Como nadie se animaba a preparar la cena de Nochebuena, ahora que no está mi madre, cortamos por lo sano: recurriríamos a una empresa de catering. Dicho y hecho: encontramos una en internet con un menú que nos gustó y lo enviamos por wasap a las diez personas que iban a venir a casa, pidiéndoles que eligieran cada una un primero, un segundo y un postre. Y en cuanto enviamos el pedido, me arrepentí.

Es que recordé algo que cuenta Elisabeth Roudinesco en El yo soberano . Empezó, dice, a encontrar inquietante el concepto cada vez más presente de “identidad” cuando en 1996, su anfitrión en la Universidad de Berkeley quiso hacer una cena en su honor. Pasó que uno de los invitados ponía la condición de cenar a las diez; otro quería hacerlo a las seis, porque, así lloviera o tronara, se acostaba todas las noches a las nueve; esta era vegetariana, la otra se negaba a que en la mesa hubiera quesos, el de más allá no soportaba la presencia de niños… “Todo comportamiento se vuelve identitario, según el principio generalizado del conflicto entre uno mismo y los demás”, interpreta Roudinesco. Su cena no pudo celebrarse. La nuestra de Nochebuena sí, y fue estupenda. Pero me pareció que, al repartir platos distintos, cada uno con su etiqueta e instrucciones (temperatura, salsa…), estábamos recortando eso que es lo fundamental de las fiestas: la alegría de compartir.

De modo que al día siguiente me arriesgué y cociné una escudella i carn d’olla por primera vez en la vida. Modestia aparte, no salió mal; no es tan difícil. Pueden ser imaginaciones mías, pero tuve la sensación de que, compartiéndola, era más cálida nuestra compañía y estaba más presente el recuerdo de mi madre. Pensé en el discurso del Rey, la víspera, apelando a entendernos, a no caer en la discordia; pensé en las respuestas, muy retrasadas pero amables, que acababa de enviar (cerrando asuntos pendientes antes del fin del año) a un lector independentista y a una lectora del PP que me habían escrito para manifestar su desacuerdo conmigo; pensé en aquella preciosa película, El festín de Babette : alegría y fraternidad en torno a una mesa bien surtida… De cara al año que empieza, al país le deseo menos identidades y más fiestas, menos polarización y más banquetes.

QOSHE - Navidades a la carta - Laura Freixas
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Navidades a la carta

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30.12.2023

Como nadie se animaba a preparar la cena de Nochebuena, ahora que no está mi madre, cortamos por lo sano: recurriríamos a una empresa de catering. Dicho y hecho: encontramos una en internet con un menú que nos gustó y lo enviamos por wasap a las diez personas que iban a venir a casa, pidiéndoles que eligieran cada una un primero, un segundo y un postre. Y en cuanto enviamos el pedido, me arrepentí.

Es que recordé algo que cuenta Elisabeth Roudinesco en El yo soberano . Empezó, dice, a encontrar inquietante el concepto cada vez más presente de........

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