Lo que hace interesantes a hombres y mujeres es la humanidad que albergan y destilan. Y la humanidad siempre es imperfecta. Las imperfecciones de lo hecho a mano con su encanto y belleza. Como el arte. Sí, la belleza del desperfecto. El paso del tiempo y sus arbitrariedades en la geografía de rostros y cuerpos. Detrás de cada arruga o de cada deterioro hay una alegría o una desolación, un dolor fosilizado o una confesión de lo vivido.

Quizá por eso en cada mujer crepuscular o en cada hombre cárdeno entrepelado anida la belleza de una fiesta pasada. Un acontecimiento por llegar. Una serena veteranía conyugal o las cicatrices de una pérdida. El testimonio mudo de algo que tuvo lugar incrustado en el ceño fruncido. La belleza del presente, la atractiva imperfección. El atardecer vital en cada pliegue, el desgaste y el barniz del tiempo. La serenidad ante la compulsiva propaganda de lo perfecto y la multinacional de la belleza de rostros, cuerpos y pieles sin literatura. Y casi sin biografía. Como si todos hubieran vivido parejas circunstancias. Por eso, si algo es perfecto es que está hecho por una máquina o por el desbarajuste desalmado (de sin alma) de eso que ahora denominan IA. O por un horrendo Photoshop creando despersonalizaciones y complejos.

Wabi-sabi , en un japonés difícil de traducir, viene a poner, en una clara evidencia filosófica, el disfrute del presente, la humilde simplicidad, la belleza de la imperfección. La pátina y el desgaste temporal en el ser humano como un argumento de hermosura. El surco del tiempo y la aceptación de lo transitorio. El elogio del deterioro. La porcelana antigua descascarillada en la piel de los viejos. La hermosura de la imperfección cuando la vida ya está escrita en el cuerpo arado por la existencia. El erotismo de la tercera edad. Con sus muescas y achaques.

No es nada nuevo: el mundo actual tiene un excesivo desasosiego por la estética y por alargar los tiempos de la ciertamente exquisita juventud. Una preocupación de la cual ya hablaba Dostoyevski cuando la apuntaba como una primera señal de impotencia personal, o de inseguridad. Somos finitos y en caso de ser perfectos quizá tampoco lo aceptaríamos. Seguro, o casi seguro.

QOSHE - Un crepúsculo en el rostro - Joan-Pere Viladecans
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Un crepúsculo en el rostro

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24.03.2024

Lo que hace interesantes a hombres y mujeres es la humanidad que albergan y destilan. Y la humanidad siempre es imperfecta. Las imperfecciones de lo hecho a mano con su encanto y belleza. Como el arte. Sí, la belleza del desperfecto. El paso del tiempo y sus arbitrariedades en la geografía de rostros y cuerpos. Detrás de cada arruga o de cada deterioro hay una alegría o una desolación, un dolor fosilizado o una confesión de lo vivido.

Quizá por eso en cada mujer crepuscular o en cada hombre cárdeno entrepelado anida la belleza de una fiesta........

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