con todo lo malo del viejo. O peor.

Un trabajador retira publicidad electoral tras las elecciones del pasado 7 de enero en Bangladesh

Incluso con una mirada bobalicona y cándida al mapamundi, será terrorífico verlo lleno de incendios, catástrofes y guerras. Sube la puja en la subasta de la muerte. De horizonte a horizonte, un hemisferio de heridas sangrantes. La cartografía, sin duda, del apocalipsis. ¿A cuántos miles de seres habrán dejado a la intemperie, sin planes, solos, sin futuro, simplemente con el deseo de venganza, estos asesinos en serie, revendedores de agonías, destripadores de niños y niñas de Gaza y Ucrania? Y tantas otras criaturas privadas de jugar a ser adultos, de otras guerras menos mediáticas; tantas que ya no caben en los archivos de la amargura. ¿A qué subgénero pertenecerán estos homicidas que mandan matar? Asesinar a niños asegura a los criminales un porvenir sin enemigos ni memoria. Un abismo generacional.

Malos tiempos para la bondad. Y para la democracia. Casi 4.000 millones de personas, la mitad de la población mundial, tienen cita con las urnas este año. Votantes cuya tendencia se adivina más escorada a la emoción que a la verdad o a la reflexión. Todo el peligro de acción-re­acción. Esperemos que el tiempo, ese gran misterio, no dé la razón a los pesimistas –que, por cierto, siempre acostumbran a tenerla– y huya de las sombras de este reloj que anuncia horas trágicas. Veremos.

Uno, que no es demasiado de nada, solo un particular, se pregunta cómo hemos llegado a este declive de las democracias. ¿Por incipientes caudillismos? ¿Por el evidente descrédito de la izquierda atrapada en su propio marco? ¿Por la mala calidad de la política a múltiples niveles? ¿Por la irreprimible tendencia a embarrarse de los líderes políticos? ¿Por la desigualdad y la miseria? No sé.

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Cuatro mil millones de votantes

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14.01.2024

No nos engañemos. Vaciado el saco de los buenos ­deseos, de la educada y ­convencional felicitación –incluso online–, a propios y lejanos; de la retórica de las alegrías ­obligadas y de los regalos con el ticket de devolución, e instalados, ya, en la resaca de unas fiestas que ni fu ni fa, pero con el legado de todos los egos fijados en ­Instagram o en el TikTok del engrei­miento superlativo, el año nuevo empieza con todo lo malo del viejo. O peor.

Un trabajador retira publicidad electoral tras las elecciones del pasado 7 de enero en Bangladesh........

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