Mi madre murió en junio con una llamada de mi hermano: “Mamá nos ha dejado”. Mi suegro murió un mes después con un watsap de Adriana: “Jordi, mi padre ya se ha ido ”.

Escribo esto pocas horas antes de una Navidad extraña en que tienes que creer en ella porque no queda más remedio. Habrá dos sillas vacías, como en tantas casas cada año, cada Navidad, donde faltarán las personas que más nos quisieron y que más nos protegieron.

Por desgracia hacía algunos años que la escudella de Navidad ya la había heredado de mi madre y, por tanto, no nos podremos preguntar como sí que pasará hoy en tantas casas: ¿qué será de la escudella y la carn d’olla sin mi madre o de los turrones que escogía para nosotros o de la santa mesa que organizaba para que cupiéramos todos?

La generosidad estaba en casa de mis suegros, donde adoptaron a mi madre cuando se quedó sola y su vida parecía que iba a convertirse en un desierto. Consiguieron que mi madre recuperara la felicidad, ellos que estaban tan acostumbrados. Por eso mis hijas adoraban a mi suegro y a mi madre, porque les enseñaron que la felicidad es un tesoro que debemos proteger.

Ni mi madre ni mi suegro estarán en la mesa esta Navidad. Dicen los psicólogos que es normal que estos días se nos atasque el cerebro. Y ruegan a los acompañantes que nos dejen llorar si queremos y reír si podemos. Los que no dudamos de la Navidad debemos celebrarla aliándonos con la muerte como si fuéramos George Bailey en ¡Qué bello es vivir! , pero pensando en quienes nos rodean y que hacen de este mundo un lugar único y maravilloso.

Aquellos a los que en estas fiestas nos sobrará alguna silla tenemos una misión y nadie nos dijo que iba a ser sencillo. Tenemos el recuerdo, la tristeza nostálgica, pero aún nos queda esperanza, futuro y muchos planes por hacer. Aquel a quien has amado nunca muere y nunca muere quien ama. No podemos resucitarlos, pero nuestro mejor homenaje es celebrar la vida para recordarlos siempre, a cada momento y, cuando, en estas fiestas, nos obliguen a levantar la copa, a pesar de todo, brindemos por ellos pero sobre todo por nosotros. Bon Nadal.

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Sillas vacías por Navidad

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25.12.2023

Mi madre murió en junio con una llamada de mi hermano: “Mamá nos ha dejado”. Mi suegro murió un mes después con un watsap de Adriana: “Jordi, mi padre ya se ha ido ”.

Escribo esto pocas horas antes de una Navidad extraña en que tienes que creer en ella porque no queda más remedio. Habrá dos sillas vacías, como en tantas casas cada año, cada Navidad, donde faltarán las personas que más nos quisieron y que más nos protegieron.

Por desgracia hacía algunos años que la escudella de Navidad ya la había heredado........

© La Vanguardia


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