Hay historias que piensas que ya las conoces.

El viernes 13 de octubre de 1972 un avión de las fuerzas armadas uruguayas se estrelló en la cordillera de los Andes. Se encontraban a bordo cinco tripulantes y 40 pasajeros. El avión había sido alquilado por el equipo del Old Christians Rugby Club para volar de Montevideo a Santiago de Chile, donde iban a jugar un partido. Los miembros del equipo eran casi todos alumnos o exalumnos del colegio Stella Maris. Sus familias se conocían e incluso estaban emparentadas entre sí, todas de clase alta uruguaya, propietarias de campos y estancias, de religión católica. Tras el accidente, los que quedaron con vida pasaron una de las experiencias de supervivencia más extremas que se conocen: 72 días a casi 4.000 m de altura, sin abrigo, sin comida, sin conexión con el mundo exterior y sin saber si
sobrevivirían.

Aquellos chavales de buena familia, que hasta entonces habían tenido lo que podríamos calificar de una vida cómoda, no eran conscientes del giro de 180 grados que acababan de sufrir. Aquella experiencia iba a marcar sus vidas. Los primeros días los pasaron convencidos de que más pronto que tarde alguno de los aviones que sobrevolaban a menudo la zona los acabaría descubriendo. No eran conscientes de que se habían convertido en un punto invisible en la inmensidad de las montañas.

Tras el accidente, se organizaron mínimamente en equipos de trabajo para llevar a cabo las tareas diarias. El undécimo día oyeron por la radio que ya no les buscarían más. A pesar de perder la esperanza de que los rescatasen, el grupo abandonó la actitud de espera y comenzaron a trabajar para salir de allí por sus propios medios. Aquello supuso la creación de lo que se denominó la sociedad de la nieve. Una sociedad que no se regía por las normas convencionales. Estaban en otro mundo y ese otro mundo los obligaba a adaptar su código ético a las circunstancias, a cambio de mantenerse con vida.

La sociedad de la nieve es el título del libro en que el escritor uruguayo Pablo Vierci disecciona todo lo ocurrido como nunca hasta ahora se había contado. Compañero de colegio de los supervivientes, Vierci comenzó a escribirlo en 1973 y cuenta con el testimonio de todos ellos. La narración va mucho más allá de lo que ya sabemos. Porque esta historia, por encima de todo, siempre será la del accidente de avión cuyos protagonistas tuvieron que comer carne humana para sobrevivir. Carne de compañeros y compañeras ya fallecidos. Conocidos o emparentados con ellos. Pero esta historia es mucho más.

Por eso ha atrapado a varias generaciones. Crees que te sabes el inicio, el desarrollo y el desenlace, pero igual no sabes que no hay un único inicio ni un único desarrollo ni un único desenlace. Es una historia magnética. Puede que sea simplemente el morbo, gran motor captador de nuestra atención. O quizás lo que te atrapa es ponerte en la situación de ellos y hacerte preguntas incómodas. ¿Qué habría hecho yo? ¿Hubiese acabado tomando las mismas decisiones?

Hemos tenido la suerte de que un ejemplar de La sociedad de la nieve cayese en manos de Juan Antonio Bayona, nuestro Spielberg de Nou Barris. Y no podía ser otro más que él quien viese que aquella historia que todo el mundo conocía todavía no se había contado.

La historia, por tener, tiene hasta elementos casi esotéricos. El accidente se produjo un viernes 13. El avión se estrelló en un valle llamado de Las Lágrimas. La película debería cambiar el típico cartel del principio: lo que van a ver a continuación es una historia real basada en hechos de ficción. No se la pierdan. Se estrena este 15 de diciembre.

QOSHE - La sociedad de la nieve - Jordi Évole
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La sociedad de la nieve

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09.12.2023

Hay historias que piensas que ya las conoces.

El viernes 13 de octubre de 1972 un avión de las fuerzas armadas uruguayas se estrelló en la cordillera de los Andes. Se encontraban a bordo cinco tripulantes y 40 pasajeros. El avión había sido alquilado por el equipo del Old Christians Rugby Club para volar de Montevideo a Santiago de Chile, donde iban a jugar un partido. Los miembros del equipo eran casi todos alumnos o exalumnos del colegio Stella Maris. Sus familias se conocían e incluso estaban emparentadas entre sí, todas de clase alta uruguaya, propietarias de campos y estancias, de religión católica. Tras el accidente, los que quedaron con vida pasaron una de las experiencias de supervivencia más extremas que se conocen: 72 días a casi 4.000 m de altura, sin abrigo, sin comida, sin conexión con el mundo exterior y sin saber si
sobrevivirían.

Aquellos chavales de buena familia, que hasta........

© La Vanguardia


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