Jaume Collboni anunció el martes en Madrid a bombo y platillo que Barcelona había vuelto. Y añadió: “Ha vuelto para compartir y para competir”. A su lado estaban el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la alcaldesa de València, María José Catalá, que participaron en un debate muy instructivo con la excusa de la puesta de largo de la sede de la Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales (SBEES). La diferencia de color político entre unos y otros, socialistas y populares, no se notó en absoluto y hubo coincidencia en la mayoría de las cuestiones planteadas por el moderador, el exministro Alberto Ruiz-Gallardón. Está claro que hay que compartir cosas, pero también se debe competir.

Josep Ramoneda y Judit Carrera, en el despacho de esta última en el CCCB

En este aspecto, Barcelona tiene algunas ventajas, a pesar de que lo que se lleva últimamente es elogiar a Madrid, que está
haciendo un cambio evidente para bien. Es el “momento Madrid” que reivindica su alcalde con toda la razón. Y una de las grandes ventajas es, sin duda, más allá de cuestiones crematísticas o urbanísticas, fomentar las actividades centradas en alimentar el espíritu y desarrollar el pensamiento. Ese es el papel que ha ejercido y ejerce una institución tan importante como el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), que esta semana llega a su 30.º aniversario. Con este motivo, La Vanguardia ha reunido a su primer director, Josep Ramoneda, y a la actual, Judit Carrera, que coinciden en que los motivos que llevaron a idear su creación están más vigentes que nunca. El CCCB ha sido el imán que ha atraído a Barcelona a las principales voces del pensamiento mundial y, como afirma con orgullo el propio Ramoneda, “no hay en Europa un espacio de generación de debate público y de circulación de ideas con esta ambición”. En La Vanguardia también nos sentimos muy satisfechos de esta labor, ya que tanto este filósofo y periodista catalán como el gestor cultural Jordi Balló –uno de los primeros jefes de exposiciones– han tenido una larga vinculación con nuestra casa. La inteligencia artificial (IA), las guerras o la inmigración están ahí y necesitamos más que nunca voces que nos ayuden a pensar y nos estimulen a rebelarnos contra la indiferencia y la intolerancia.