Lo repetimos hasta el aburrimiento, pero por eso no deja de ser verdad. Los periodistas y los diarios serios donde escribimos somos, hoy más que nunca, los guardianes de la civilización, los pilotos que navegan las aguas turbias de internet para impedir que la nave de la democracia se estrelle contra las rocas de las fake news.

Somos la delgada línea blanca y negra, la principal defensa contra los vándalos virtuales que abusan de Instagram, TikTok o Twitter (rebautizado X) para sembrar la mentira, alentar la discordia y poner en riesgo la paz social. “Hoy más que nunca”, digo. ¿Por qué? Por la penetración súbita en nuestras vidas de la inteligencia artificial (IA), lo que sumerge lo que meramente fue fake en la profunda oscuridad del deep fake.

No hay vacas sagradas para los agentes invisibles de la subversión. Fíjense en la cantante norteamericana Taylor Swift, el ser humano más importante de la Tierra, según la venerable revista Time, que a finales del 2023 puso su foto en portada y la declaró la Persona del Año. Solo dos semanas después emergieron desde las cloacas de internet unas imágenes pornográficas de la Swift, vistas en X 47 millones de veces.

Lo siento. No tengo el enlace (entiendo que lo pueden haber borrado). Pero lo importante es lo siguiente: gracias a la vigilancia permanente de nosotros los periodistas les puedo informar, con casi total certeza, de que las imágenes de Swift no fueron reales sino deep fakes generadas por la IA. No, no. Por favor. Cero necesidad de dar las gracias. Para eso estamos.

Es que los periodistas de verdad tenemos los ojos afilados. No me excluyo. Poseo una agudeza por pocos compartida para discernir entre la verdad y la mentira. No debo desperdiciar estos atributos y por eso les voy a llamar la atención sobre un par de deep fakes recientes que, si no me equivoco, han pasado desapercibidos pa- ra buena parte de mis compatriotas españoles.

Me refiero, en primer lugar, al caso de Alberto Núñez Feijóo, político que acaba de ser víctima de lo mismo que sufrió Taylor Swift, un atentado contra la reputación. Feijóo, el líder de la leal oposición en el Parlamento español, es un tipo que no corre ningún riesgo de aparecer en la portada de la revista Time. Pero tampoco existe el más mínimo riesgo de que pudiera haber dicho, nunca, las palabras que se pusieron en su boca el miércoles respecto al teatral levantamiento independentista catalán del 2019. Esto fue lo que Feijóo supuestamente dijo: “Lo que es evidente es que lo que pasó en Catalunya es puro terror y es puro fascismo, porque la gente no podía salir a la calle, porque la gente no podía coger su tren, no podía coger su avión, no podía coger su coche, porque la gente tenía miedo y no salía de su casa”.

Sí. Aquello fue lo que leí en las noticias que salen en mi móvil. Incluso hubo imágenes de Feijóo diciendo estas palabras en lo que se pretendía que se entendiera como su propia voz. Bueno, me cuesta creer que lo tenga que señalar, pero obviamente fue todo un burdo montaje. Un intento de sus enemigos (el siniestro Pedro Sánchez o la maquiavélica Isabel Díaz Ayuso, quizá) de torpedear su merecida imagen como un ejemplo de la más solemne gravedad cívica.

Vamos. A nadie le gusta hacer el ridículo y menos a españoles muy españoles como Feijóo, tan empapados ellos del concepto del honor como valor sublime. Aparte, Feijóo es un hombre con pretensiones de estadista. Sabe lo que ocurre en el resto del mundo; tiene conocimientos históricos. Por supuesto que es capaz de distinguir entre el “puro terror” de Hamas o del Estado israelí o de ETA, en el que se mata a niños, y el histrionismo infantil del movimiento independentista, cuyas únicas víctimas (un golpe en la cabeza aquí, un moretón en la pierna allá) fueron los mismos indepes, a manos de la tropa de la Guardia Civil.

Nadie murió. Nadie siquiera tiró una piedra.

