El cine y el teatro no tienen comparación posible. Cada uno cuenta con capacidad suficiente para fascinar o conmover al público, pero la fuerza del directo es irresistible. Estar tan próximo a una actriz o un actor que se entrega a un texto ante tus propios ojos, tan cerca de ti, en una ceremonia compartida con decenas de personas, es algo inigualable. Es la gran fuerza que da el teatro.
Hoy se celebra por primera vez una ingeniosa iniciativa, Cap butaca buida, que pretende llenar todas las salas de teatro de Catalunya como si fuera una especie de día de Sant Jordi, pero dedicada al teatro. El éxito es ya indiscutible y seguramente se convertirá en una tradición más en Catalunya, como la noche de los museos. Se trata de que todas las salas estén repletas de público con ganas de homenajear a los artistas y a todo el mundo que rodea a los escenarios. Nuestro especialista, Magí Camps, ha reunido a dos grandes dramaturgos como Sergi Belbel y Victoria Szpunberg, para que reflexionen sobre el sector.
Patio de butacas del Gran Teatre del Liceu de Barcelona
Ambos coinciden en que Catalunya genera más artistas de calidad que espacios para poder estrenar las obras. En este sentido, Madrid gana ampliamente la batalla a Barcelona y son numerosos los profesionales del sector que emigran a la capital de España por falta de oportunidades aquí. La cantera del teatro catalán es extraordinaria y solo hace falta citar los grandes grupos con los que hemos crecido, Els Comediants, Els Joglars, La Fura dels Baus, Dagoll Dagom o La Cubana, entre otros muchos. Es inaudita también la cantidad de grandes dramaturgos y buenos actores y actrices que han nacido en Catalunya.
La tecnificación del cine, que llega al extremo de que es imposible saber ya cuando la imagen que vemos en la pantalla es real o está creada artificialmente, da aún mayor autenticidad al puro espectáculo del teatro: un autor, un texto y unos actores que se esfuerzan día tras día para conectar con el público.
Ojalá esta iniciativa anime a los catalanes a pisar más los teatros y que no suceda lo que denuncia la directora Szpunberg sobre una falta de cultura teatral bien arraigada. Que lo de hoy sea un revulsivo y no flor de un día.
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