Hemos vivido engañados. Aunque la democracia española sea relativamente reciente, llevamos más de 40 años pensando que en política todos los que concurren a las elecciones quieren ganar. Hasta ahora pensábamos que el candidato, el cabeza de lista o de cartel, como se le quiera llamar, se presentaba a los comicios para lograr la victoria. Hasta ahora pensábamos que el presidente de cualquier partido que concurría a las elecciones quería que todos sus cabezas de lista ganasen. En todos los comicios, en todas las contiendas. Porque todo presidente de partido exhibe como trofeos todas y cada una de las alcaldías, de las presidencias autonómicas o de las diputaciones provinciales que logra.

Qué ilusión. Pensábamos que todos querían ganar. Pensábamos que todos anhelaban el poder, presidir gobiernos. Pensábamos que los presidentes de los partidos soñaban con vencer para llegar al poder, dejar a los rivales en la oposición y, si eso, aplicar el programa defendido en campaña electoral.

Hemos vivido en esta ilusión de la que, gracias a Alberto Núñez Feijóo, vamos poco a poco despertando. El actual presidente del Partido Popular, el máximo mandatario del partido que se juega la presidencia de la comunidad autónoma que él mismo dirigió durante 15 años, ya no quiere ganar más.

Podría haber hecho una campaña sin demasiado ruido, que es como le gusta ganar las elecciones al PP en Galicia. Pero no. Durante la campaña electoral se ha esforzado en lanzar torpedos que iban a la línea de flotación de la confianza de sus electores. Torpedos de esos que no hay manera de desactivar. Después de meses contra los indultos, la amnistía y la reconciliación en general, Núñez Feijóo deja ir, como quien no quiere la cosa, que él estudió la amnistía durante 24 horas. Y por si eso fuera poco, luego se reúne para comer con 16 periodistas de los principales medios, para contar con detalle que hubiera ofrecido indultos condicionados al arrepentimiento de los indultados, en concreto, el de Puigdemont.

No me digan que eso no es dejar claro que Feijóo no quiere ganar las elecciones. Aunque él no se presenta, sabe que si su candidato en Galicia no gana, el próximo cadáver en desfilar por la puerta de la Comunidad de Madrid será el suyo. Alguien como Feijóo, que ya ha llegado a la conclusión de que más pronto que tarde caerá, desea no alargar la agonía, por más que la erótica del poder sea atractiva. No tengo claro que a Feijóo el poder le siga poniendo. Sobre todo cuando llegas a la presidencia de un partido y no tienes la sensación de ser el que más manda.

Para asegurar no tan solo que el candidato del PP no presidirá la Xunta, sino para servir en bandeja que él ya no quiere seguir siendo el jefe de nada, se las ingenió para que Alfonso Rueda no fuese al debate electoral de TVE, consolidando el rol del “candidato ausente”. Ese fue el último de los errores del líder popular antes de perder las generales del 23 de julio. Luego vendrán las excusas made in Feijóo, “no gano porque no quiero”, casi casi como el Barça. Pero dense cuenta de que es verdad: si Feijóo quisiese ganar, no haría campañas electorales tan desastrosas. Y eso que esta vez no se ha podido jugar la carta Silvia Intxaurrondo para perder todavía más votos.

Pero no olvidemos que a Feijóo últimamente no le salen las cosas como él querría. Y a pesar de su empeño por no ganar en Galicia, puede encontrarse con un escenario todavía peor. Perder la mayoría absoluta pero poder gobernar, pactando con Vox o con Democracia Ourensana. Yo también estaría asustado.

QOSHE - Querer perder - Jordi Évole
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Querer perder

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17.02.2024

Hemos vivido engañados. Aunque la democracia española sea relativamente reciente, llevamos más de 40 años pensando que en política todos los que concurren a las elecciones quieren ganar. Hasta ahora pensábamos que el candidato, el cabeza de lista o de cartel, como se le quiera llamar, se presentaba a los comicios para lograr la victoria. Hasta ahora pensábamos que el presidente de cualquier partido que concurría a las elecciones quería que todos sus cabezas de lista ganasen. En todos los comicios, en todas las contiendas. Porque todo presidente de partido exhibe como trofeos todas y cada una de las alcaldías, de las presidencias autonómicas o de las diputaciones provinciales que logra.

Qué ilusión. Pensábamos que todos querían ganar. Pensábamos que todos anhelaban el poder, presidir gobiernos. Pensábamos que los presidentes de los partidos soñaban con vencer para llegar al poder,........

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