Putin no es Rusia. Putin es un sátrapa de la peor especie, que ha asaltado la cima de la autocracia oligárquica que, con muy distintos ropajes, usufructúa desde siempre a Rusia, so pretexto de un nacionalismo que cambia de piel, pero es el mismo. Orlando Figes lo dice: “El régimen de Putin bebe de ese mismo arquetipo romántico de gobernanza que da apariencia de estabilidad apoyándose en las ‘tradiciones rusas’”.

Pese a estas “tradiciones rusas”, Rusia es Europa y de tradición cristiana. A través de Bizancio, los rusos conectaron con los griegos, búlgaros, serbios, albaneses y rumanos, fieles todos de la Iglesia ortodoxa; y, mediante esta, tomaron contacto con Europa­ y conciencia de ser europeos, por compartir la misma fe.

Bizancio no fue un muro entre Rusia y Occidente, sino la puerta por la que Rusia accedió a Occidente. Los iconos llegaron a Rusia desde Bizancio. Ahora bien, 250 años de ocupación mongola destruyeron el Rus de Kíev –la primera Rusia– y marcaron su raíz europea. Esta ocupación fue clave en la historia rusa. A partir de entonces, la influencia bizantina y europea apenas se filtró hacia abajo: la cultura popular rusa, su música, sus danzas, sus creencias y su psicología colectiva tienen mucho que ver, desde la invasión, con Oriente.

Un cartel de arenga militar que apela a la victoria y la "verdad" en Moscú

Pese a ello, y como repetía el general De Gaulle, Europa va desde el Atlántico hasta los Urales. Cierto que el núcleo duro –el rovell de l’ou– de Europa es carolingio, es decir, francoalemán, pero también son europeos sus tres extravagantes: la península Ibérica (España y Portugal), que –a través del Atlántico– se proyectó a América del Sur; las islas Británicas, que –también a través del Atlántico– se proyectaron a América del Norte, y Rusia, que –traspasando los Urales– se proyecta hacia Asia. De ahí que no se pueda confundir a Rusia con Putin, que es ruso y tiene rasgos de la “tradición rusa”, pero que no encarna Rusia hasta el punto de que pueda hablar por ella.

Por consiguiente, cuando Putin amenaza a Occidente no es Rusia quien habla. No es Rusia quien amenaza a la OTAN con utilizar su arsenal nuclear. Es Putin quien dice: “¿Los líderes occidentales no lo entienden? Las armas rusas también pueden alcanzar Occidente”. Porque es cierto que estas palabras hay que tomarlas en consideración, pero no para achantarse, sino para dar una respuesta que, como señal de fortaleza, no debería ser con palabras, sino con hechos. Lo primero sería aumentar la ayuda a Ucrania para que prosiga la lucha, prolongándola hasta hacerla insoportable para Putin, cuyos recursos –salvo en hombres, que han sido siempre la ventaja histórica de Rusia en sus guerras– son inferiores a los de Occidente. Y, por encima de todo, impedir la caída de Ucrania.

Si cae, surgirá la duda de si, diga lo que diga el tratado constitutivo de la OTAN, el ataque de Rusia a un país miembro provocaría o no la respuesta militar de la Alianza. Quien cede una vez cede siempre, digan lo que digan los papeles. Occidente­ no puede mostrar bandera blanca: más que una cobardía, sería un error decisivo.

Hace tiempo que Europa es “no intervencionista”. Lo fue en la guerra de España, cuando permitió que nos matásemos durante tres años en una guerra de pobres; lo fue en Yugoslavia, llegando al cenit de la ignominia en Srebrenica, y comienza a serlo en Ucrania, con olvido de que es una guerra civil europea entre la Unión Europea y Rusia, que nosotros libramos a través de persona interpuesta, que es Ucrania.

Lo que se agrava por el hecho de que, al disolverse la URSS, Estados Unidos y la UE, en lugar de atraer a Rusia a un pacto de seguridad, la aislaron. Se consideraron los ganadores de la guerra fría y vieron a Rusia como una potencia derrotada, que no debía ser consultada sobre las consecuencias de la crisis soviética en las regiones en que Rusia tenía intereses históricos. El efecto de este proceder fue reforzar el resentimiento de los rusos hacia Occidente.

Si esto es lo que damos hoy de sí los europeos, pronto surgirá un nuevo Gibbon que dará cuenta de nuestra decadencia y caída.

QOSHE - La amenaza de Putin - Juan-José López Burniol
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La amenaza de Putin

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16.03.2024

Putin no es Rusia. Putin es un sátrapa de la peor especie, que ha asaltado la cima de la autocracia oligárquica que, con muy distintos ropajes, usufructúa desde siempre a Rusia, so pretexto de un nacionalismo que cambia de piel, pero es el mismo. Orlando Figes lo dice: “El régimen de Putin bebe de ese mismo arquetipo romántico de gobernanza que da apariencia de estabilidad apoyándose en las ‘tradiciones rusas’”.

Pese a estas “tradiciones rusas”, Rusia es Europa y de tradición cristiana. A través de Bizancio, los rusos conectaron con los griegos, búlgaros, serbios, albaneses y rumanos, fieles todos de la Iglesia ortodoxa; y, mediante esta, tomaron contacto con Europa­ y conciencia de ser europeos, por compartir la misma fe.

Bizancio no fue un muro entre Rusia y Occidente, sino la puerta por la que Rusia accedió a Occidente. Los iconos llegaron a Rusia desde Bizancio. Ahora bien, 250 años de ocupación mongola destruyeron el Rus de Kíev –la primera Rusia– y marcaron su raíz europea. Esta ocupación fue clave en la historia........

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