Ya en la querencia navideña la tele huele a rico. Desde todos los medios nos vocean el lujo. Son los días gloriosos de la publicidad y de los cuerpos retocados. De una belleza imposible. En cada anuncio, un erotismo sublimado y perverso a lo Andrew Blake. Paisajes oníricos de celofán, brillos, crepúsculos… la melaza comercial. El escaparate y el marketing. La apoteosis de los creativos. El resultado anual de sus “tormentas de ideas”, que es como llaman a esos aquelarres benignos, pero infalibles, para crear el ambiente propicio a la compra compulsiva. Para parir falsas necesidades. Para convertir la ligera simpleza en algo imprescindible.

La perfección que se muestra en los anuncios es también un reproche a nuestra vulgaridad de ciudadanos corrientes, apelando a que, en el caso de aspirar a dejar de serlo: compremos el tal producto anunciado. Como coacción el asunto está muy bien planteado, hay que reconocerlo. ¿Quién es el guapo que se autoproclama objetor consumista a estas alturas? Nunca se lo perdonaría la peña. Ni la sociedad en general. Y lo que es peor: ni la multinacional del regalo. Ni el propio instinto.

Como cada año, el mayor espacio televisivo lo acapara el gremio del olfato. Perfumes, aromas, fragancias, bálsamos, esencias, y… seguro que existen muchos más sinónimos alrededor del olor. La mayoría de spots son de una estética relamida y cursi, pero de una casi infalible belleza funcional que hace pensar en lo que un día dijo el pintor Juan Gris: “Intenciones realizadas”.

Estos anuncios, a los que se les adivina un holgado presupuesto, vienen a ser como una promesa de eterna juventud a cómodos plazos y un seguro éxito social y afectuoso con el género humano, contrario o propio, que nunca se sabe. O no. Ya me dirán quién se resiste, aunque solo sea por probarlo, a untarse con esos productos pronunciados con acento de idioma glamuroso, o sea: susurrados en inglés, francés, italiano… Y pare usted de contar, que, por lo visto, un spot cuya banda sonora tuviera un deje ampurdanés o, pongamos por caso, sevillano o gallego tendría muy poco hechizo. Con lo rica que es Iberia en cuestión de tonos y hablas. ¡Que todo sea por sobrevivir en este mundo cada vez más inseguro! Y menos amable y piadoso.

QOSHE - La melaza navideña - Joan-Pere Viladecans
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La melaza navideña

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17.12.2023

Ya en la querencia navideña la tele huele a rico. Desde todos los medios nos vocean el lujo. Son los días gloriosos de la publicidad y de los cuerpos retocados. De una belleza imposible. En cada anuncio, un erotismo sublimado y perverso a lo Andrew Blake. Paisajes oníricos de celofán, brillos, crepúsculos… la melaza comercial. El escaparate y el marketing. La apoteosis de los creativos. El resultado anual de sus “tormentas de ideas”, que es como llaman a esos aquelarres benignos, pero infalibles, para crear el ambiente propicio a la compra compulsiva. Para........

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