La administración de justicia lleva más tiempo del que debiera siendo objeto de atención mediática. La larga polémica por las vacantes de los órganos directivos del Poder Judicial o algunas controvertidas actuaciones de la alta magistratura convierten a la justicia en un actor protagonista de la vida política española. Pero al ciudadano de a pie le afecta, sobre todo, la lentitud de muchos de los procesos judiciales que se eternizan en el tiempo a pesar de todos los avances digitales que hoy se pueden aplicar.

La juez decana de Barcelona, Cristina Ferrando, estalló ayer y como portavoz de muchos de sus colegas anunció a los cuatro vientos que los juzgados penales están desbordados y no pueden absorber los casos delictivos que les llegan. Como resumen, nada mejor que recordar (otra vez) que los llamados juicios rápidos que deben celebrarse quince días después de perpetrado el delito se retrasan un año. Para superar el atasco se necesitarían seis juzgados más de lo penal, según la magistrada.

La juez decana de Barcelona, Cristina Ferrando

A esta situación se le puede añadir el problema de la multirreincidencia en el área de Barcelona. En la última Junta Local de Seguridad se dio a conocer que 526 sospechosos acumulaban más de 6.000 delitos. Háganse una idea de lo que estamos hablando. La famosa opinión de que entran por una puerta y salen por la otra ya no vale tampoco porque algunos de estos multirreincidentes tienen tiempo de cometer sus delitos mientras esperan que se celebre el (en teoría) juicio rápido.

Es cierto, como recuerda la juez Ferrando, que hay que diferenciar entre quienes acumulan muchas detenciones y los que tienen condenas reiteradas. El problema es que si no se les juzga, nunca se sabrá si son autores o meros sospechosos. Ante esta situación, el colegio de abogados de Barcelona ha planteado una nueva reforma del Código Penal para luchar contra esta plaga y hoy la presenta en un acto con el alcalde Jaume Collboni.

Barcelona debería dejar de ser Eldorado de la pequeña delincuencia. No parece tan difícil que se pueda evitar si todas las administraciones se ponen en serio a remar en la misma dirección.