Paul Bregman, uno de los tripulantes del bombardero B-29 que arrojó una bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945, no pudo resistir la profunda depresión que le causó su participación en el ataque y se ahorcó en su casa de Los Ángeles, pocos días antes de que se cumpliera el 40.º aniversario de la masacre. En el siglo XXI, los aviones no tripulados, los drones o las bombas guiadas o inteligentes impiden que seres humanos, con nombre y apellidos, puedan tener una conciencia exacta y real del mal que producen sus bombas.

Los misiles que mataron a siete cooperantes del convoy de World Central Kitchen en Gaza también fueron disparados desde unos drones teledirigidos a muchos kilómetros de distancia. El efecto en el ánimo de quien aprieta el botón no es ni mucho menos el mismo.

Estado de uno de los vehículos del convoy de World Central Kitchen tras el ataque; el viaje se había coordinado con los militares israelíes

Y drones teledirigidos desde la distancia fueron los que golpearon el domingo la estructura de contención de uno de los dos reactores nucleares de la central de Zaporiyia, la más grande de Europa. Los drones turcos, estadounidenses o iraníes están teniendo un gran protagonismo en la guerra de Ucrania. Son cada vez más rápidos, indetectables, con mayor capacidad de destrucción y más asequibles de precio. Y sin un pilotaje humano al frente.

Solo faltaba el uso de la inteligencia artificial (IA) para ayudar a los ejércitos a identificar mejor los objetivos a bombardear. Esta
opción existe y se ha utilizado en la guerra en Gaza, según una investigación de una revista israelí que revelaron Josep Maria Ganyet y Ramón López de Mántaras en un artículo publicado el pasado domingo en La Vanguardia. Lo mejor es que no hubiera bombas de ningún tipo, pero da miedo pensar que la inteligencia militar pueda desarrollar artefactos explosivos que sean tripulados sin personas y que ataquen objetivos concretos que tampoco hayan sido validados por humanos.

No estamos hablando de una guerra de robots contra robots, sino de ataques dirigidos contra personal
civil. Y con el riesgo, como ha sucedido en la central de Zaporiyia, de que nadie quiera hacerse después responsable de los mismos. Son drones que no tienen padre ni madre.

QOSHE - Drones sin padre ni madre - Jordi Juan
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Drones sin padre ni madre

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10.04.2024

Paul Bregman, uno de los tripulantes del bombardero B-29 que arrojó una bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945, no pudo resistir la profunda depresión que le causó su participación en el ataque y se ahorcó en su casa de Los Ángeles, pocos días antes de que se cumpliera el 40.º aniversario de la masacre. En el siglo XXI, los aviones no tripulados, los drones o las bombas guiadas o inteligentes impiden que seres humanos, con nombre y apellidos, puedan tener una conciencia exacta y real del mal que producen sus bombas.

Los misiles que mataron a siete........

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