Cuando todo haya terminado, es decir, cuando Catalunya haya alcanzado la plena realización de su ser nacional tras acceder a la independencia, ¿qué pasará? La vida seguirá: unos y otros nos adaptaremos a la nueva situación. Los nacionalistas catalanes, agotada la alegría espumosa de los primeros momentos, permanecerán transidos de expectación a la espera de ocupar el lugar en el mundo que, según ellos, la historia les tiene reservado desde siempre y que no pudieron alcanzar por culpa de la pérfida España. Los catalanes no nacionalistas se resignarán a verlas venir, pues ¡qué remedio!

Los españoles compartirán, con matices, un sentimiento de fracaso colectivo semejante en su calado, pero infinitamente superior en intensidad, al quebranto moral que el desastre del 98 provocó en sus antepasados. Pero pronto todo dejará paso a un sentimiento de liberación y descanso por no tener que sufrir más la salmodia recíproca de quejas, desplantes y desprecios entonada por los antiguos conciudadanos. Y, pasado un tiempo, el cambio vertiginoso del mundo disolverá los sueños, difuminará los agravios, amortiguará las penas y desvanecerá los recuerdos.

Será entonces el momento de mirar las viejas fotografías. La de Pedro Sánchez, apuesto y seguro de sí, ensalzando el gobierno de progreso y denigrando a “la derecha y la extrema derecha”. La de Félix Bolaños, dando la mano a Junqueras con una sonrisa impostada y tímida, trasunto de inseguridad. La del hombre de Milagro, el ribero Santos Cerdán León, haciendo de tripas corazón al servicio de su jefe, mientras Carles Puigdemont sonríe condescendiente. Y así, tantas otras.

Pero, ¿para qué mirarlas de nuevo?, ¿para qué recordar los vehementes discursos en que los apóstoles socialistas anunciaban una nueva era de concordia?, ¿para qué volver la vista atrás si ya todo estaba escrito? La amnistía, la exaltación de la plurinacionalidad política, la deriva confederal y la puerta abierta a la autodeterminación, previa caída de la monarquía. Y surgirá la gran pregunta: ¿cómo fue posible?

Fue obra del Frente Populista integrado por el PSOE, la coalición de extrema izquierda (Sumar) y los partidos nacionalistas (PNV, Bildu, Junts, Esquerra y BNG). Nada nuevo: el pacto de San Sebastián entre republicanos y nacionalistas con la posterior adhesión de los socialistas (1930) ya trajo la Segunda República. Ahora van a por la tercera. ¿Cuál es el móvil que les impulsa? A los nacionalistas, es obvio: la independencia. A los socialistas y a la extrema izquierda, la revancha de su derrota en la Guerra Civil, que puso fin a una Segunda República idealizada.

El discurso que justifica esta opción política tan pugnaz es claro: 1) La Guerra Civil fue provocada por una espuria sublevación militar-plutocrática contra la inmaculada legalidad republicana. 2) La guerra se perdió gracias a la ayuda extranjera a los sublevados. 3) El régimen surgido de la victoria fue una larga dictadura represiva y sangrienta. 4) La transición fue un engaño: con el señuelo de la paz se perpetuó, bajo otra forma, el régimen anterior. 5) La Constitución y la monarquía no son más que franquismo puesto al día. 6) La auténtica democracia llegará de la mano de los de siempre: los que integran el Gobierno progresista.

Así será y no habrá vuelta atrás. Quizá, por ello, los españoles que queremos seguir siéndolo deberíamos comenzar a pensar en cómo organizar lo que quede de España después de que se vayan los que de veras quieran irse. Y, para ello, deberíamos rechazar cualquier ensayo confederal que se nos quiera vender a cambio de una hipotética renuncia a la independencia. Lo único que lograríamos con ello sería rematar a nuestro Estado sin que sirviera para nada. Deberíamos procurar, cuando todo haya pasado, que España sea lo que nunca debió dejar de ser: una comunidad de solidaridad inmediata en la que todos los españoles sean iguales.

Pero quizá todo esto sea un mal sueño, y la nación española aún conserve cuajo sobrado para infundir a su Estado la fuerza precisa para que la defienda desde la ley, con la ley y por la ley. Amén.

QOSHE - Cuando todo haya terminado - Juan-José López Burniol
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Cuando todo haya terminado

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11.11.2023

Cuando todo haya terminado, es decir, cuando Catalunya haya alcanzado la plena realización de su ser nacional tras acceder a la independencia, ¿qué pasará? La vida seguirá: unos y otros nos adaptaremos a la nueva situación. Los nacionalistas catalanes, agotada la alegría espumosa de los primeros momentos, permanecerán transidos de expectación a la espera de ocupar el lugar en el mundo que, según ellos, la historia les tiene reservado desde siempre y que no pudieron alcanzar por culpa de la pérfida España. Los catalanes no nacionalistas se resignarán a verlas venir, pues ¡qué remedio!

Los españoles compartirán, con matices, un sentimiento de fracaso colectivo semejante en su calado, pero infinitamente superior en intensidad, al quebranto moral que el desastre del 98 provocó en sus antepasados. Pero pronto todo dejará paso a un sentimiento de liberación y descanso por no tener que sufrir más la salmodia recíproca de quejas, desplantes y desprecios entonada por los antiguos conciudadanos. Y, pasado un tiempo, el........

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