De las varias camisetas que me he comprado a lo largo de los años hay una por la que siento un especial y perverso cariño. Lleva los colores de la bandera de Estados Unidos y proclama: “Deplorable and proud of it”. Deplorable y orgulloso de ello.

Se refiere a lo que la candidata Hillary Clinton llamó a los seguidores de Trump durante la campaña electoral del 2016. Desde entonces los devotos del monstruo naranja lucen el insulto como una medalla de honor. Hoy, me propongo extenderme en el tema y nombrar diez de los personajes, organizaciones o fenómenos más deplorables del año 2023.

Primero, la señora Clinton acertó: los votantes de Trump siguen componiendo el grupo más numeroso de deplorables (70 millones o más) del mundo occidental. Ante el hecho de que hoy Trump se enfrenta a 91 cargos criminales pero que pese –o debido– a ello es muy posible que vuelva ser elegido presidente, habría que agregar más adjetivos, por ejemplo los que ofrece la RAE como sinónimos de deplorable : penoso, nefasto o aborrecible.

Segundo, Putin. (Excluyo de la lista a los que votarán por él en las elecciones rusas que ganará en marzo porque son víctimas de una lobotomía democrática general.)

Tercero, ¿Milei? No. Es un tópico en la prensa internacional identificar al flamante presidente argentino como “el Trump del Sur”. Error. Será un tipo raro que conversa con su perro muerto a través de una médium, y tal, pero la gran y notable diferencia con Trump es que Milei, equivocado o no, sinceramente desea lo mejor para su país. Para Trump el mundo empieza y termina con su monumental y frágil ego.

Cuarto y, sí, rematadamente deplorable: el régimen iraní. Aporta armamento a Rusia, a la sanguinaria Siria, a los terroristas de Hamas y a los fanáticos hutíes de Yemen que hoy lanzan misiles contra buques mercantes en el mar Rojo. Según la ONU, Irán ha ejecutado al menos a 550 de sus ciudadanos este año, entre ellos 21 mujeres, representantes del sector a cuya lucha la teocracia chií ha respondido con una cruel represión.

Quinto, Israel. Será una democracia rodeada de tiranías, pero en la guerra juega según las reglas del vecindario. El primer ministro Beniamin Netanyahu autoriza el exterminio de civiles palestinos en Gaza, de niños y de mujeres, como si estuviera fumigando insectos. Igual que el líder sirio, Bashar el Asad, contra poblados ocupados por sus enemigos en una guerra civil que dura desde el 2011, o que Arabia Saudí, cuyos bombardeos en Yemen han causado la muerte de 350.000 civiles desde el 2014, muchos de ellos víctimas colaterales de enfermedades o de hambruna, como promete ser el caso en Gaza hoy.

Sexto, la política de Joseph Biden hacia Israel. El presidente norteamericano ruega a Netanyahu que frene las matanzas, pero no le amenaza con cortarle el flujo de armas. Si, digamos, Irán estuviera ma­tando a israelíes en la misma escala que Israel hoy mata a palestinos, mandaría a la flota a incendiar Teherán. El doble error de Biden es que muchos miembros de su Partido Demócrata se han movilizado a favor de los palestinos, lo que contribuye a los avances de Trump en los sondeos electorales.

Séptimo, los idiotas útiles que apoyan a los rusos en Ucrania. Provienen tanto de la izquierda pueril como de la derecha demagoga y ambas tienen como gurú a un aparentemente venerable profesor de política internacional de Chicago llamado John Mearsheimer, estrella de la televisión rusa. Mearsheimer, popular también en YouTube, mantiene que la OTAN tiene la culpa del medio millón de muertos, mutilados o heridos que ha habido en los dos bandos desde el comienzo de las hostilidades en febrero del 2022. Este mes fue más lejos y dijo que “Putin no quiso ir a la guerra”. Ya, como Hitler, que tampoco quiso ir a la guerra en Europa. Quiso que se rindieran los rusos, por ejemplo, sin oponer resistencia alguna a sus tropas invasoras.

