Al PSOE y al PP, a Pedro Sánchez y a Alberto Núñez Feijóo, el Estado se les está yendo de las manos. Aguanta aún por el oficio de sus servidores, que siguen cumpliendo las leyes, y por la inercia de las instituciones. Hace tiempo que, entre políticos, las diferencias con el adversario se convirtieron en agravios al enemigo. Todo ello en un creciente ambiente de polarización social, que está dejando paso a la crispación que precede al enfrentamiento. Y así estamos, con daño grave de la imagen interna y exterior de España, a causa del progresivo e inocultable desguace de su Estado. Esta es la fría constatación de la realidad.

Todos los partidos políticos son hoy, en España, los “caciques orgánicos” de esta Segunda Restauración, por anteponer sus intereses partidarios y los de sus dirigentes al interés general de España. Solo desde esta óptica pueden entenderse episodios tan lesivos para el Estado como el sostenido boicot por el Partido Popular a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, y el reciente acuerdo entre el PSOE y Junts per Catalunya. No son dos episodios aislados, sino dos muestras de una acción constante que pone al Estado en almoneda, erosiona su autoridad, disminuye su fuerza y le hace vulnerable al chantaje permanente de unos partidos nacionalistas que quieren desguazarlo para lograr la independencia de sus respectivas comunidades. Una labor de zapa a la que también contribuye la izquierda radical de Sumar, que sueña con acometer una tarea de constructivismo social “progresista” en el marco de una república confederal.

¿Cómo se podría parar a tiempo esta deriva letal? Solo los dos grandes partidos serían capaces de hacerlo si obrasen de consuno; pero se lo impide su lucha soez por el poder, que les ciega. No son conscientes de lo que está en juego, pues no ven más allá de sus intereses electorales. Daría pena, sino diese rabia, verlos incapaces de acordar entre ellos media docena de pactos de Estado (comenzando por una respuesta federal firme al problema territorial), que liberen al Estado de la extorsión a la que le someten unos separatistas ahítos de arrogancia y exorbitantes en sus demandas.

Pero, al final, las decisiones críticas sobre cuestiones cruciales no las toman colegiadamente los partidos, sino sus líderes. De ahí que el factor humano sea decisivo en política. Son, por tanto, el presidente Sánchez y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, quienes tienen el destino de España en sus manos. Ambos deberían evitar democráticamente que conformen la mayoría de gobierno unos partidos cuyo impulso último es la malquerencia a España como nación y al Estado que la articula jurídicamente.

Propuse por ello, después de las elecciones del 23 de julio, que el PP apoyase la investidura de Pedro Sánchez, habida cuenta de que el bloque de izquierdas había ganado las elecciones (pese a que el PP fue el más votado), con el fin de evitar, sin que fuese seguro, una negociación siniestra cuyo desenlace ha superado todo límite. Fui desdeñado. Pese a lo cual, insisto ahora en la misma idea: el PP debería ofrecer al presidente Sánchez su apoyo coyuntural en el Congreso y el Senado para aprobar aquellas leyes (incluidos los presupuestos) acordadas por el PSOE y los populares en aras del bien común y para evitar la extorsión jactanciosa de separatistas y populistas. Es casi seguro que el presidente Sánchez no lo aceptaría, pero ello precipitaría más pronto que tarde su caída. Y, si lo aceptaba, objetivo cumplido: el Estado se habría librado del chantaje separatista-populista.

No soy ingenuo. Sé que, en el caso ilusorio de conocerla, el presidente Sánchez se carcajearía de esta propuesta, y que el líder popular tampoco la aceptaría. Pero, cuando se produzca la inevitable quiebra del Estado, ambos quedarán señalados para siempre como dos de sus máximos responsables, junto con los presidentes Rodríguez Zapatero y Rajoy. Tuvieron en sus manos el destino de España, una vieja nación de Occidente, y no acertaron a defenderla. Pasarán a la historia.

QOSHE - El factor humano - Juan-José López Burniol
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El factor humano

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09.12.2023

Al PSOE y al PP, a Pedro Sánchez y a Alberto Núñez Feijóo, el Estado se les está yendo de las manos. Aguanta aún por el oficio de sus servidores, que siguen cumpliendo las leyes, y por la inercia de las instituciones. Hace tiempo que, entre políticos, las diferencias con el adversario se convirtieron en agravios al enemigo. Todo ello en un creciente ambiente de polarización social, que está dejando paso a la crispación que precede al enfrentamiento. Y así estamos, con daño grave de la imagen interna y exterior de España, a causa del progresivo e inocultable desguace de su Estado. Esta es la fría constatación de la realidad.

Todos los partidos políticos son hoy, en España, los “caciques orgánicos” de esta Segunda Restauración, por anteponer sus intereses partidarios y los de sus dirigentes al interés general de España. Solo desde esta óptica pueden entenderse episodios tan lesivos para el Estado como el sostenido boicot por el Partido Popular a la renovación del Consejo General del Poder........

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