En unas semanas debería inaugurarse una exposición en el Palau Robert de Barcelona sobre el escritor G.K. Chesterton, coincidiendo con el 150.º aniversario de su nacimiento. No va a ser así. Lamentablemente la iniciativa murió por el camino, aunque deba matizarse que no de manera natural.

Los cambios vividos en el Gobierno de la Generalitat en octubre del 2022 provocaron entre otras cosas el relevo de los responsables de este centro público de exposiciones. Y la nueva dirección, una vez tomadas las riendas de la gestión, orilló de inmediato el proyecto en favor de otras iniciativas de mayor concordancia con la manta ideológica que arropa sus creencias.

Los trabajos de conceptualización estaban ya en marcha. Se había gastado tiempo y dinero (privado) en poner negro sobre blanco la narrativa que se propondría al visitante para sumergirlo en el mundo filosófico, literario y espiritual del pensador, periodista y escritor inglés. La exposición, de pequeño formato, debía tratar con especial interés las estancias e influencias de Chesterton en Catalunya.

Chesterton no forma parte de la dieta intelectual de la izquierda. Y no porque algunas de sus afirmaciones hayan envejecido mal –con el tiempo pasa con cualquier hijo de vecino que haya dejado todo su pensamiento por escrito–, sino porque nadie como él ha combatido desde la óptica del ciudadano común y con imbatible sentido del humor algunas premisas básicas del pensamiento autodenominado progresista.

Tampoco es plato de gusto de algunas familias liberales, ya que convirtió en una auténtica obsesión su oposición a la sacralización del individualismo radical del mundo moderno. Mordaz también con el liberalismo económico extremo, veía en la concentración de la riqueza en pocas manos una seria amenaza para el mantenimiento de la dignidad humana.

Por eso fue uno de los embajadores más activos, junto a Hilaire Belloc, del distributismo. Una línea de pensamiento alejada del socialismo de matriz comunista y del capitalismo de insaciable voracidad acumulativa. El distributismo pretendía que la persona estuviera en el centro de toda actividad económica y por eso se aferraba a los principios básicos del humanismo y de la justicia social, articulados a través de ejércitos de pequeños propietarios comprometidos con su comunidad y no de oligarquías financieras anónimas.

La lista de abstemios de Chesterton es más larga. Su firme compromiso católico y la permanente y transversal presencia de la fe en su obra lo hacen también de difícil digestión para quienes militan, no en el ateísmo o el agnosticismo, sino en el prejuicio y la altivez de considerar que cualquier pensador que huela a incienso no puede merecer atención ni respeto intelectual alguno. La adoración generalizada por autores también firmemente comprometidos con el sentir religioso, como J.R.R. Tolkien, católico, o C.S. Lewis, anglicano, es posible porque sus obras magnas ­–El señor de los anillos y Las crónicas de Narnia , respectivamente– pueden leerse sin que uno se sienta apelado explícitamente por el cristianismo, aunque ciertamente este forme parte de su poso narrativo. Tal cosa no sucede con Chesterton, convertido al catolicismo a los 48 años, y cuyo personaje más famoso en el terreno de la ficción fue el capellán metido a detective al que bautizó como Padre Brown.

Estas líneas no pretenden compensar la exposición que servidor debía comisariar y que finalmente no ha sido. No es tampoco un arrebato para, a modo de vendetta, levantar el dedo ahora para gritar que la izquierda, como la derecha, también censura proyectos culturales. De hecho es perfectamente entendible y de lo más razonable que los gobiernos –de todos los colores y sensibilidades– dibujen sus programaciones culturales con sus propios lapiceros ideológicos. Aunque sí debiéramos añadir a este razonamiento, dado que tanta gente solo es capaz de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, que dicha prerrogativa debiera ser válida para todos, y no solo para algunos.

Pero estando ya encima de Sant Jordi, en pleno mes de los libros, sí resultaba oportuno traer a colación la exposición abortada como excusa para, de un modo más modesto, sumarnos a la celebración del 150.º cumpleaños del genio ­inglés que resultó ser también profético en muchas cuestiones que abordó. Afortunadamente el mundo editorial, tanto en catalán como en castellano, ofrece un amplio catálogo de obras y géneros (escribió de todo: novela, ensayo, artículos, poesía, teatro) entre los que escoger. Dese, pues, por invitado a la fiesta de la inteligencia y el buen humor.

QOSHE - Los enemigos de Chesterton - Josep Martí Blanch
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Los enemigos de Chesterton

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14.04.2024

En unas semanas debería inaugurarse una exposición en el Palau Robert de Barcelona sobre el escritor G.K. Chesterton, coincidiendo con el 150.º aniversario de su nacimiento. No va a ser así. Lamentablemente la iniciativa murió por el camino, aunque deba matizarse que no de manera natural.

Los cambios vividos en el Gobierno de la Generalitat en octubre del 2022 provocaron entre otras cosas el relevo de los responsables de este centro público de exposiciones. Y la nueva dirección, una vez tomadas las riendas de la gestión, orilló de inmediato el proyecto en favor de otras iniciativas de mayor concordancia con la manta ideológica que arropa sus creencias.

Los trabajos de conceptualización estaban ya en marcha. Se había gastado tiempo y dinero (privado) en poner negro sobre blanco la narrativa que se propondría al visitante para sumergirlo en el mundo filosófico, literario y espiritual del pensador, periodista y escritor inglés. La exposición, de pequeño formato, debía tratar con especial interés las estancias e influencias de Chesterton en Catalunya.

Chesterton no forma parte de la dieta intelectual de la izquierda. Y no porque........

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