Koldo, Rubiales, el novio de Ayuso. Las mordidas vuelven a estar de moda, si es que alguna vez dejaron de estarlo. En señal de protesta, he tomado una decisión a contracorriente. Luchar contra las mordidas, en concreto, contra las uñas mordidas. Por algo se empieza. En estos tiempos nerviosos, con tres elecciones a la vista y un Barça en cuartos de la Champions, me he quitado de morderme las uñas. De un día para otro. Como Miguel Bosé cuando dejó la coca. Sin ayuda. Sin usar ningún producto amargante. Pura fuerza de voluntad. Mis monos he tenido que pasar. Pero paseo mis incisivos por esa uña recién crecida y la respeto. Con lo que a mí me había gustado morder la mano que me daba de comer. La mía.

Me las he comido desde niño. Me he hecho daño, hasta sangre. He convivido con crueles padrastros. Pero desde hace unos días, las uñas empiezan a asomar. Ahora puedo arañar, sacar las uñas, hasta ser uña y carne con alguien.

No todo es bueno. Ha sido descubrir mis propias uñas, y recaer en una de mis frustraciones: tocar la guitarra. Nunca es tarde, pero al borde de los 50 veo complicado reeducar mis dedos, mis manos. Me sigo consolando viendo a mi amigo Javi o a mi amigo Esteban haciendo virguerías. O el miércoles, que acabé casi por casualidad en un concierto de Paco Ibáñez. Solo le había visto en directo en el concierto de los treinta años de Al vent de Raimon. Fue en el Sant Jordi, con unas primeras filas plagadas de representantes institucionales. Ibáñez les quiso dedicar unas palabras antes de cantar A galopar : “Para que los políticos presentes en esta sala no se enteren por la prensa de mañana que han estado aquí… que si ellos están aquí presentes es porque vosotros habéis venido y no al revés, eh”. Me ganó para siempre.

Esta vez el concierto era en un Palau de la Música casi lleno. Paco Ibáñez a punto de los 90, treinta años más viejo que el día del Sant Jordi. Todos treinta años más viejos. Apareció en el escenario a paso lento, apoyado en el brazo de Mario Mas, que no solo le acompañó a la guitarra sino que le ayudó a buscar las letras que no encontraba en el cancionero. Daba la sensación de que Ibáñez se perdía en el orden, “cuál toca ahora”, pero cada despiste era recibido por el público más como gag que como despiste, y con cerradas ovaciones que eran agradecidas por Ibáñez, con su característico levantamiento del brazo derecho mientras sostenía la guitarra con la izquierda. “Son ustedes muy indulgentes”.

Ibáñez saludó en catalán, cantó en castellano, en euskera, en gallego, en italiano. Nadie necesitó pinganillo. Tocó sentado, sin apoyar su pie izquierdo en una silla de tijera como acostumbraba. Él y su guitarra llenaban el Palau de carisma, de dignidad. Dedicó unas palabras a los yanquis, y nos advirtió que si no reaccionábamos pronto nos iban a invadir culturalmente, como quien hace una premonición que todos los presentes ya sabían cumplida.

Proclamó que si la capital de la música era Bach, la capital de la canción era Brassens. Versionó a Lorca, a Machado, a Hernández, a Goytisolo. Cantó con Soleá Morente, y contó como, en una entrevista en presencia de Alberti, rajó del comunismo. El periodista se dio cuenta y le preguntó a Alberti, militante comunista, que qué le parecían las palabras de su amigo Ibáñez, a lo que el poeta contestó: “Estoy de acuerdo en todo lo que ha dicho… y en lo que dirá”, colocando la amistad muy por encima de las ideas.

Me fijé en lo bien que sigue tocando la guitarra. Le preguntaría cómo se ha cuidado tan bien las uñas, ahora que ya no me las muerdo. Aunque en su caso lo importante es no morderse la lengua.

QOSHE - Palabras para Paco - Jordi Évole
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Palabras para Paco

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06.04.2024

Koldo, Rubiales, el novio de Ayuso. Las mordidas vuelven a estar de moda, si es que alguna vez dejaron de estarlo. En señal de protesta, he tomado una decisión a contracorriente. Luchar contra las mordidas, en concreto, contra las uñas mordidas. Por algo se empieza. En estos tiempos nerviosos, con tres elecciones a la vista y un Barça en cuartos de la Champions, me he quitado de morderme las uñas. De un día para otro. Como Miguel Bosé cuando dejó la coca. Sin ayuda. Sin usar ningún producto amargante. Pura fuerza de voluntad. Mis monos he tenido que pasar. Pero paseo mis incisivos por esa uña recién crecida y la respeto. Con lo que a mí me había gustado morder la mano que me daba de comer. La mía.

Me las he comido desde niño. Me he hecho daño, hasta sangre. He convivido con crueles padrastros. Pero desde hace unos días, las uñas empiezan a asomar. Ahora puedo arañar, sacar las uñas, hasta ser uña y........

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