En estas fiestas de Navidad ya acabadas todos hemos tenido a alguien a nuestro alrededor que, por gripe A, covid o cualquier otro virus se ha perdido alguna de las comidas o cenas. Ha sido el tema recurrente de las fiestas: la reaparición desbocada de los virus respi­ratorios. Incluso el Departament de Salut ha declarado obligada la mascarilla en centros sanitarios.

Hemos ridiculizado tanto el valor de la mascarilla que recuperarla ahora nos parece vintage, como volver a los pantalones de pata de elefante. Esas épocas que, ridículamente, nos obligaban a entrar en un bar con mascarilla, nos la quitábamos mientras comíamos y charlábamos con tres personas a la vez para después salir a fumar y taparte la boca. Me molesta la obligatoriedad ante ridiculeces como la expresada. En cambio, sorprende que, después de lo padecido, se levantara el veto en los lugares sanitarios por el cóctel de virus que puede haber danzando por sus pasillos.

La sensación de haber aprendido poco de la pandemia del coronavirus nos ha llevado a pensar que todo había finalizado. Aplaudir a las ocho de la tarde a los sanitarios fue más una colectiva acción psicológica contra el humano pavor que sufríamos que un agradecimiento a su tremendo esfuerzo. Y ahora preferimos evitar las vacunas para esquivar enfrentarnos de nuevo a lo vivido.

Hace un par de meses me vacuné de la gripe y de la covid sin tener ninguna necesidad. Una doctora del CAP me confesó que hay mucha gente que decide no vacunarse porque hay otra como nosotros que lo hacemos por ella. Y con ellos ya no tengo discrepancias, es que son dos visiones irreconciliables. Como la vacuna ya no es obligada, ya va siendo hora de que nos dejemos en paz mutuamente, pero, por si acaso, yo me vacuno voluntariamente sabiendo que no hago ningún daño a nadie.

El pánico es un material muy delicado y, de la misma manera que pretendemos olvidarlo todo de una vez, vemos como se colapsan de nuevo las urgencias y como a alguno de los nuestros le ha pasado un autobús por encima durante estas fiestas al límite de lo soportable.

Ahora que todo el mundo puede hacer lo que quiera, sin ataduras ni obligaciones, una mascarilla en la bolsa y una vacuna en el brazo no son malas recomendaciones, ni malos propósitos para este nuevo año.

QOSHE - Póntela, pónsela - Jordi Basté
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Póntela, pónsela

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08.01.2024

En estas fiestas de Navidad ya acabadas todos hemos tenido a alguien a nuestro alrededor que, por gripe A, covid o cualquier otro virus se ha perdido alguna de las comidas o cenas. Ha sido el tema recurrente de las fiestas: la reaparición desbocada de los virus respi­ratorios. Incluso el Departament de Salut ha declarado obligada la mascarilla en centros sanitarios.

Hemos ridiculizado tanto el valor de la mascarilla que recuperarla ahora nos parece vintage, como volver a los pantalones de pata de elefante. Esas épocas que, ridículamente, nos obligaban a........

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