Este artículo no es de actualidad, no habla de política catalana, tan demacrada últimamente, ni de la española, tan crispada, ni la de la internacional tan angustiante. Este artículo no habla de lo que comentamos estos días, de cualquier de esos temas que aparecen y desaparecen y de las noticias que caducan a las tres horas. Este artículo va de la soledad por culpa de un amigo que el viernes me confesó que el divorcio le había hundido con sus cuarenta largos y un adolescente a medias. Me habló de la pandemia del coronavirus, que nos sirve de comodín para justificar cualquier desgracia, aunque en aquel tiempo fue solo una: nos encerramos, hicimos de todo menos lo necesario, pensar.

Le hablé al amigo de las cuatro nociones básicas que tenía sobre el oficio de la soledad, del coraje que necesité para afrontarla, de cómo triunfé transformándola en independencia... Le confesé que la soledad no merece ni nostalgias ni lloros ni odios, que es mejor hablar con ella y pactar seguir caminando. A diferencia de la felicidad, la soledad no es un destino, la soledad es un obs­táculo al que uno debe acostumbrarse. Y, como pedía Borges, hay que poblarla de fantasmas, de cuentos, de fábulas, de poemas...

A mi amigo que se sentó frente a mí, fracasado, hundido, lleno de ansiedades y dudas le comenté que con el tiempo aprendes que la felicidad no está en el futuro, sino en lo que vives a cada instante. Estamos en un mundo donde hay demasiado ruido alrededor para evitar confirmar que cada vez estamos más ­solos.

Este artículo va dedicado a mi amigo y a todos aquellos a quienes no conozco que se sienten solos aunque no lo estén. A todos aquellos que viven sin testigos que sepan que el mejor camino es la ayuda, un acompañante que escuche sin juzgar, un experto que hable sin exigir.

Le dije a mi amigo que tenemos unas edades en las que no tan solo debemos aprender a vivir, sino también a sobrevivir, pero que la libertad siempre pide paso aunque sea arrastrando los pies. Sonrió, nos veremos en breve. El sábado le envié un watsap: “¿Sabes qué tuvieron en común Chaikovski, Van Gogh o Virginia Woolf? La genialidad, pero también un desequilibrio neuroquímico”. Nos pusimos a reír y decidimos que mañana será un día mejor. Claro que sí.

QOSHE - Amigos que no conozco - Jordi Basté
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Amigos que no conozco

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18.03.2024

Este artículo no es de actualidad, no habla de política catalana, tan demacrada últimamente, ni de la española, tan crispada, ni la de la internacional tan angustiante. Este artículo no habla de lo que comentamos estos días, de cualquier de esos temas que aparecen y desaparecen y de las noticias que caducan a las tres horas. Este artículo va de la soledad por culpa de un amigo que el viernes me confesó que el divorcio le había hundido con sus cuarenta largos y un adolescente a medias. Me habló de la pandemia del coronavirus, que nos sirve de comodín para........

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