“¡No vamos a tolerar la censura!”. Desde que fue nombrado ministro de Cultura, Ernest Urtasun lo ha dicho y repetido. Él mismo no deja pasar una. La suspensión de un festival en Huesca; la cancelación de una obra de teatro en Quintanar de la Orden (Toledo); que el Ayuntamiento de Montserrat (Valencia) dé de baja su suscripción a una revista… todo merece un indignado tuit por parte del señor ministro. Ha anunciado incluso la creación de una dirección general de Derechos Culturales con el objetivo de adoptar “una postura firme contra cualquier forma de censura” y propuesto un pacto de Estado ad hoc. No podemos sino aplaudir.

En otro orden de cosas (o no), el martes pasado sucedió algo curioso en la Universitat Autònoma de Barcelona. Una profesora de Antropología, Silvia Carrasco, no pudo impartir su clase. ¿El motivo? Se lo impidieron medio centenar de estudiantes (y algún que otro profesor) esgrimiendo una pancarta con la frase “Aturem la transfòbia”.

Pancartas del pasado 8-M en la manifestación de Sevilla

Los había convocado una tal Organització Juvenil Socialista (OJS), que unos días antes había tuiteado un vídeo exigiendo, por boca de una joven rodeada de enmascarados y en nombre de “las necesidades de la juventud proletaria”, “la expulsión inmediata de la profesora de Antropología de la Educación, máxima exponente de la transfobia”. Se referían a los libros que escribe (como La coeducación secuestrada), los congresos que organiza y los debates en los que participa Silvia Carrasco, quien, por lo demás, no aborda ese tema en sus clases. En fin, censura en toda regla. ¿Qué tuiteó el ministro? Qué raro, parece que no tuiteó nada.

Ahora que lo pienso, todos los casos de censura contra los que el señor ministro ha dirigido sus dardos justicieros provenían de la extrema derecha. ¿Será que solo Vox censura? ¿Fue Vox quien impidió la presentación en Vic del libro La estafa del transgenerismo, quien obligó a interrumpir la de Nadie nace en un cuerpo equivocado amenazando con quemar la librería…?

No: fue la izquierda, que está en plena deriva autoritaria. Cosa que a mí, por cierto, me deprime (en principio, son los míos) y he intentado entender. La explicación que dan tanto Daniel Giglioli (Crítica de la víctima) como Susan Neiman (Izquierda no es woke) coincide en que, al ser derrotada políticamente, primero en Europa con la caída del Muro, más recientemente en Estados Unidos con la victoria de Trump, la izquierda se ha refugiado en la superioridad moral. Y es que ser bueno, generoso, defensor de causas justas… produce una gran satisfacción (narcisista), políticamente estéril, quizá, pero reconfortante.

Y esa exigencia ética, ¿en qué consiste? ¿En enviar ayuda humanitaria a Ucrania o Gaza, enseñar español o catalán a inmigrantes…? Pues parece que no. Grupos como el tal OJS han encontrado una manera mucho mejor de demostrar su elevación moral: impedir dar clase, exigir expulsiones, amenazar con quemar librerías. Sin que el señor ministro mueva un dedo.

Llegada a este punto, me perdonará el señor ministro por preguntarme si su lucha es para salvaguardar la libertad de expresión, atacando a quienes sean que la ponen en peligro, o más bien para mantener en el poder a su partido, atacando a quienes sean que les disputan el gobierno. No seré yo tan ingenua de reprocharle a un político que sacrifique sus principios –en este caso, la defensa de la libertad de expresión, que solo es creíble si abarca a quienes no piensan como uno– en el altar del poder. Pero sí me parece útil preguntar si no estará tirando piedras contra su propio tejado. ¿A qué creen que se debe la pérdida de votos de la izquierda en medio mundo?... Muchas personas quieren, queremos, poder debatir –con respeto, pero sin miedo– cuestiones que legítimamente nos preocupan. Si la izquierda hace oídos sordos, si pretende amordazarnos (vean el terrorífico Título IV, “Infracciones y sanciones”, de la ley trans), si calla ante el acoso y tilda de “fobia” la crítica… muchas y muchos votantes le van a dar la espalda.

Entre tanto, quienes desde la izquierda queremos discusiones, coloquios, libros, congresos, luz y taquígrafos, pensamiento crítico… nos estamos sintiendo cada vez más huérfanas.

QOSHE - El ministro y la censura - Laura Freixas
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El ministro y la censura

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12.03.2024

“¡No vamos a tolerar la censura!”. Desde que fue nombrado ministro de Cultura, Ernest Urtasun lo ha dicho y repetido. Él mismo no deja pasar una. La suspensión de un festival en Huesca; la cancelación de una obra de teatro en Quintanar de la Orden (Toledo); que el Ayuntamiento de Montserrat (Valencia) dé de baja su suscripción a una revista… todo merece un indignado tuit por parte del señor ministro. Ha anunciado incluso la creación de una dirección general de Derechos Culturales con el objetivo de adoptar “una postura firme contra cualquier forma de censura” y propuesto un pacto de Estado ad hoc. No podemos sino aplaudir.

En otro orden de cosas (o no), el martes pasado sucedió algo curioso en la Universitat Autònoma de Barcelona. Una profesora de Antropología, Silvia Carrasco, no pudo impartir su clase. ¿El motivo? Se lo impidieron medio centenar de estudiantes (y algún que otro profesor) esgrimiendo una pancarta con la frase “Aturem la transfòbia”.

Pancartas del pasado 8-M en la manifestación de Sevilla

Los había convocado una tal........

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