Y en la sala de espera: todos cargando con unos puntos suspensivos. Todos convencidos de que la vida, en cuestión de segundos, se puede convertir en una cosa seria –digo puntos suspensivos, ¿no sería mejor escribir interrogantes?–; sí, el futuro balanceándose pendiente de unas pruebas.

Por conjunción astral los inviernos son proclives a llenar los CAP, hospitales y clínicas de ciudadanos brumosos. Solo a los poetas, con perdón por la comparación, y a los esquiadores les gusta el frío, el aire desapacible y el alterne posdeporte... Al grano: en la consulta, como flotando, un tibio vaho a líquido amniótico. Otro clima, otro ritmo vital. Virus, bacterias, microbios... un mal rollo de incubaciones que, cuando toque, prescribirá el facultativo.

Una sala de espera es otra península. Más miradas buscando complicidades que palabras. Los que van acompañados susurran intrascendencias propias y suposiciones de los otros pacientes. “No creo que esta señora tenga lo mismo que yo”. “Es posible que los llamen antes que a nosotros”. Y comentarios por el estilo. Pero como en una sala de espera los relojes tienen otro ritmo, la demora se desliza por la confidencia y el comentario solidario. Será por aquello de que tenemos razón porque somos muchos. Principio democrático donde los haya. “Este año dicen que hay mucha más gripe”. “No sé, pero yo no paro de moquear”. “¿A usted también le ocurre que al toser tiene en el pecho crepitaciones?”. “He leído en internet que la gente se vacuna menos...”.

Conforme avanza el tiempo en la preconsulta, los enfermos, presuntos o verdaderos, en todo caso aún no diagnosticados, intercambiarán síntomas, temores, sucesos de conocidos... Y en el caso, más que probable, de hallarse entre los ya tertulianos un hipocondriaco/a solvente, la conversación se elevará de rango. El hipocondriaco/a perorará de medicamentos, interpretación de prospectos, incompatibilidades, dudas sobre los especialistas... Y, dada su superioridad de experto, aconsejará a la audiencia, casi como un predicador. Pero cuando se abra la puerta y se oiga: “El siguiente”, todo el ámbito y sus personajes entrarán en el mundo real­. Ya saben: “El siguiente”.

QOSHE - Un rato en la sala de espera - Joan-Pere Viladecans
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Un rato en la sala de espera

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28.01.2024

Y en la sala de espera: todos cargando con unos puntos suspensivos. Todos convencidos de que la vida, en cuestión de segundos, se puede convertir en una cosa seria –digo puntos suspensivos, ¿no sería mejor escribir interrogantes?–; sí, el futuro balanceándose pendiente de unas pruebas.

Por conjunción astral los inviernos son proclives a llenar los CAP, hospitales y clínicas de ciudadanos brumosos. Solo a los poetas, con perdón por la comparación, y a los esquiadores les gusta el frío, el aire desapacible y el alterne posdeporte... Al........

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