En estos tiempos de confrontación y zozobra política, es probable que haya quien piense que se debería estar en posición de combate y disparar (en este caso, desde el teclado del ordenador) contra alguna de las Españas que, como prescribió Antonio Machado, sigue helando a muchos el corazón. Pero no pretende ser este el cometido de esta tribuna. Me limitaré a dejar constancia, una vez más, del enorme desasosiego que causa el impúdico enfrentamiento político y del daño descomunal que comporta en la confianza hacia la democracia y sus instituciones.

Y ello sin dejar de insistir en que, en el inventario de mis preocupaciones sigue vigente pensar que una buena parte de los actores de la actual confrontación persiguen el objetivo adanista de empezar de nuevo el edificio democrático, aboliendo lo que despectivamente llaman “el régimen del 78”. Pero, pese a todo, estoy convencido de que ni la izquierda va a romper España ni la derecha la va a someter a mil plagas bíblicas ni los separatistas van a independizar Catalunya. Sin embargo, sí creo que la que está en riesgo de desaparecer es Europa, o, para ser más precisos, el proyecto de la Unión Europea. Y sobre esto quiero apuntar una reflexión.

En una recién entrevista en este diario, el ex primer ministro italiano Enrico Letta afirmaba que “o hay una integración europea completa o desaparecemos”. Este sí es un peligro real, al que nuestros representantes institucionales deberían dedicar las energías que, lamentablemente, en España son aspiradas por la confrontación. Precisamente, para abordar uno de los elementos clave del futuro europeo (como es el de su mercado único), La Vanguardia organizó hace unas semanas una jornada en torno a las reformas necesarias para garantizar la competitividad europea, con representantes de diversos sectores económicos y con el propio Letta, a quien la UE ha encargado un informe al respecto. Y de la jornada tomo prestadas las palabras del presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, en el acto de clausura: “Este es un día muy importante, señor Letta. ¿Sabe por qué? Porque nos escucha y no estamos acostumbrados a ello”.

Tal juicio parece atinadamente dirigido al afán de los poderes públicos de generar un exceso de normas regulatorias y hacerlo, además, sin prestar la necesaria atención a los sectores sobre los que recae la hipertrófica actividad de las administraciones. Y es justo el vicio de no escuchar a quienes van a soportar el peso de la regulación el que provoca que la UE no acabe de dar la respuesta necesaria al reto de ser una verdadera potencia en un mundo global. ¿Recuerdan aquello de que la UE era un gigante económico, pero un enano político? Pues bien, hoy estamos expuestos a ampliar nuestro enanismo también en lo económico sin corregirlo en lo político.

Y claro está, este vicio de no escuchar no es patrimonio de las instituciones comunitarias. También acostumbra a serlo de los gobiernos estatales y autonómicos o regionales. Vean si no el panorama electoral europeo. Repasen los debates políticos en Francia, Italia, Alemania, los Países Bajos… y concluirán que la inmigración y los ritmos de la transición ecológica y su afectación en el mundo rural permiten el fortalecimiento de la extrema derecha (eurofóbica, entre otras características) y de nuevos partidos o movimientos agrarios.

Y es que hay que escuchar más. No hacerlo es el mejor nutritivo para los populismos que se recrean en tiempos de turbulencias, sean estas políticas, sociales o económicas. Y, por supuesto, la mayor amenaza para la UE.

QOSHE - Hay que escuchar más - Josep Antoni Duran I Lleida
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Hay que escuchar más

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15.12.2023

En estos tiempos de confrontación y zozobra política, es probable que haya quien piense que se debería estar en posición de combate y disparar (en este caso, desde el teclado del ordenador) contra alguna de las Españas que, como prescribió Antonio Machado, sigue helando a muchos el corazón. Pero no pretende ser este el cometido de esta tribuna. Me limitaré a dejar constancia, una vez más, del enorme desasosiego que causa el impúdico enfrentamiento político y del daño descomunal que comporta en la confianza hacia la democracia y sus instituciones.

Y ello sin dejar de insistir en que, en el inventario de mis preocupaciones sigue vigente pensar que una buena parte de los actores de la actual confrontación persiguen el objetivo adanista de empezar de nuevo el edificio democrático, aboliendo lo que despectivamente llaman “el régimen del 78”. Pero, pese a todo, estoy convencido de........

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