He visto Los niños de Winton (One life), película biográfica adaptada del libro If it’s not impossible...: The life of Sir Nicholas Winton (2014), escrito por su hija Barbara. No es una gran película, salvo la interpretación de Anthony Hopkins en el personaje de Winton anciano, pero cuenta una historia ejemplar y emocionante que permaneció oculta durante cincuenta años, posiblemente por la extrema discreción de su protagonista. Yo la desconocía por completo.

Nicholas Winton (1909-2015) era un agente de bolsa británico de origen judío, hijo de Rudolph (gerente de banco) y Barbara Wertheim, judíos alemanes que migraron a Londres a comienzos del siglo XX. Cambiaron su apellido por Winton, llevados por su voluntad de integrarse. Se convirtieron al cristianismo, y Nicholas fue bautizado. Vivió su infancia y adolescencia en el seno de una familia acomodada. Desde 1931, finalizados sus estudios, trabajó como agente de bolsa hasta que, en diciembre de 1938, cuando iba a pasar unos días esquiando en Suiza, recibió la llamada de un amigo pidiéndole que viajase a Praga para trabajar un tiempo en unos campos de refugiados donde miles de personas, muchos de ellos niños de origen judío, malvivían en condiciones infrahumanas. La visión del drama marcó a Winton y decidió buscar el modo de sacar del país a tantos niños judíos como pudiera, para llevarlos a otros países y salvarlos.

Winton con uno de los niños que rescató

Poco a poco, la comunidad judía de la capital checa depositó en él su confianza, de modo que cientos de familias le pidieron que incluyera a sus hijos en la lista de los niños que iba a intentar salvar. Dada la magnitud del envite, Winton contactó con los embajadores de las naciones que pensaba que podrían hacerse cargo de los niños, pero solo el Gobierno sueco accedió a ocuparse de un grupo. Por su parte, Gran Bretaña decidió aceptar a los menores de 18 años, pero solo si antes se encontraban familias de acogida y se abonaba un depósito de 50 libras por cada niño para pagar su vuelta a casa.

Cuando Nicholas Winton regresó a Londres para reincorporarse a su trabajo, siguió responsabilizándose de este plan de rescate y constituyó el Comité Británico para los Refugiados de Checoslovaquia, Sección para Niños, que se ocupaba de la búsqueda de las familias de acogida, de la recaudación de los fondos precisos para pagar los depósitos de 50 libras, así como de la recepción y distribución de los niños a su llegada a Londres. En estos trabajos, le ayudó especialmente su madre.

El primer grupo de niños llegó en avión a Londres el 14 de marzo de 1939. Los siguientes siete grupos viajaron todos en tren. El último llegó el 2 de agosto. Todos estos trenes tuvieron como destino la estación de Liverpool Street, donde las familias de acogida esperaban a los niños. El octavo tren nunca llegó a su destino. Tenía que salir de Praga el 1 de septiembre de 1939 y en él iban a viajar otros 250 niños, pero ese mismo día Alemania invadió Polonia y cerró las fronteras. Había estallado la Segunda Guerra Mundial. Ninguno de aquellos menores llegó a Londres: 250 víctimas a sumar a los más de quince mil niños que perecieron asesinados en Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial.

Nicholas Winton rescató en total a 669 niños judíos. Al final de su vida le fue reconocido y honrado su mérito, pero no importan los detalles. Lo que queda es el ejemplo de su quehacer en aquel momento tremendo. Un ejemplo que, cuando regresaba a casa desde el cine, me hizo pensar. Revueltas en mi cabeza, había varias imágenes e ideas. La primera, la reciente y reiterada visión de niños que sufren y mueren heridos o depauperados en Gaza; la segunda, la determinación y generosidad de la conducta de Winton; la tercera, la amarga constatación de que no hay nadie en Europa que haga hoy algo semejante, y la cuarta, que todos los niños son iguales: iguales en su miedo, en su hambre, en su incomprensión de lo que sucede y, sobre todo, iguales en su inocencia. No comparo, no valoro, no critico. Lo expongo con frío desencanto por ser como somos. Quizá esté errado. O quizá no.

QOSHE - Todos los niños son iguales - Juan-José López Burniol
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Todos los niños son iguales

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06.04.2024

He visto Los niños de Winton (One life), película biográfica adaptada del libro If it’s not impossible...: The life of Sir Nicholas Winton (2014), escrito por su hija Barbara. No es una gran película, salvo la interpretación de Anthony Hopkins en el personaje de Winton anciano, pero cuenta una historia ejemplar y emocionante que permaneció oculta durante cincuenta años, posiblemente por la extrema discreción de su protagonista. Yo la desconocía por completo.

Nicholas Winton (1909-2015) era un agente de bolsa británico de origen judío, hijo de Rudolph (gerente de banco) y Barbara Wertheim, judíos alemanes que migraron a Londres a comienzos del siglo XX. Cambiaron su apellido por Winton, llevados por su voluntad de integrarse. Se convirtieron al cristianismo, y Nicholas fue bautizado. Vivió su infancia y adolescencia en el seno de una familia acomodada. Desde 1931, finalizados sus estudios, trabajó como agente de bolsa hasta que, en diciembre de 1938, cuando iba a pasar unos días esquiando en Suiza,........

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