Habrá quien dude de mi juicio. Habrá quien creerá que Feijóo dijo semejante disparate. A ver. No me baso solo en la estima que siento por un señor cuyo partido ganó la mayoría de los votos en las elecciones generales del año pasado. Tengo mucho colmillo (los periodistas a veces tenemos que ser como detectives) y una frase de las que supuestamente soltó me dio la clave de que no podía ser real aquel vídeo. Es que inmediatamente vi una conexión con otra víctima del deep fake news, un juez llamado Manuel García-Castellón, al que los malvados de las redes virtuales también han intentado retratar como un perfecto cretino.

La frase de Feijóo a la que me refiero fue que “la gente (...) no podía coger su avión”. Se refería así a una manifestación independentista en el aeropuerto de Barcelona el 14 de octubre del 2019, la piedra angular del presunto argumento del juez García-Castellón de que aquello fue un atentado terrorista por el que líderes como Carles Puigdemont (que estaba en su despacho tomando un café) deben ir a la cárcel. No sé casi nada de este juez, lo confieso, pero para haber llegado tan lejos –la Audiencia Nacional– tiene que ser una persona informada, con criterio. Imposible que alguien de tal calibre arriesgue convertirse en el hazmerreír de su profesión y de todo un país diciendo algo tan manifiestamente estúpido.

Callaré a los que quizá sigan dudando de mi juicio con un dato demoledor: no solo tengo un gran olfato sino que piso calle, como los reporteros pre-IA de antaño, y yo, señoras y señores, estuve presente aquel día, sin miedo alguno, en el aeropuerto de Barcelona.

La mayoría de los manifestantes eran jóvenes que deambulaban por el recinto en plan flower power. No hubo disparos, no hubo bombas, no hubo asesinados. Hubo heridos, sí, casi todos a manos de la policía, y algún que otro cristal roto. Pero Feijóo y el juez son lo suficientemente mayores para recordar, por ejemplo, la bomba con la que ETA mató a 21 personas en un supermercado barcelonés en 1987 o el ataque de un comando palestino en el aeropuerto de Roma que dejó 34 muertos en 1973. Mantener que estos dos ilustres señores serían capaces de afirmar que la trifulca en El Prat del 2019 fue terrorismo es una calumnia. Espero que se detenga a los culpables y que se les demande por ofensas, como permite la adorablemente anacrónica ley española, contra el honor.

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Feijóo, ¿víctima de la IA?

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04.02.2024

Lo repetimos hasta el aburrimiento, pero por eso no deja de ser verdad. Los periodistas y los diarios serios donde escribimos somos, hoy más que nunca, los guardianes de la civilización, los pilotos que navegan las aguas turbias de internet para impedir que la nave de la democracia se estrelle contra las rocas de las fake news.

Somos la delgada línea blanca y negra, la principal defensa contra los vándalos virtuales que abusan de Instagram, TikTok o Twitter (rebautizado X) para sembrar la mentira, alentar la discordia y poner en riesgo la paz social. “Hoy más que nunca”, digo. ¿Por qué? Por la penetración súbita en nuestras vidas de la inteligencia artificial (IA), lo que sumerge lo que meramente fue fake en la profunda oscuridad del deep fake.

No hay vacas sagradas para los agentes invisibles de la subversión. Fíjense en la cantante norteamericana Taylor Swift, el ser humano más importante de la Tierra, según la venerable revista Time, que a finales del 2023 puso su foto en portada y la declaró la Persona del Año. Solo dos semanas después emergieron desde las cloacas de internet unas imágenes pornográficas de la Swift, vistas en X 47 millones de veces.

Lo siento. No tengo el enlace (entiendo que lo pueden haber borrado). Pero lo importante es lo siguiente: gracias a la vigilancia permanente de nosotros los periodistas les puedo informar, con casi total certeza, de que las imágenes de Swift no fueron reales sino deep fakes generadas por la IA. No, no. Por favor. Cero necesidad de dar las gracias. Para eso estamos.

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