"Semana negra de violencia machista”, resumen los informativos, juntando los cuatro casos sucedidos entre el sábado pasado y el miércoles de esta semana. Tres mujeres y una niña asesinadas, otra mujer en coma y dos menores heridos. A la sociedad le viene bien sumar tragedias, presentarlas en lote; así se recortan los espesos minutos dedicados a una noticia que acostumbra a considerarse “una lacra”. Y, a decir verdad, una noticia cansina y que no vende, que suena a pasado aunque esté sangrientamente instalada en el presente. “Otra muerte”, nos decimos con un mohín compungido.

Me pregunto qué ocurriría si estas cuatro víctimas mortales hubieran sido apuñaladas o acribilladas por terroristas de cualquier signo. Redoblaríamos los protocolos de seguridad y saldríamos a las calles con pancartas y eslóganes. Pero son solo tres mujeres y una niña abatidas por quienes un día parecieron amarlas y acabaron confundiendo el vínculo con la posesión. Afortunadamente, el disfraz de crimen pasional ha decaído en el discurso oficial, aunque una parte significativa de la ciudadanía niega aún que se trate de violencia de género. La que sigue considerando los líos de pareja como asuntos privados. Pese a los daños irreparables.

Ahora, ¿qué queda en el paisaje después del crimen? Una nube de olvido cubre esa intimidad quebrada, y pocos recuerdan a los más de 420 niños huérfanos de madres desde que se empezaran a contabilizar los casos el 2013. No hay homenajes para ellos y pocas son las ayudas económicas, la mínima reparación del horror. Pienso en los chavales que han visto fallecer a su madre, bañada en sangre, y también en esa chiquilla de 13 años que saltó de un segundo piso tratando de huir de la muerte.

En nuestro país, uno de cada cuatro hombres jóvenes –de entre 15 y 29 años– cree que la violencia machista “no existe o es un invento ideológico”. A pesar de que la abrumadora mayoría de los jóvenes españoles –el 87%– afirma conocer de primera mano situaciones de máxima agresividad hacia las mujeres en su propio entorno. La contraposición de estos dos datos brinda el mejor argumento posible para sostener la teoría de que la ultraderecha negacionista está ganando la batalla cultural en este luctuoso terreno.

Vox cuestiona los juzgados de violencia contra la mujer en Castilla-La Mancha, tacha el concepto violencia de género de “chatarra ideológica”, se desmarca del manifiesto suscrito por todos los grupos políticos del Parlamento de Andalucía y vuelve a distanciarse del minuto de silencio en el Ayuntamiento de Madrid. Algunos dirán que ellos mismos se retratan, y que la suya es una lluvia fina, pero ese chirimiri cala de forma especial entre los jóvenes, perdidos en un laberinto de desconfianza abonado por las precarias perspectivas vitales, que contribuyen a malinterpretar la radicalidad de la opción ultra.

Los detractores del feminismo y sus luchas consideran tanta reivindicación un despropósito, revictimizando a las supervivientes e ignorando la violencia vicaria, la que se ejerce sobre lo más memorable de tu existencia: los hijos. Save the Children calcula que más de 200 millones de niños presencian cada año episodios de violencia entre sus progenitores. Y en España, uno de cada cinco de menores ha sido testigo de agresiones contra su madre porque no era lo suficientemente silenciosa, complaciente, abnegada o solícita como el padre quería. La igualdad real es un caracol que solo sale después de llover. ¿Cuánta sangre más necesitaremos para entenderlo?

QOSHE - La lluvia fina de la violencia machista - Joana Bonet
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La lluvia fina de la violencia machista

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02.12.2023

"Semana negra de violencia machista”, resumen los informativos, juntando los cuatro casos sucedidos entre el sábado pasado y el miércoles de esta semana. Tres mujeres y una niña asesinadas, otra mujer en coma y dos menores heridos. A la sociedad le viene bien sumar tragedias, presentarlas en lote; así se recortan los espesos minutos dedicados a una noticia que acostumbra a considerarse “una lacra”. Y, a decir verdad, una noticia cansina y que no vende, que suena a pasado aunque esté sangrientamente instalada en el presente. “Otra muerte”, nos decimos con un mohín compungido.

Me pregunto qué ocurriría si estas cuatro víctimas mortales hubieran sido apuñaladas o acribilladas por terroristas de cualquier signo. Redoblaríamos los protocolos de seguridad y saldríamos a las calles con pancartas y eslóganes. Pero son solo tres mujeres y una niña abatidas por quienes un........

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