¡Qué poco hablamos de Senegal! Estos días está de actualidad por la maniobra de su presidente, Macky Sall, que ha aplazado hasta diciembre las elecciones que deberían haberse celebrado este febrero. Pero no es, en general, un país que tengamos presente. Ellos, en cambio, sí piensan en nosotros: España es uno de sus principales destinos de emigración. Y da la casualidad de que acabo de visitar Senegal, de la mano de una oenegé, Yakaar Africa, que quiere ayudarles a que, en vez de emigrar, trabajen en y para su país.

Abordé ese viaje como afronto todas las experiencias en mi vida: con libros. Leí novelas senegalesas, y observé que dos temas se repetían en ellas una y otra vez: la emigración y la condición de las mujeres.

Por qué emigran es fácil de entender en cuanto se visita­ el interior. Calles sin asfaltar, llenas de polvo, casuchas de veinte metros cuadrados, tenderetes montados con cuatro troncos y un techo de uralita, mercados en los que vendedoras y mercancía están en el suelo… Por suerte, en medio de ese panorama deprimente, hacíamos paradas para visitar proyectos financiados por Yakaar.

Y ahí conocimos a senegalesas y senegaleses que crean cooperativas agrícolas, dispensarios, maternidades, emisoras de radio… Me acordaba de la novela de Fatou Diome En un lugar del Atlántico, en la que una senegalesa residente en Francia intenta convencer a su hermano de que no emigre: no solo porque Europa no es el Eldorado que él y sus amigos creen, sino porque vale la pena apostar por Senegal.

El amor por el país también es fácil de entender. Porque no solo es bellísimo, con sus baobabs, termiteras, cocoteros, el colorido de las ropas…, sino porque me pareció percibir una calidez humana, simpatía, buen humor, que no he percibido en otros países, ricos o pobres, y que no sé muy bien a qué atribuir. Sin duda cuenta el hecho de que sea (o haya sido hasta ahora, ojalá no se estropee) un país estable, laico y democrático, que contrasta con las dictaduras militares y el fanatismo religioso de algunos de sus vecinos. Pero, sobre todo, vi en la sociedad senegalesa todo un sistema de solidaridad, ayuda mutua, vida colectiva… que alegra y reconforta. Son muy pobres, pero se tienen unos a otros.

Ese sistema social implica que la vida de cada persona está, en su mayor parte, predeterminada. En algunos lugares, cada familia tiene asignada, desde tiempos inmemoriales, una función: gobernar el pueblo, organizar las fiestas… En otros, se conservan tradiciones como la del llamado rey de Oussouye, un hombre elegido por los jefes de clan para ejercer, en un pequeño territorio, funciones que aquí llamaríamos de policía, poder judicial y Agencia Tributaria.

Aunque, claro está, la forma principal de organización comunitaria es la familia. Que no solo asigna automáticamente unas tareas a las mujeres –como en todas partes–, sino que es todavía más precisa: la esposa se ocupa de la casa, pero cuando tiene una nuera, esta toma el relevo y la suegra se deja servir; en el caso (muy frecuente) de poligamia, cada esposa tiene un turno, es decir, unos días a la semana en que duerme con el marido y se encarga de cocinar para todos…

La cara menos amable de todo eso es, naturalmente, el sacrificio del individuo. El que resulta elegido como rey de Oussouye, por ejemplo, no puede decir que no. Cuando le visitamos (concede audiencia a quien se la pida, turistas incluidos), me llamó la atención su gesto de fatiga y hastío. Es comprensible: lleva 24 años en el cargo (que es vitalicio); no le está permitido salir del territorio, ni usar objetos modernos (coche, teléfono), ni ropa que no sea de color rojo… Seguramente habría preferido seguir siendo lo que era antes, camarero en el Club Med.

También en las novelas de Fatou Diome o Mariama Bâ se percibe la tristeza por las limitaciones a la libertad, concretamente la de las mujeres, duramente castigadas si no aceptan la boda concertada o se quedan embarazadas fuera del matrimonio.

La colectividad arropa, protege, consuela… pero también oprime y asfixia. Como dice Diome, quienes emigran no solo buscan prosperidad, sino anonimato. La libertad que tenemos en Europa fomenta la creatividad y el progreso, pero también produce soledad. “Como decía nuestro presidente Léopold Senghor, no debemos abandonar nuestra cultura y abrazar la occidental, sino coger lo mejor de las dos”, nos repetía Demba Dieng, nuestro guía. No es fácil…

QOSHE - Lecciones de Senegal - Laura Freixas
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Lecciones de Senegal

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13.02.2024

¡Qué poco hablamos de Senegal! Estos días está de actualidad por la maniobra de su presidente, Macky Sall, que ha aplazado hasta diciembre las elecciones que deberían haberse celebrado este febrero. Pero no es, en general, un país que tengamos presente. Ellos, en cambio, sí piensan en nosotros: España es uno de sus principales destinos de emigración. Y da la casualidad de que acabo de visitar Senegal, de la mano de una oenegé, Yakaar Africa, que quiere ayudarles a que, en vez de emigrar, trabajen en y para su país.

Abordé ese viaje como afronto todas las experiencias en mi vida: con libros. Leí novelas senegalesas, y observé que dos temas se repetían en ellas una y otra vez: la emigración y la condición de las mujeres.

Por qué emigran es fácil de entender en cuanto se visita­ el interior. Calles sin asfaltar, llenas de polvo, casuchas de veinte metros cuadrados, tenderetes montados con cuatro troncos y un techo de uralita, mercados en los que vendedoras y mercancía están en el suelo… Por suerte, en medio de ese panorama deprimente, hacíamos paradas para visitar proyectos financiados........

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