Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra), la máxima latina atribuida erróneamente a Julio César se recrea en algunos dirigentes europeos en referencia a un posible enfrentamiento bélico con la Rusia de Putin. Así deben entenderse las palabras de Ursula von der Leyen: “Debemos movernos con rapidez. La amenaza de una guerra puede no ser inminente, pero no imposible”. Y las precedentes de Emmanuel Macron, afirmando que “no debe excluirse el envío de tropas a Ucrania”.

Más allá del alcance y las consecuencias de ambas declaraciones, y de que sean o no compartidas por los demás dirigentes de la UE, hay algo que los ciudadanos europeos debemos asumir: la guerra no es cosa del pasado. Por ello, creo que merece la pena reflexionar acerca de las causas que nos abocan a este inquietante presente, en el que el miedo a la guerra puede ser peor que la propia guerra. Un miedo excesivo pero comprensible, como decía en este diario el experto en disuasión nuclear Bruno Tertrais.

La UE nació con el objetivo de asegurar la paz en suelo europeo. Esta era la finalidad del tratado de París, que en 1951 instituyó la CECA­ como la primera de las comunidades. Con ella se crea un mercado único del carbón y del acero para facilitar el desarrollo equilibrado de las actividades económicas y sitúa los materiales básicos para la guerra en manos de una autoridad común por encima de los estados que se enfrentaron en las dos grandes contiendas del siglo XX. En 1957, el tratado de Roma, creando el Euratom y la CEE, estableció una nueva era de cooperación en el ámbito de la energía nuclear, en particular, y en el de la economía en general. Se trataba de estrechar cada vez más las economías de los pretéritos contendientes ampliando el marco de decisiones comunes.

Y así sucesivamente creamos el espacio de paz y bienestar más intrínseco del mundo. Con la excepción de los Balcanes, hasta el 24 de febrero del 2022 que Putin invade Ucrania, los europeos hemos vivido sin la guerra y sin el miedo a que llegara. ¡Se acabó la normalidad!

La reciente Conferencia de Seguridad de Munich lo ha dejado claro a través de un triple mensaje: inquietud sobre el futuro de Ucrania, preocupación sobre la hostilidad de Rusia y desasosiego sobre la solidez del compromiso americano. Una más que posible victoria de Trump en noviembre agrava esta última inquietud. Basta recordar que entre sus muchas excentricidades ha animado a Putin a hacer con los europeos lo que le dé la gana.

La UE es la historia de un éxito, pero no exenta de errores. Hemos delegado en EE.UU. nuestra seguridad y hace tiempo que sus intereses se lidian en Asia y no en el Viejo Continente. Una parte importante de Europa (en especial su locomotora, Alemania) puso en manos de Rusia sus necesidades energéticas y la guerra de Ucrania nos ha dejado en evidencia. Y la covid, primero, y luego el nuevo orden mundial derivado de la desafiante invasión de Putin revelan también nuestra falta de autonomía ante la dependencia comercial de China.

A todo ello hay que añadir el grave error de creer, a remolque de las tesis de Fukuyama, que la implosión del comunismo supondría el final de la historia. Europa defiende los mismos valores que EE.UU., pero los intereses son distintos. No supimos entender que Rusia exigía respeto y pervertimos las promesas sobre las fronteras de la OTAN. La conjunción de la debilidad de Occidente y la mente del sátrapa Putin son un escenario propicio para la venganza de quienes en su día consideramos perdedores.

QOSHE - Tambores de guerra - Josep Antoni Duran I Lleida
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Tambores de guerra

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12.03.2024

Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra), la máxima latina atribuida erróneamente a Julio César se recrea en algunos dirigentes europeos en referencia a un posible enfrentamiento bélico con la Rusia de Putin. Así deben entenderse las palabras de Ursula von der Leyen: “Debemos movernos con rapidez. La amenaza de una guerra puede no ser inminente, pero no imposible”. Y las precedentes de Emmanuel Macron, afirmando que “no debe excluirse el envío de tropas a Ucrania”.

Más allá del alcance y las consecuencias de ambas declaraciones, y de que sean o no compartidas por los demás dirigentes de la UE, hay algo que los ciudadanos europeos debemos asumir: la guerra no es cosa del pasado. Por ello, creo que merece la pena reflexionar acerca de las causas que nos abocan a este inquietante presente, en el que el miedo a la guerra puede........

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