En un artículo titulado “Y el Estado seguía allí” (5/II/2018), Santos Juliá escribió: “Desde que irrumpió en escena, allá por la última década del siglo XIX, una constante del catalanismo político ha sido su propensión a dar un paso adelante cada vez que percibía una debilidad, una crisis, en el Estado español (…) El catalanismo nunca ha renunciado a su idea de que cualquier avance en la autonomía de Cataluña era una concesión arrancada a un Estado débil”. Hoy, el catalanismo político ha devenido en buena medida separatista, al constatar la debilidad creciente del Estado español acentuada bajo el ignaro Zapatero, incrementada por el pasivo Rajoy y culminada con Sánchez, que ha vendido la amnistía a los separatistas catalanes a cambio del plato de lentejas de su investidura.

¿Hemos llegado así al final del camino que conduce a la independencia de Catalunya y de las comunidades que osen seguirla? Algunos lo piensan, pero quizá yerren por confundir la nación con el Estado. Porque es cierto que el Estado aparenta estar hecho unos zorros, a causa del maltrato que ha sufrido a manos de quienes más obligación tenían de defenderlo, y lo han instrumentalizado y traicionado en beneficio propio y de su cuadrilla, es decir, de su partido. Pero la nación –la nación española– aún no está inerte. Erró el poeta que tildó a España de “morta”, al igual que yerran quienes, por ver su Estado humillado y en manos de políticos que lo venden, consideran expedita la vía hacia la separación.

En esta línea, tengo claro que después de la amnistía –una claudicación del Estado frente a quienes dieron un golpe contra él– vendrá la exaltación de la plurinacionalidad (Otegi lo tiene claro). Es decir, cuando Catalunya, Euskadi, Navarra, Galicia y tutti quanti se sientan con cuajo para ello, se proclamarán –por boca de sus respectivos nacionalistas– como naciones políticas (no solo históricas y culturales), al tiempo que negarán a España su condición de nación, afirmando que solo es un Estado.

Y, por tanto, dirán que el actual Estado autonómico, rechazado como un remedo mal parido de una federación, ha de ser sustituido por una estructura confederal que, una vez asentada, habrá de dejar la puerta abierta a la autodeterminación de las “auté­nticas” naciones. Todo ello remedando la transición, es decir, “de la ley a la ley”, con la asistencia técnica de la mayoría progresista del Tribunal Constitucional.

Pero tal vez no sea así. Se plantean algunos historiadores la cuestión de si, en España, es débil el Estado o la nación. Yo lo tengo claro: es débil el Estado y es fuerte la nación. España es una nación “de tomo y lomo” con una mala salud de hierro. Tanto que la fortaleza de esta ha logrado compensar históricamente la fragilidad de su Estado. Un Estado “más o menos liberal, caracterizado por sus imprevisiones, lentitud, pobreza y timidez”, como lo definió Manuel Azaña en su primer texto sobre “la cuestión catalana”, publicado en 1918.

¿Y cómo logra subsistir la nación española pese a las sucesivas crisis de su Estado? Por la tozuda adhesión de la mayoría de sus ciudadanos a una idea de España entendida como una comunidad cultural y política conformada por la geografía y por una historia compartida, cuya manifestación más radical es constituir un ámbito de solidaridad inmediata. Y es esta firme y sostenida realidad nacional subyacente la que quizá haga que el Estado supere democráticamente el riesgo grave en que hoy se halla, si una parte de sus votantes abandona a quienes han desertado por flaqueza de la defensa de España frente a quienes quieren destruirla.

El día de la jura de la princesa Leonor, esta adhesión nacional afloró con fuerza en el interminable aplauso que siguió a su juramento. De ahí la importancia que tiene­ hoy la monarquía constitucional española­ como factor de cohesión nacional: el Rey sirve a la continuidad de la nación­ española con dignidad, eficacia, buen estilo y sujeción estricta a la Constitución. Por tanto, miremos con ánimo grande el porvenir: ayudar a forjarlo es tarea de todos.

QOSHE - España: nación fuerte y Estado débil - Juan-José López Burniol
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

España: nación fuerte y Estado débil

11 0
18.11.2023

En un artículo titulado “Y el Estado seguía allí” (5/II/2018), Santos Juliá escribió: “Desde que irrumpió en escena, allá por la última década del siglo XIX, una constante del catalanismo político ha sido su propensión a dar un paso adelante cada vez que percibía una debilidad, una crisis, en el Estado español (…) El catalanismo nunca ha renunciado a su idea de que cualquier avance en la autonomía de Cataluña era una concesión arrancada a un Estado débil”. Hoy, el catalanismo político ha devenido en buena medida separatista, al constatar la debilidad creciente del Estado español acentuada bajo el ignaro Zapatero, incrementada por el pasivo Rajoy y culminada con Sánchez, que ha vendido la amnistía a los separatistas catalanes a cambio del plato de lentejas de su investidura.

¿Hemos llegado así al final del camino que conduce a la independencia de Catalunya y de las comunidades que osen seguirla? Algunos lo piensan, pero quizá yerren por confundir la nación con el Estado. Porque es cierto que el Estado........

© La Vanguardia


Get it on Google Play