Octavo, y pasando de la tragedia a la comedia, vemos la histeria de la derecha española ante las alianzas entre el PSOE y Bildu, más recientemente en Pamplona. El principal argumento contra el apoyo al terrorismo etarra de la organización antes conocida como Herri Batasuna era que España era una democracia, que los objetivos políticos se podían perseguir libremente a través de las urnas, sin motivo alguno para recurrir a las balas. Bildu sucumbió al argumento, participa en elecciones y hace rato ya que hay paz en Euskadi. Cualquier partido es libre por ley de aliarse con Bildu. Llamar traidores a los que lo hacen es penoso. Ahora, si quieren pedir la ilegalización de Bildu, OK. Y que acepten las con­secuencias. Pero si no, que se callen.

Noveno, siguiendo con la comedia, los absurdos excesos del movimiento woke, o la cultura de la ofensa. De origen estadounidense, pero con creciente impacto global, el wokeísmo consiste en descubrir insultos o agravios donde no los hay, en estar siempre alerta ante la oportunidad de exclamar “¡Uuuuuh! ¡Mira lo que dijo! ¡A la hoguera con él!”. O con los libros considerados dañinos. Por elegir un ejemplo entre miles, la Biblia ha sido retirada de varios colegios en Texas debido, según cuenta un diario de Dallas, a su “contenido sexual, violencia, sacrificio humano, misoginia y homo­fobia”.

Décimo, la intromisión de este frívolo hábito de censura en la industria del cine y de las series, los principales referentes culturales de nuestra época. Las redes sociales arden cuando una actriz no judía interpreta un personaje judío, cuando un actor heterosexual hace el papel de un homosexual o de una persona trans. Los mismos que se ofenden ante estas supuestas imposturas no dicen nada, en cambio, cuando una mujer hace de Hamlet, o una actriz negra interpreta el papel de una duquesa inglesa del siglo XVIII. A la estupidez, por tanto, se suma la confusión, nunca más quizá que con una película de Blancanieves que rueda ahora mismo Disney en la que los siete enanitos los interpretan siete hombres que no lo son.

Lo que me lleva a pensar, finalmente, que debería reconsiderar el haber colocado a los deplorables originarios, a los trumpistas, en el primer puesto de mi lista. Les motiva, y mucho, el rechazo al nuevo puritanismo progre. Quizá tenga más en común con ellos de lo que me gustaría creer.

QOSHE - Los deplorables del 2023 - John Carlin
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Los deplorables del 2023

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31.12.2023

De las varias camisetas que me he comprado a lo largo de los años hay una por la que siento un especial y perverso cariño. Lleva los colores de la bandera de Estados Unidos y proclama: “Deplorable and proud of it”. Deplorable y orgulloso de ello.

Se refiere a lo que la candidata Hillary Clinton llamó a los seguidores de Trump durante la campaña electoral del 2016. Desde entonces los devotos del monstruo naranja lucen el insulto como una medalla de honor. Hoy, me propongo extenderme en el tema y nombrar diez de los personajes, organizaciones o fenómenos más deplorables del año 2023.

Primero, la señora Clinton acertó: los votantes de Trump siguen componiendo el grupo más numeroso de deplorables (70 millones o más) del mundo occidental. Ante el hecho de que hoy Trump se enfrenta a 91 cargos criminales pero que pese –o debido– a ello es muy posible que vuelva ser elegido presidente, habría que agregar más adjetivos, por ejemplo los que ofrece la RAE como sinónimos de deplorable : penoso, nefasto o aborrecible.

Segundo, Putin. (Excluyo de la lista a los que votarán por él en las elecciones rusas que ganará en marzo porque son víctimas de una lobotomía democrática general.)

Tercero, ¿Milei? No. Es un tópico en la prensa internacional identificar al flamante presidente argentino como “el Trump del Sur”. Error. Será un tipo raro que conversa con su perro muerto a través de una médium, y tal, pero la gran y notable diferencia con Trump es que Milei, equivocado o no, sinceramente desea lo mejor para su país. Para Trump........

© La Vanguardia


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